¿Por qué innovar? Sobre todo, para ahorrar recursos, para aprovechar lo que tenemos, para mantener mejor los equilibrios con la naturaleza y disponer de medios para vivir sin los grandes desequilibrios que tenemos. La vida se mueve innovemos o no, todo cambia, todo fluye, como un río. No necesitamos crecer, necesitamos hacerlo todo con menos recursos, equilibrar mejor nuestras actuaciones, hacer menos daño al entorno y a otros seres humanos, aprender a vivir compartiendo. Innovar es también reorganizarse y valorar cuestiones que no está bien que duerman, y sin embargo, otras menos adecuadas estén tan presentes. Innovar es sentir que podemos ser y compartir, y vivir mejor de lo que lo hacemos, y con menos medios, sin profundizar en los desequilibrios que ya hemos producido con nuestra loca acción, que sencillamente permite ambiciones también enloquecidas, yo diría innecesariamente enloquecidas. Innovar es abordar las necesidades, las que son realmente necesidades y comprometerse con la búsqueda de soluciones innovadoras que reproduzcan el medio y lo traten como nuestro compañero de viaje. Innovar es autoorganizarse, responsabilizarse de nuestros actos, saber que a partir de nosotros podemos avanzar en ese objetivo que persigue que todos convivamos.
Creo que vale como introducción de esta entrada, luego vendrán las notas a pié de página.
Utilizar mejor los recursos disponibles, y no gastar los que son no renovables …. una buena meta ….. ¿por qué no conseguir una sociedad que recicla al 100%? Es más, una sociedad en la que las empresas alquilan los productos finales y se comprometen a reciclarlos y devolverlos nuevamente a la sociedad para continuar usándolos bajo nuevos supuestos. Tendremos que comprometer a las organizaciones empresariales para que evitemos la burrada de residuos y contaminación que producimos.
Que las empresas alquilen, que no vendan, que se comprometan en el contrato de alquiler a renovar el material x años después para reciclarlo al 100% y devolverlo bajo un nuevo formato que además permita ser menos lesivo para la naturaleza.
Además, se reducirían todos los efectos de la propiedad …. en las personas que tengan o no tengan, al final hacen presencia de sus propiedades y parece que les configura la vida. La propiedad es un robo, decía con muy buen criterio Proudhon …. y estaba muy cerca de la verdad.
La propiedad es como un grillete, una cárcel para los que la tienen. Las casas o condominios se convierten en pequeños castillos guardados para evitar perder una propiedad efímera. Es horrible vivir siempre entre rejas. Los que tienen se crean sus propias cárceles ….. a veces mucho más carcelarias que las propias prisiones.
Y luego viene la policia, y sus formas represivas ad hoc, que es para «echarles de comer aparte». Cuanto más delito, más policía y más represión, y menos libertades, más encierro moral o vital para todos.
Es curioso como justo ayer estuvimos haciendo, mis alumnos y yo, una reflexión acerca de ese tema. La discusión era a propósito del trabajo, la pregunta inicial era “¿Para qué y por qué estoy trabajando? Y la contestación general fue “para tener una vida mejor y darle una vida mejor a mi familia.” Por vida mejor ellos entendían un coche por persona, una casa grande con una habitación para cada hijo (en general tres), una casa en la playa, una casa en el campo… y así seguía, un listado casi interminable, sí, porque eso nos genera el capitalismo, siempre queremos más y más y muchas veces no sabemos ni siquiera para qué. Yo creo que a todos nos ha pasado lo de comprar algo relativamente caro y no usarlo jamás o un par de veces. Y, cuando nos damos cuenta, nos hemos creado demasiadas necesidades a las cuales hay que mantenerlas porque ya no se puede vivir en una casa más pequeña que no llame mucho la atención de los bandidos, lo cual obliga a que uno tenga un guardia delante de su casa. El hijo no puede estar pendiente de los padres para ir a la escuela porque los padres tienen que trabajar para mantener el nivel de vida, lo que hace que se tenga que recurrir a un chofer y así por adelante….
Hemos llegado – la sociedad capitalista – al punto de que no poseemos nuestro dinero; es él que nos posee a nosotros y que dicta cuál es el próximo paso.
Como dice Roberto “la vida se mueve innovemos o no” y nos queda decidir si vamos a seguir esperando que ella vaya por donde quiera ella o que vaya por dónde queramos nosotros. Para ello hace falta ante todo una reflexión de nuestras reales necesidades. Hoy día se habla mucho en buscarse alternativas para preservar la naturaleza, lo que demuestra que las personas quieren seguir gastándola, pero “de una forma más ecológicamente correcta”; no se da cuenta de que la verdad es que más allá de alternativas para gastar mejor, tenemos que gastar menos.
Me gusta decir que la innovación es el resultado articulado de las cuatros ces: Cliente-necesidad, Calidad, Comunicación-estructura y Conocimiento.
También vengo diciendo que la estructura de la innovación es la calidad de la Intercomunicación, o de la Comunicación.
Y que todo empieza por la necesidad, por la escasez …. y si no hay escasez difícilmente se facilitan los procesos innovadores. No es que me guste que haya escasez, es que es el estado natural, y cuando no lo es, casi siempre hay problemas. Los países naturalmente ricos no son más desarrollados, porque se creen ricos …. sin serlo.
Y tener recursos no facilita la innovación. Tener posiciones de poder, tampoco.
La innovación nace de la necesidad, de la escasez, y a través de los espacios de interrelación, camina hacia la solución parcial y constante de los mismos. Siempre hay nuevos problemas, y por tanto, siempre es preciso continuar dialogando con el rio de la vida. Cuando nos sentimos que ya hemos llegado, empezamos a morir.
Innovar produce satisfacción, autodesarrollo. En realidad, la innovación no se comprende como un impulso exterior, sino como un proceso de autodesarrollo, de autoorganización, de autogestión. El impulso, la motivación tiene que estar adentro, tiene que buscarse adentro. Si te lo dan hecho, los resultados no son los mismos. Es el caso de la abundancia producida por aprovechar las oportunidades que nos dan los otros, en el sentido de apoyar nuestras ideas sólo en subvenciones, en créditos baratos especiales, en cooperación para el desarrollo. Las limosnas no producen innovación; tampoco apoyarla en los otros. Es el caso de España y su poco aprovechamiento de lo mucho que Europa ha hecho por ella durante veinte años. Es cierto que hay mejores carreteras y poco más. El dinero, excesivamente abundante, más bien ha generado pasividad y espera de seguir recibiéndolo, cuando tendríamos que haber crecido y pensar en términos de nosotros mismos, y no de lo que pueden seguir dándonos por esos mundos. Si te regalan las cosas, la mayoría de las veces no produce estímulos, sino apropiación ….. casi indebida.
El resultado final de un proceso innovador es un producto o servicio novedoso, pero eso no es lo más importante, sino que cubra una necesidad real, no una necesidad aparente. Y además, hay que fijarse en los procesos y no en los resultados. Si fomentamos los resultados y no lo hacemos con los procesos, nunca aprenderemos. Son los procesos los que conducen a la innovación. De esa forma, podríamos decir que la llamada innovación, la tecnológica, es sólo el resultado de un proceso complejo que está detrás de ella, y que hace posible que surjan constantemente artefactos que hacen menos difícil la vida. Es decir, sin la innovación a partir de las personas y los grupos, la innovación tecnológica no se produce, como ocurre realmente en nuestro país. Mucho dinero y pocos frutos, ¿por qué? Voy a dejar aquí la pregunta.
No somos un país innovador porque somos demasiado individualistas, porque somos más egoistas de lo debido, porque competimos excesivamente, porque ……. y porque no tenemos paciencia ni hacemos esfuerzos continuados hacia un horizonte, porque lo queremos todo ya, porque no nos asociamos con otros, porque no cooperamos, porque ……..
Y en el fondo, todo eso es un factor cultural y social, una forma de vivir y de ser. Es cierto que hay mucha gente que no es así o que lucha por no serlo, pero nuestras proporciones son peores que las de otras culturas y países, no de todos, sino de algunos, precisamente aquellos que son más innovadores. No es que no seamos, es que no somos lo suficiente.
Las proporciones de los institucionalistas franceses, he vuelto a ellas. Es que las proporciones son muy importantes. Un ejemplo, las proporciones o desproporciones en la distribución de la renta, fomentan o frenan los impulsos al crecimiento. Cuando la renta empieza a empeorar tanto en su distribución que las cosas se hacen agobiantes, el sistema se ahoga. Las proporciones son más importantes de lo que pensamos.
Y los ritmos también son importantes. Querer correr mucho es sinónimo de llegar más tarde a medio y largo plazo. Quedarse parado, más o menos lo mismo. Hay que descubrir tu ritmo, y el ritmo del corazón casi siempre es un buen ritmo. Se necesita un ritmo de aprendizaje para innovar. Y no se pueden dar saltos. La innovación es casi incompatible con los grandes cambios: se produce en otras condiciones y ambientes. La prisa del sistema es mala consejera.
Pero también lo es la vagancia y la apatía. Sin prisas, pero sin pausa. El ritmo marca el rendimiento de los procesos innovadores. Es preciso asimilar los momentos: profundizar en el punto de partida, saber donde estamos, valorarlo adecuadamente, llegar hasta donde ese mismo análisis nos diga lo que podemos hacer, lo que sería más oportuno, y lo que no debemos hacer. Por eso, sistemas de análisis estratégico pobres y rápidos como los DAFO son tan poco adecuados para saber donde estamos. O los focus-group son tan poco adecuados para forjar grupos y cooperación en las organizaciones. Cuestión de ritmos.
En último extremo, los ritmos los marca la naturaleza. El sol marca nuestro ritmo básico; la luna altera nuestras proporciones internas y nuestras mareas. No podemos forjar nuestros ritmos sin tener en cuenta los ritmos de la naturaleza. Forzar los ritmos, como lo hacemos, solo acaba significando conflicto con los equilibrios dinámicos naturales, y consecuentemente, con la vida y acabaremos pagando las consecuencias.
El ritmo de los rios y sus cambios de ritmo según el curso y las estaciones es un buen referente. No podemos dejar de dialogar con el rio, es decir, con la vida misma. Hay momentos para arreglar las cosas y ponerlas bien, hay momentos para sembrar, hay momentos para guardar el crecimiento y apoyarlo, hay momentos para cosechar, hay momentos …….. Saber seguir el ritmo de la naturaleza, es también utilizar los ritmos de la investigación científica, y no dar grandes saltos, y estar preparado para desarrollar diversas competencias en cada momento. Saber documentarse, saber leer y conocer, saber analizar, saber interrelacionar, saber inducir nuevos modelos explicativos, saber desarrollar las consecuencias de esos modelos, saber contrastar, saber ….. volver a empezar, aunque se sepa que nunca se vuelva a empezar, sino que siempre estamos en otra posición.
Lo más difícil de innovar es saber dar el salto de lo individual a lo participado, al grupo como motor de los procesos innovadores. La cooperación está en el centro de todo, y sólo cuando se consiguen unos mínimos es posible avanzar decisivamente.
Y eso no se produce de manera espontánea, sino que requiere de método y de un facilitador experimentado. No es difícil aprenderlo, pero es difícil ponerlo en la práctica.