Sentido práctico, sentido práctico, ya me gustaría que en nuestra cultura mediterránea, tuviéramos más sentido práctico, eso que sí tienen los de las islas llamadas británicas. Es cierto que cada vez, aunque sea por necesidad, empezamos a tenerlo, pero …. queda mucho trecho. Dice Lucas Mallada que somos demasiado «fantasiosos» y tiene razón … somos buenos hasta que montamos las cosas, pero a la hora de ponerlas en marcha ….. es otro cantar.

Los primeros que exageran los sentidos ideológico-teórico son los profesores en todas sus enseñanzas. Casi sólo teoría. Cuando te encontrabas con alguno que ponía un ejemplo, te quedabas encantado; ya no digamos si era un caso, y por supuesto, si era un ejemplo experiencial derivado de su propia vida. Recuerdo un profesor de «integración de balances» que nunca hablaba de eso, sino que nos decía «cómo podíamos defraudar a la hacienda». Tenía un gran éxito, porque era práctico, sobre todo, en un país como este, donde Bárcenas hay a montones. Es por poner un ejemplo.

Sentido práctico, sentido de la realidad, sentido de la vida, sentido de lo útil. Parece que lo útil es desechable en una sociedad como la nuestra, que hay que hacer las cosas sin que se note que tenemos que comer para vivir. Tal vez por eso tienen tan mala fama -absolutamente inmerecida, pero que expresa bien lo que es la cultura dominante- los catalanes: la pela, la pela, exagera la cultura dominante sobre ellos. Y no es eso, sino un sentido práctico que mayoritariamente y sobre todo, en la meseta y más en Madrid, casi nadie lo convierte en un valor.

A aprender a hacer las cosas, y no a fantasearlas …. hacer cosas es mucho más difícil que conocerlas teóricamente. Hacer las cosas y hacerlas bien tiene mucho más mérito; lo otro con tal de clavar los puños en la mesa y leer, reflexionar y hasta criticar … basta.

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