He vuelto de Brasil …. he vuelto del oeste ….. vago, cansado, sin ganas, un poco perdido. No me gustan los regresos al Este. Decía Rosalía: “cando van, van como rosas, cando volven …..”. Te vas al oeste y te renuevas, normalmente tienes proyectos, parte de ellos los pones en marcha, otros fracasan, pero parece que en el camino hacia el sol estás vivo, lleno de energía. Allí vives así, con la energía aplicada a proyectos, a diseños innovadores, a nuevas rutas y horizontes. Vuelves y tienes que adaptarte, tienes que adaptarte a la norma, a la rigidez, a la sequía, a la lucha –si, a la lucha-, todo lo tienes que justificar, todo lo tienes que explicar, todo lo tienes que luchar. Es el mundo del regreso. No es España, ni sería Italia, ni sería otro país, es que cuando regresas, primero, te sientes como desarraigado, como si hubieran olvidado de ti; segundo, que tú te has acostumbrado quizás a otro ritmo, a más libertad, a menos exigencia; también, tienes que volver a empezar y eso siempre es duro. En fin, está bien soñar con Itaca, pero regresar a ella no es tan agradable, allí te esperan los buitres que rodean a tu Penélope; allí te esperan los problemas cotidianos; allí las obligaciones; ….. y supongo que Ulises pensaría más de una vez: ¿por qué he regresado?, ¿cuándo podré buscar una nueva odisea que satisfaga mi ansia de aventura y de novedad?, ….. No sé, igual me equivoco o me proyecto.

Mi impresión de Brasil ha sido variopinta, como siempre que voy. Esta vez he tratado más cotidianamente con personas y he visto muchas cosas diferentes, que van ubicando el “país do futuro” en su propia realidad, de una ilusión a una realidad. Y la realidad de Brasil te hace pensar que la verdad es que no es tan malo vivir en un país europeo. He sentido que el sistema bancario se parece al que teníamos nosotros en la época del franquismo, un sistema monopolista, rígido, exigente, con clientes sometidos a su tiranía. He visto que eso es muy importante. Nadie entiende porqué el Real está tan sobrevalorado y se mantiene en esas cotas que solo benefician a algunos grupos sociales dominantes, pero no al conjunto del país. Nos explicaba Coutinho cuando vino que tenía que ver con la actualización en precios de los tipos de interés. No soy experto en la materia, pero puedo decir que las colas que se ven continuamente en los bancos son significativas. Y la forma de tratarte los empleados, también. Parecen los “reyes del mambo” y tú un desgraciado. Lo cierto es que parece que no te necesitan. Y probablemente sea cierto, porque su esquema monopolista les protege.

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Otro aspecto que me ha sorprendido es la forma de “negociar”, si es que se le puede llamar negociar a presionar o alterar continuamente las condiciones pactadas. Me ha resultado insufrible. Ya estoy acostumbrado a que las cosas tengan un precio y no que puedan cambiar casi con el humor de una de las partes. Demasiada tensión. Y también parece que el que compra no es nada más que un personaje dependiente de su deseo y que al final va a tener que claudicar. En realidad, no hay negociación, hay imposición. Y resulta más difícil de comprender, cuando resulta que las cosas no tienen un precio tan establecido, sino que parece fluctuante. Pues no, la relación es casi inflexible. A mi lograron enfadarme más de una vez.

Ese es un comportamiento bastante generalizado en las relaciones de comercio, donde no parece existir flexibilidad o negociación. Eso significa que no se puede fácilmente regatear, o lo tomas o lo dejas. No es que vaya a buscar los bazares de Marruecos a Brasil, no es eso, pero me resulta curioso que casi no exista negociación, aún en mercados muy poco formalizados.

Y luego están los políticos. Bueno, los políticos o son o acaban siendo parecidos en todos los sitios, y por otra parte, en cualquier sitio tienen muchos de los componentes básicos culturales dominantes de cada sociedad. Por tanto, hablar de los políticos es muchas veces ver la sociedad como conjunto. Si la sociedad es vaga y con poco interés por el conocimiento, encontrará políticos vagos y faltos de saber; si la sociedad es emprendedora, se reflejará en ese tipo de políticos; si es agresiva, igual ….. o al menos, cuando existan esos políticos que “representan” mejor su rol, es decir, aquello que es dominante en la sociedad, las cosas irán más en consonancia y habrá menos disfunciones. Eso es lo que pienso. Lo que conozco de los políticos brasileños es que son ilusionantes, ilusionan, se ilusionan, se enganchan con relativa facilidad de las cosas, sobre todo, si son nuevas; pero luego desaparecen. Es como si temieran desilusionarse al poner en práctica lo que pensaban que eran maravilloso. Si, quizás no quieren desilusionarse, no quieren que la realidad les invada. Esa es la impresión. A la hora de la verdad, parece que se dan la vuelta y miran otras oportunidades ideales y se olvidan de la realidad de la vida. Bueno, seguro que es una interpretación discutible. Seguro que todos no son iguales, y seguro que hay de todo, pero esa es mi impresión de viajero. Sólo quería mostrar una impresión. No es fácil hacer generalizaciones.

Tengo que reconocer que al principio quería escribir sobre el regreso, sobre esa vuelta a casa, esa vuelta al mundo de la virgen raptada, de la Europa, pero lo dejaré para otro día. Cabalgando sobre las palabras me he liado con Brasil, ¿país tropical?.

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