Acción, esa es la cuestión. Perder los miedos a tirarse sin muchos cachivaches a la piscina. Ya sé, me dirán que eso no es lo adecuado, que primero hay que pensar, analizar y planear y luego hacer, y es correcto, y no estoy en contra, pero hay que enfatizar la acción, hay que recuperarla, hay que reivindicarla, sin obsesiones, sin manías, sin construcciones monolíticas, sino sencillamente, que las cosas no cambian si no las hacemos cambiar, si no nos ponemos en marcha, y para ponerse en marcha, tampoco se necesita tanto, lo que más se necesita es «perder el miedo».
Esa es la razón por la que en el método MINING-Aldebaran lo importante sea facilitar espacios de confianza, basadas en experiencias y conocimiento mutuo, conociéndose haciendo, pero no un espacio basado en la creencia, sino en la sapiencia, en el conocimiento, de que tenemos equis probabilidades de riesgo, pero tenemos muchas otras a favor, y podemos y debemos utilizarlas para avanzar. Esa es la cuestión.
Luego, como saben mis mejores lectores, la acción nunca va sola, sino siempre acompañada de: a) la memoria-investigación permanente sobre la misma experiencia vivida y sus aprendizajes; y b) de otras personas, de aquellas con las que se pueden hacer cosas, integrando un grupo de proyecto, un grupo de acción-investigación focalizada en objetivos concretos y sin temor, a la piscina.
Tanta razón con la teoría de la piscina…además es algo que expuesto en clase creo que a mi y a otros, se nos quedó alli. A veces pienso en ello, no sólo como argumento de atreverse, sino tambien como argumento para activarse. Muchas veces el miedo de no atreverse crea una vida muy pasiva, una «monótona-no-hacer-nada-creativo» vida…
Hay que perder los miedos, ya lo dice Fromm, perder el miedo a la libertad, a ser libres, a manifestarse, a ser. No es fácil porque nos han enseñado desde unas plataformas básicamente conservadoras, donde lo único que se acepta cambiar son los «cachibaches». Lo demás, asusta. Es una pena, pero todo es probar, cuando se prueba, igual que con todo, casi siempre gusta. Nos ha pasado a todos de niños cuando nuestras madres nos decían que comiéramos algo nuevo, y nosotros decíamos, no, no me gusta, y ella nos decía: «pero si no lo has probado, como puedes decir que no te gusta». Pues eso, hay que probarlo. Lo pruebas, y repites. Casi seguro. Y si no repites, al menos tu madre no te puede decir que no lo has probado.