Uno siente la belleza cuando está a su lado. Se respira armonía, se siente la armonía. La miras y «te quedas» con/en ella, la sientes circundándote, rodeándote, siendo tú mismo. Pienso que esto nos ocurre mucho más de lo que parece cuando vemos las noticias y descubrimos algún descalabro de la belleza.
Los parques y bosques orientales -conozco algunos chinos, y te invaden, te impresionan plenamente- parecen de otro mundo, tan llenos de armonía, entre naturaleza y nosotros mismos como parte de la misma. Son parques diseñados, pensados, nacidos del conocimiento de/en la naturaleza. Casi siempre con un lago que los circunda, alguna pagoda, tal vez a lo lejos, gente amable que te saluda, aún sin conocerte. Es probable que hasta esa amabilidad puntual se deba a esa armonía. Me impresionó extraordinariamente, me impacto, tal vez lo que más en mi viaje por China.
¿Es posible deleitarnos en la armonía de una iglesia románica? Si, claro, pero ¿iríamos a visitarla si la guerra estuviera presente en nuestro entorno y nosotros o los nuestros fueran parte de ella? ¿Nos parecería igualmente armónica o probablemente algo que es un símbolo de otra religión que a su vez nos han dicho que nos han sojuzgado en el pasado o ahora mismo? ¿destruiríamos la belleza de su armonía, de sus arcos, y todo porque sí? Pues más que probablemente.
Y si fuéramos inmigrantes en esas tierras, y viviéramos razonablemente en paz, y fuésemos de otra religión, ¿respetaríamos y sentiríamos la armonía de esa iglesia románica? Más que probablemente, muchos de los nuestros la visitarían y gozarían de la intensidad y al tiempo de la intimidad en que nos imbuímos al entrar; otros, es probable que no se atreviesen a entrar por eso de que son de otra religión, pero no pensarían en destruirla, sino que dirían: «es bonito, a ver si nosotros somos capaces de imitarlo». Y si se produjese un incendio en una casa colindante y se empezase a quemar, y fuéramos vecinos, ¿ayudariamos a apagar el fuego o nos meteríamos en nuestras casas y dejaríamos que los de esa iglesia hiciesen todo el trabajo? Pues más que probablemente, la respuesta es no, sino que participaríamos y nos sentiríamos orgullosos de haber ayudado a otros, pero seres humanos como nosotros.
(Visitar una gran mezquita, especialmente en Estambul o en El Cairo, sentir su inmensidad, su simplicidad, la soledad, también son experiencias que me impactaron. Aquí tal vez más por la grandiosidad, como ocurre con el gótico, esas catedrales «inalcanzables». No es la armonía, sino la uniformidad, la grandiosidad de su todo)
De todas formas, lo dejaremos ahí como una incógnita, que dados los tiempos en que vivimos …. cada día es más difícil de despejar, porque cuando se desata la barbarie y ésta se apoya en una religión, mejor nos apartamos lo más posible. Lo contrario es volver a vivir una época tan oscura -más que oscura, negra- como fueron los diez o doce siglos de la terrorífica Edad Media, que más que media fue entera-mente lamentable, y todo gracias a las religiones y especialmente a aquellas que se convirtieron en religiones de un sólo dios, siempre muchísimo más peligrosas que las politeístas. Esto es como los monopolios, y cuando todo depende de un monopolio, todo es explotación, mala calidad y sometimiento; en cambio, cuando hay alternativas al monopolio, y se distribuyen los dioses, es más posible migrar de uno a otro o pasar de lado. Lo peor sin duda, en la historia es cuando Estado e Iglesia forjaron monarquías teocráticas, de las que todavía tenemos bastantes ejemplos.
Pienso que los occidentales tenemos instrumentos más perfeccionados de guerra, también financieros, también tecnologías, pero ….. nuestro equilibrio, nuestra armonía es precaria, y nuestro pasado también, e igualmente la incertidumbre está en nuestro futuro. Todo pueblo dominante en cualquier época, es tal vez el más bárbaro de todos, el que muestra menos respeto por lo diferente, que se enfada por cualquier cosa, y que construye su «bienestar» sobre la muerte de los otros. Todavía somos demasiado bárbaros ….tal vez por eso seguimos destruyendo, aunque luego digamos que han sido otros, al parecer, más bárbaros que nosotros, lo cual es posible, pero si no metiéramos la nariz donde nadie nos había llamado, tal vez las fuerzas de la barbarie en nosotros y en ellos no se hubieran desencadenado con tal fuerza auto-destructiva.
Y finalmente me gustaría dejar una cosa clara: la historia de la humanidad es la historia, hasta ahora, de cómo los más bárbaros han dominado un porcentaje más o menos grande del mundo. Hasta ahora no ha habido ningún Estado que haya podido dominar todo el mundo, aunque los actuales dominantes, los bárbaros actuales según mi denominación, casi han llegado a hacerlo. Pero no han podido pacificarlo a su gusto y a su cultura, aunque sin duda han avanzado más que los romanos en su tiempo. Y siguen con guerras aquí y allá, que por cierto, como siempre ha sido, permiten a los dominantes, saquear a los que son dominados -llevarse tesoros, especular con su arte, crear nuevos mercados para el arte del bárbaro de turno, …. -, y por supuesto, generar empleos y sobre todo, beneficios para sus bárbaros más especializados y sin moral.
En la época de los romanos, los germanos acabaron siendo los cuidadores de las fronteras y los grandes brutos de esa humanidad, fueron los primeros ejércitos mercenarios permanentes y que luchaban por una paga y por todo lo que podían saquear y no se quedaban los jefes. Poco a poco, una buena parte del ejército romano, incluidos los generales, eran germanos, y fue entonces cuando la ambición desencadenó más de una disputa interna. Pero esa es otra historia, y para qué entrar en ella.
Me interesa resaltar que los bárbaros o sus descendientes han siempre dominado el mundo dominable, o lo que es lo mismo, los más ignorantes han sido los dominadores. Por eso, siempre y según se van haciendo más ignorantes, excepto para los artefactos de guerra, donde ponen su poca inteligencia a ese servicio, según se van haciendo ignorantes, hay un punto en que necesitan recuperar o asumir alguna religión, alguna mística, alguna magia que los ampare, que los introduzca en un mundo mágico, idelista, abstracto, estúpido, porque es claro que hay un punto en que si no creen en magia y en cuestiones sobrenaturales, no pueden comprender en el lío que se han metido. Con lo sobrenatural, como hicieron los bárbaros (godos) en España, se sienten con más fuerzas para la guerra y con más razones para acabar en el paraíso por sus «buenas acciones», defendiendo a su dios. Y siempre, en la historia, cuando surge una fuerza enloquecida por la fuerza y por lo sobrenatural, surgen otras fuerzas opuestas, como en la antítesis hegeliana, que luchan hasta el final para que su dios sea el honrado, el mejor, el único, el absoluto.
Como en una guerra no gana nadie, ni aún el que la gana, al final y cuando se agotan mutuamente, se quedan durante un cierto tiempo recuperándose del esfuerzo, reubicando sus estrategias y por desgracia, volviendo a intentarlo unos años después.
No, tal vez Marx se equivocó con su definición de la historia de la humanidad y quizás no sea tanto la historia de la lucha de clases, sino más bien, la historia de cómo los bárbaros han ido destruyendo con mayor o menor intensidad las conquistas de la civilización y del conocimiento, y cómo de vez en cuando nos hacen regresar a la Edad Media, a esa época oscura que, como la que se vislumbra, ha sido hasta hoy la forma normal de vida, en la que los mismos siguen sufriendo de los errores de los más bárbaros, y son en el fondo y en la forma, sus esclavos, sus subordinados, sus mayorías silenciosas.
Cuando vi Niza por primera vez me pareció bella, admirable, terminada. Tenía 21 años e iba abriendo los ojos a un mundo diferente y en cierto sentido maravilloso, y bello. Lo cual no era igual que histórico o que moderno o qué diferente. Me asombró Niza y eso que todavía no habíamos entrado en el verano y en su esplendor y riqueza. Era mayo y hace más de 50 años, pero ya era Nice. Asombrosa, bella, de principios de siglo (del anterior, claro). El paseo marítimo era esplendorosa. Las señoras mayores con sus abrigos de visón, también lo eran. No estuvimos mucho y solo volví una vez solitario, volviendo de Ginebra en mi Seat 850. Solo hice pasar el coche por el paseo y aunque quería ver otra vez a las famosas señoronas de los visiones, solo acerté a ver los impresionantes y lujosos hoteles que siempre sacan en las películas francesas de policías y en alguna norteamericana de ladrones o así.
Ayer me produjo un enorme impacto los efectos de esta guerra terrible en que estamos embarcados.
Este artículo llevaba unos tres dias trabajándolo. Al final, ayer decidí que como podía llegar a ser inacabable, habiendo tantos argumentos y experiencias relacionados con esa barbarie-ignorancia en que cada vez nos adentramos más inevitablemente, me dije: se acabó otro día ya escribiré más . Y lo publique en mi blog hacia las cinco de la tarde, hora de Brasilia, es decir, a las once de la noche, hora europea.
Igual una buena reeducación tanto de unos como de otros se podría lograr invitándolos a visitar esos maravillosos parques, bosques, que hacen respirar no oxígeno, sino belleza y armonía. Claro que sería difícil que gente tan barbara-y hay mucha más de la que podamos pensar- se conformarán con sentirse pacíficamente enganchados de la belleza, y no tuvieran la idea de destruirla para que todos nos olvidásemos de su armonía y paz..
¿Seré solo un pesimista o solo un realista amargafiestas? No lo sé, no puedo saberlo, pero me temo que vamos por un camino cada día más equivocado y que al final no quedará más remedio que estar con los tuyos y esperar que no te toque a ti o a los tuyos, o lo que es peor, que entremos en una Edad Media de esas que gustan tanto a los escritores de ficción norteamericanos, como el de «La carretera», por ejemplo. (No me hagan buscar su nombre que ahora no me acuerdo, pero le gusta mucho a los críticos, seguro que ya ustedes lo saben: es como un profeta del regreso. Más pesimista que yo. En serio)
Qué pena no poder disfrutar de Estambul o de El Cairo, o de la cultura egipcia. Hace años que decidí no volver. Para que sentir el miedo a la incertidumbre. La última vez que estuve en ambas, en muchos momentos sentí el peligro muy cerca y no eran paranoias, porque a mí la belleza me invade y me olvido de todo, de lo que me rodea, de todo. Pero había miradas que hablaban, gestos que te ponían en guardia, gritos que no entendías, pero podían -y era más que probable- tener que ver contigo o con otros como nosotros.
Y solo hablo de aquellos lugares que después de visitarlos, vuelves más de una vez y cuando piensas adonde viajar,inmediatamente, surgen en tu imaginación, porque no son paisajes o insrantaneas, sino personas, culturas vivas, y lo que a mí me gusta tal vez más, gente con la que compartir palabras y tal vez algo más.
No me acuerdo nunca de la cultura barbara dominante, donde me parece bien que sigan controlando exhaustivamente y ineducadamente en sus fronteras. Nunca encontré a alguien que no me hablara de dólares o de armas, aunque he contactado hasta con profesores universitarios, y el mismo estribillo. No, no volveré voluntariamente a un sitio tan poco interesado en lo que no sean ellos, sus dólares y sus armas …… Horrible. Hace años que me prometí no ir nunca jamás.
Son tan desesperantes, que años después fui a Costa Rica, que por cierto son aspirantes a ser no sé qué estrella en su escudo. Lo cierto es que el avión hacia escala técnica -solo salir del avión y a la hora volver a entrar sin salir por supuesto del aeropuerto de San Juan (Puerto Rico). Todavía no es ni una estrella, es solo un estrado asociado. Pues bien, nos hicieron una inspección radical, tipo frontera USA. Les pedí explicaciones y me amenazaron …. La paranoia de los USA es una enfermedad cultural. De ahí las armas, las guerras, los dólares y tal vez la Coca-Cola y los McDonnalds.
Dice Bukowsky en «Fragmentos de un cuaderno manchado de vino»: «La tragedia es la situación americana en la que un hombre tiene que ser un triunfador. Nada más resulta aceptable. Y cuando el triunfador se viene abajo no conserva nada. El ganador no se lleva nada» y yo me pregunto: ¿a qué viene tanta ambición, tanto ganar y ganar? No lo sé, aunque intuyo que por eso siempre están pensando en dinero-dólares, armas para ganarlos o defenderlos y paranoia derivada de una competitividad que es ya una guerra en sí misma.
La guerra y, por tanto, la competitividad, no generan amigos, sino superficiales compañeros de viaje, extraños compañeros de viaje, como les ha ocurrido a los USA con los talibanes y Al Qaeda, y luego con los más extremistas de ISIS. Siempre es así. En otros casos, es Roma quien no paga a a los traidores, como cuenta la historia-leyenda de los que habían matado al famoso líder lusitano.
En Madrid -y seguro que no estaré acertado en mi comentario para los que se sientan «mucho» madrileños- encuentras unas amistades inmediatas, al segundo, pero son superficiales a más no poder. Para hacer amistades en Madrid tiene que ser con gente de otras comunidades o naciones, sino es realmente difícil que se llegue a amigo. Madrid se parece mucho a lo que estoy afirmando en general sobre los USA, aunque aquí el Poder y tal vez la monarquia sustituyen o no los dólares norteamericanos. Y no digo más.