Del “corre-corre” como patología organizacional

Casi en paralelo con otras manifestaciones aparece lo que llamaríamos la «accionitis», la tendencia a hacer antes que a pensar lo que se va a hacer: la primacía de la acción y del corre-corre en la empresa. Ya decía Felipe II, con buen criterio, aunque fuera excepcionalmente: «vísteme despacio que tengo prisa». Pocas veces se ve plasmado este principio de la eficacia en la práctica empresarial. Se viste uno deprisa y pocas veces acierta con el vestido adecuado.

Esto responde a una ansiedad básica y derivada de la misma tensión para vender y para ocupar el mercado, así como la incertidumbre en gran medida derivada del poco tiempo que se dedica a saber donde se está y a planificar las acciones necesarias para corregir y reparar la situación presente. No se vive un aquí y ahora permanente, sino una ansiedad inevitable y duradera que dificulta el buen pensar y el buen planear y por tanto, reduce las posibilidades de que el hacer sea el adecuado.

Muchas energías se gastan en acciones y más acciones. Hasta llega a darse una patología derivada consistente en que una vez tomada una decisión, los directivos creen que ya se ha puesto en práctica, olvidando que de la decisión a la ejecución hay un amplio trecho, donde es preciso trabajar en los procesos de consenso conscientes e inconscientes para evitar las resistencias grupales e individuales. Lo que yo llamo el plan de marketing interno.

Reparando la dinámica institucional

(La palabra más adecuada es quizás reparar. También podría utilizarse recuperar, pero muchas veces no sería correcto, porque las cosas no siempre han estado bien antes. Los procesos entrópicos espontáneos de las instituciones necesitan, primero, hacerse presentes, siendo conscientes de su existencia y de los matices que asumen en cada organización, en nuestra organización; y después, plantearse esos problemas como una tarea permanente -porque las tendencias naturales, de carácter de las organizaciones, son como las de las personas, y la personalidad empresarial se ha forjado en los años iniciales, igual que el carácter de una persona se forja en los primeros años de vida-, donde lo importante no es cambiar o proponerse cambiar nada, sino que lo que es preciso es saber reparar lo que se ha descompuesto, y hacerlo como se hace cuando se va a los reconocimientos médicos, en el ánimo de saber cómo vamos, qué se nos ha puesto peor y en qué hay que enfatizar para que las cosas no se deterioren más. No sé si me estoy explicando claramente, pero lo que quiero decir es que es preciso hacer una tarea de reparación permanente, porque los organismos vivos -y las organizaciones también lo son- tienen unas leyes entrópicas inevitables, pero que lo son menos, si nos adelantamos a los procesos de deterioro. Ya se sabe que muchas veces se llega tarde a una enfermedad, bien porque es muy rápida en su evolución, o bien porque no la hemos detectado y diagnosticado adecuadamente. Las organizaciones y las empresas son parecidas. Y es preciso medicarlas y repararlas, pero que conste que si existe un problema de hígado, seguirá existiendo, pero a base de medicación y de un régimen adecuado podemos mantenerlo en sus niveles o hasta bajar su incidencia en nuestra vida. Si el problema es de riñón podemos hasta llegar a operar y a hacer un transplante, pero todos sabemos que eso significa muchos cambios en nuestra vida y esta ya no va a ser igual. No quiero incidir más, sólo enfatizar en que es preciso tener una política estratégica de reparación continua de las organizaciones, y de alguna forma, esto lo hacemos mediante los proyectos de empresa)

Todas estas patologías institucionales afectan a la calidad y cantidad (productividad) de nuestros procesos productivos y por tanto, a la rentabilidad económica y social de la empresa, reduciendo la importancia de su papel social y ampliando las posibilidades de que la empresa se introduzca en una depresión que acabe en cierre, o al menos en reducción de plantilla o ajustes de uno u otro tipo.

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Estas manifestaciones empresariales son poco tenidas en cuenta por las direcciones o por los propietarios empresarios, y de ahí que nunca lleguen a tener experiencia sobre ellas, ya que tiende a olvidar la importancia de esas tendencias naturales que acompañan a todas las organizaciones en su crecimiento y que producen un proceso entrópico que va deteriorando paulatinamente su capacidad operativa.

De ahí deriva la importancia de una dirección que tenga presentes estos fenómenos y se anticipe a ellos, presentando políticas y estrategias que tiendan a mitigar los efectos inconscientes de estos fenómenos patológicos. Y ahí es donde cobra toda su importancia el proyecto de empresa, como una labor casi permanente, ya que el papel del sentido organizativo, del sentido empresarial.

Viene a ser como la labor de un buen portero en un equipo de fútbol, mantiene la solidez y la confianza en todo el conjunto. Y, de esta forma, es necesario pasar del sentido personal y a veces casi inconsciente de nuestras empresas de hace años, a un sentido que ahora será explícito y consciente, un sentido abierto y comunicado y que fomenta la comunicación, la interrelación, la calidad y que orienta la organización empresarial hacia el cliente, sin ningún género de dudas. Algo imprescindible, máxime en un mundo de mercado abierto en que vivimos.

La empresa necesita desarrollar la concepción del mundo adecuada a su cultura y a sus valores y que la mantenga viva y adaptada a un mundo en permanente cambio.

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Un comentario en «Del «corre-corre»»

  1. Quizá en estos momentos uno no necesita oir (o leer)las típicas frases hechas que se suelen decir en estos momentos…, o quizás si… A pesar de eso, siempre duele perder a alguien a quién admiras, respetas…Por esto me gustaría decirte, auqnue ya sea un poco tarde, que lo siento mucho.
    Saludos y ánimo!!!

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