Segun un estudio de Training & Development, el 50% de los trabajadores de la empresa estadounidense se enteran de los planes empresariales por medio de rumores, el 47% por tablones de anuncios y sólo el 3% recibe alguna comunicación verbal.
En semejantes condiciones, esperar que quienes no tuvieron oportunidad de participar siquiera en la reflexión estratégica que debe adoptar la empresa, la abracen de todo corazón, sería un verdadero alarde de ingenuidad.
Esta es la noticia. Perfectamente normal. Si me apretaran mucho, diría que hasta los porcentajes me parecen bajos, sobre todo los dos primeros. ¿A quién le importa la participación en un sistema empresarial endiosado y poderoso, que necesita de la gente para mandarla, pero no para que les den sus ideas? Los que propugnamos la participación, el aprovechamiento y la motivación de personas a partir de procesos participativos, estamos en quiebra. Un día de estos, nos liquidarán …. no somos necesarios para este sistema cada vez más de «ordeno y mando» y «sígueme sin rechistar». Hoy un alumno mostraba una noticia donde se decía que ya no importaba que los que se incorporaran a las empresas supieran o pensaran, sino que sólo tenían que tener la actitud (¿sumisa, tal vez?), necesaria para adaptarse a la dinámica de la empresa. Ser buenos técnicos y …… ¿callar?. Más o menos.
Y esta es la cuestión: los que hablamos de la importancia de la participación en los procesos motivacionales, la importancia de la cooperación para sentirse parte de un proyecto, la importancia de la interelación para aprender continuamente y mejorar, devolviendo mejorado lo aprendido, …… estamos «kaput». Si, si, muertos. o al menos rodeados, como el farero de la foto …. rodeados de un mar bravo. El sistema se conduce en una dinamica que tiende a ser más y más dictatorial, más y más jerárquico, más y más incontestable, sólo los que integran el mundo competitivo, en su mayoría informal, pueden necesitar todavía de gente que piense, porque en la escasez de la competición no viene mal alguien que tenga una buena idea.
Pero los monopolios no lo necesitan, el Estado casi no lo necesita, pensar puede convertirse pronto en un pecado, pero un pecado grave, un pecado «mortal» de necesidad. ¿Cuanto tardarán los «sacerdotes» del sistema en convertir el pensamiento en culpa? Tengase en cuenta que los actuales sacerdotes no son los de la sotana, que se les ve venir; no, parecen como nosotros, pero ellos mismos muchas veces ni saben que lo son, pero lo son: la estructura de poder complementario de nuestros mass media y sus «comunicadores» es decisiva; y claro, los «comunicadores» que saben la técnica, pero no piensan, sino que dicen lo que se espera que digan. No iban a salvarse los periodistas de la propuesta de esos genios empresariales del futuro que ya no necesitan que la gente piense, sino que la gente haga «lo que ellos esperan que haga», y convenciéndose a sí mismos, que «es lo que hay que hacer y es más conveniente hacer».
angustiante
Cuando a las personas nos consideran un capital o un recurso dejan de vernos como seres humanos. Aunque adjetiven ese capital o recurso como humano.
El lenguaje no es inocente.