Estamos en recesión cuando hemos remontado la cima del ciclo económico y no hemos «negociado» la recuperación. Las variables básicas del ciclo pierden importancia, específicamente el empleo y la inversión, aunque en paralelo también cae la demanda y la producción.
La recesión es una consecuencia de la forma de crecer el sistema capitalista. Crece de forma desproporcionada, enfatizando con facilidad en la producción de bienes y servicios y poco a poco teniendo problemas para que la demanda (que está en función de las rentas percibidas) mantenga el crecimiento de la producción, produciéndose un gap, un vacío entre lo que se produce o se puede producir y lo que se demanda realmente. El resultado es que poco a poco las mercancias no pueden venderse, y se van forjando stocks y en esa medida, los costes aumentan, y se empieza a despedir a empleados, y a dejar de invertir, porque no es suficientemente rentable. También se tiende a corregir una de las variables que tiende a crecer en la expansión, los salarios y las condiciones de trabajo y de vida, generando desempleo masivo y reduciendo substancialmente la capacidad de negociación de los sindicatos y la capacidad de respuesta de los trabjadores, al tiempo que aumenta el paro y disminuyen los salarios. Todo esto viene motivado básicamente por las leyes de acumulación privada del capital, que acaban acopiando una parte más que proporcional del valor generado por los que se han esforzado. Esa expropiación genera en lo básico el gap oferta-demanda, y se produce lo que Marx llamaba crisis por sobreproducción, o sesenta años más tarde llamó Keynes, «insuficiencia de la demanda efectiva».
En ambos casos, la terapia aconsejable es que el Estado se haga cargo de compensar esa insuficiencia. Es tradicional, de siempre, que en etapas de depresión económica, los dirigentes orienten sus esfuerzos hacia aumentar la inversión y hasta el consumo-gasto públicos. Es una reacción que está contemplada en la idea teórico-práctica del Estado liberal, como aquél que puede contribuir a compensar los desequilibrios del sistema.
Tengo que decir que lo más difícil para el sistema es salir de sus depresiones, los puntos de inflexión siempre son difíciles, cambiar de rumbo tiene sus muchas dificultades. Y por desgracia, casi siempre se ha hecho a partir o bien de procesos acentuados de colonización de otros territorios, con la consiguiente explotación de sus recursos; o bien, que es lo más generalizado, mediante guerras, que permiten aumentar la demanda de mercancias y productos que inmediatamente -en la misma guerra- se destruyen, generando nuevas demandas según se usan.
La Segunda Guerra Mundial tuvo su trasfondo en la depresión económica mundial, que ya era tal en Europa desde el término de la Primera Gran Guerra, y se extendió a todo el mundo y el comercio mundial a partir de la famosa depresión de los años treinta en los USA. La Guerra Mundial supuso un impacto de actividad en la economía norteamericana, suficiente para renovar una buena parte de su equipo productivo y relanzar la economía, tanto propia, como mundial, posteriormente a la guerra. En este sentido, se aprendió de la post-primer guerra y no se impusieron penalidades económicas de guerra a los que perdieron, sino que se les dotó de la financiación de un Plan, el Plan Marshall, un plan de inversiones para la reconstrucción de las economías europeas.
De todas formas, pronto el sistema capitalista central, USA, necesitó de nuevas guerras locales para mantener el ritmo de su producción y de su bienestar. Primero fué Corea, luego Vietnam, más tarde, Oriente Medio, después Irak y Afganistán, y en todo caso, siempre bajo el espectro de la llamada Guerra Fría, que suponía una tensión creciente sobre el armamento e indirectamente sobre el mantenimiento del aparato militar-industrial norteamericano. A esto se unió la carrera espacial desde mediados de los cincuenta, y todo ello forjando tal vez, y como se calcula, alrededor de la cuarta parte del sistema productivo propio. Casi se podría afirmar que hoy en día sería imposible que el sistema central no entrase en crisis si no hubiese constantemente alguna guerra importante declarada. Se necesitan guerras para acelerar la producción y para acelerar el consumo de lo que se produce, y por supuesto, como una gran fuente de acumulación de capital y de beneficios de las empresas implicadas.
Las guerras siempre han sido un buen negocio, aún cuando luego se perdieran, pero han sido un gran negocio individual, y también social, mientras están vivas. Hay muchos intereses detrás de las guerras. Muchos. Y los intereses mostrados, los ideológicos o religiosos o de otro tipo, acaban siendo sólo la máscara de lo que encubren, unos intereses económicos extraordinaria e intrínsecamente vinculados. No entender esto, es no empezar a entender las guerras.
Detrás de una guerra siempre hay intereses, a veces claros, como puede ser la de Irak o las que se producen continuamente en el corazón de África, para apropiarse de recursos naturales escasos o sin los cuales no se podría seguir ejerciendo hegemonía política o económica a medio o largo plazo.
Hay también guerras de expansión, dado que el aparato productivo interno y la demografía se han desbocado y en términos comparativos no hay forma de lograr áreas de expansión, como ocurrió con el ascenso al poder de los nazis y su guerra de anexión. Por supuesto, hubo muchos otros factores, pero la estrechez de los mercados en relación a la potencialidad de la economía alemana, en una época en que los mercados estaban muy copados por los países que tenían imperios coloniales.
Hay guerras como las civiles que parece que responden solo a causas internas, pero no es así, y siempre aparecen amplios intereses abiertos o encubiertos avalando las actividades de guerra. La Guerra Civil española fue un buen tubo de ensayo para la guerra mundial que se preparaba por los alemanes. También lo fué en las posiciones de las diversas delegaciones extranjeras respecto a la guerra. La tibia reacción de los gallitos europeos, Francia e Inglaterra, facilitó el atrevimiento de los alemanas a la invasión de Polonia o Checoslovaquia, casi inmediatamente después de terminada la guerra española.
Y detrás de una guerra, acompañándola, hay muchos intereses, pero de los peores, porque si el sistema carece de moralidad en los negocios, el sistema productivo de guerra es absolutamente inmoral, y el fin justifica los medios. Una vez iniciadas, las guerras, son como los conflictos de pareja, no hay quién los pare, entran en una exponencial de violencia que no acaba hasta que todo se destroza. Ambas partes quedan mal, sus soldados y las poblaciones civiles, pero los negociantes quedan bien, los intereses económicos salen muy bien parados de todo esto. Y aún encima no suele haber huelgas, porque el «interés nacional» justifica cualquier defensa, o el miedo a perder la libertad, también. Estabilidad social y grandes negocios, mucho empleo y buenas oportunidades, eso son las guerras en términos económicos.
Por eso, las guerras son la salida «natural» de las depresiones, o por lo menos, la salida más conveniente, sobre todo para el aparato de poder económico y productivo. Y las guerras imperiales mucho más, evidentemente para la estabilidad y crecimiento económico del imperio.
Y … ¿qué está pasando en Europa desde hace unos años en que estamos estancados entre la crisis y la depresión? Primero, que la idea de Europa se ha ido diluyendo en un renacimiento nacionalista de los países integrantes; segundo, que se han acentuado las huidas hacia adelante de los gobiernos para tapar los agujeros que va produciendo la crisis entre sus electores; tercero, que nos vamos fragmentando y enfrentando para mantener nuestras cuotas de mercado respectivas; cuarto, que se ha producido una evidente tendencia hacia la derecha -casi todos los gobiernos en Europa son de derecha, y los que son de izquierda, parecen como de derechas-, hacia el conservadurismo; quinto, se han reducido las tensiones entre los pueblos, en la búsqueda de una identidad más cercana a su propia realidad; ……… (añadan aquí otras consideraciones ….. no quiero ser exhaustivo .. gracias).
Y claro …. esto no sólo ocurre en Europa. Los sentimientos nacionalistas han renovado sus ánimos, con los peligros que eso siempre conlleva. Se nota hasta en el futbol …. o en los deportes en general. Buen caldo de cultivo para los fascismos y nazismos ….. para los racismos, para las luchas de religiones, para los clasismos …… para todo tipo de discriminación.
Esta es la última entrega del video reportaje anterior:
¿Quién se está defendiendo mejor en esta recesión? Sin lugar a dudas, los que siempre se acaban beneficiando indirectamente de las crisis de los países centrales: los emergentes. China, India y Brasil son tres ejemplos de emergentes que están negociando con menos penalidades la recesión.
En los años treinta, los países emergentes eran los exportadores de materias primas que hicieron un gran esfuerzo por sustituir importaciones desarrollando su propia industria. Argentina, por ejemplo. Le duró la expansión hasta mediados de los cincuenta, cuando la economía europea se recuperó merced al plan marshall.
Las etapas de crisis-recesión son favorables a la aparición de gobiernos más cercanos al pueblo bajo, lo que solemos denominar de izquierdas o similares. Toda Latinoamérica está en manos d ela izquierda, excepto Colombia en Sudamérica, y algun país centroamericano y México. Según nos acercamos a los USA es más difícil mantener una línea más a la izquierda, excepto en el caso de Cuba, cuya resistencia al aislamiento económico resulta más que sorprenddente.
La recuperación hace que los países, todos, se preocupen más de los problemas internos y nacionales y descuiden básicamente las relaciones internacionales, en términos generales. Eso conlleva tendencias nacionalistas, regresos hacia formas menos abiertas en general, y políticas bássicamente defensivas y obstaculizadoras. Es como si los países tuvieran que mirarse el ombligo y mirar menos para adelante.
Las formas xenófobas aumentan, los racismos también encuentran su buen caldo de cultivo, y por supuesto, la radicalidad religiosa y mística, como fórmulas para quedarse solos y pensar que son los otros los que nos han traído los problemas. Nada más lejos de la realidad, porque los problemas nunca vienen de afuera, sino del interior de nuestras sociedades, culturas y economías.
Una economía y una sociedad como es la española tiene una gran debilidad estructural, porque no invierte ni tiempo ni dinero en aquello que da futuro a cualquier país: educación, enseñanza e investigación, y por supuesto, sus consecuentes aplicaciones. Una sociedad sin conocimiento, es una sociedad sin futuro. Y ahí reside el gran problema estructural. Lo demás, o es consecuencia de esto, o es su complemento. Acusar al exterior de nuestras insuficiencias es una manera de no darse cuenta de donde vivimos y como estamos.
La recesión en España no han sido las hipotecas norteamericanas, sino el modelo anticuado y especulador sobre el que se montó el crecimiento económico en este país desde hace más de 15 años, y que sencillmaente profundizaba sobre el mismo modelo que ya había en la época franquista, y que a su vez era el mismo de la época de la dictadura de Primo de Rivera, o aún de la Restauración. Especulacion, corrupción, amiguetes, enchufes, ….. ¡oiga, eso me suena! diría levantándose de su tumba Lucas Mallada.
El sistema educativo es asombrosamente atrasado. Es bien cierto que técnicamente no está del todo mal, pero ahí se acaba. Es mas un sistema experto que un sistema educativo. No se educa, se enseñan técnicas, sin gran contenido humano, ni social. Y claro, además, lo técnico es básicamente copiado, porque nosotros no lo producimos. En definitiva, el I+D+i está en las antípodas de donde debería estar. Y el sistema educativo le sigue en penuria y falta de interés y aventura. Estudiar en España es muy aburrido. No hay aventura ninguna, solo repetición y memoria. La inteligencia queda apartada y hasta es perseguida.
El modelo de crecimiento de los años sesenta fué eso, crecimiento, basado en la importaciòn de tecnología ya aplicada. Parece que poco hemos aprendido de esa tecnología, en vez de aprender a copiarla con paciencia, con tesón y sistemáticamente, cada vez que tenemos que hacer un nuevo impulso de crecimiento nos «basta» (sic) con volver a comprar una más actual y nos quedamos tan tranquilitos. Sorprende lo poco que tenemos de lo nuestro, de lo propiamente nuestro. Los japoneses, después de la segunda guerra mundial que perdieron, se dispusieron a copiar toda la tecnología que les llegaba de USA, y acabaron siendo maestros de la tecnología de radios, teles, ordenadores y otros aparatos electrónicos. Saber copiar es un arte, porque copiar no es sólo copiar, sino añadir algo más, aprendiendo de lo que se compra. Eso hacen los hindúes y los chinos y lo han hecho los japoneses, por eso en pocos años harán cosas avanzadas tecnológicamente, porque tienen paciencia para copiar y aprender de lo que copian.
Pero claro estas cosas no se hacen en dos días, o sencillamente diciendo que se van a hacer. Es preciso constancia, participación, voluntad y mucha gente siguiendo esa corriente. Si sólo una minoría está por la labor, ocurre lo que ocurre, nada. Y en cada nuevo momento tendríamos que cambiar todo el mundo para estar donde deberíamos estar. Y cambiar no es fácil, es mucho más viable y rentable innovar todos los días, esforzarse todos los días, buscar todos los días, compartir todos los días, ……
Esto es también la depresión económica y social o parecido:
Una buena composición: