En el blog de nuestro Grupo GII y también en la Red de Innovación Social y Educativa, he propuesto a los profesores universitarios que quieran participar, al igual que hice el año anterior, una manera de empezar el curso, mediante una investigación sobre necesidades mostradas a través del trabajo en grupo de los alumnos. Con ello no sólo se consigue un material de primera mano, un input de alta calidad, sino también se consigue que los alumnos empiecen a conocerse entre sí en ese primer día de clase; empiecen haciendo cosas y no escuchando, sino haciendo, lo cual es también muy motivador; y sobre todo, que se sientan partícipes del proceso de aprendizaje, desde el primer escalón.
Yo vengo haciéndolo desde hace tres años, y estamos recopilando información con objeto de consolidar un buen diagnóstico de necesidades reales de los alumnos en las aulas. Pero ya de forma más compleja, pero directamente relacionado, he conseguido inputs primarios de investigación que han dado lugar a «Manifiestos para la innovación educativa» Díaz de Santos, 2009, de casi inmediata publicación.
Confiamos en que no sólo este año participen varios profesores más, aportando información añadida, sino que en otras muchas actividades diferentes de la enseñanza se pongan en marcha sistemas similares que pretenden empezar las cosas por donde hay que empezarlas, por preguntar a los protagonistas por sus necesidades.
En mi Universidad, el curso comienza en esta semana, a partir de hoy mismo. Normalmente, el profesor universitario serio y que va el primer día, suele encontrarse con que no están todos los alumnos que debieran estar, en gran parte por la costumbre de más de un profesor de no ir ese primer día. Sin embargo, es una pena desaprovechar ese espacio. Si se les cuenta a los alumnos lo que va a ser el curso, se sabe que no están todos, lo cual reduce la eficacia del discurso, y a veces obliga a volver a contarlo o tener que utilizar las tutorías para repetir una y otra vez como van a ser las cosas. Si se utiliza en plan informal ese primer día, se queda en eso, en empezar informalmente, lo cual normalmente no da buenos resultados. Propongo que el primer día se meta a los alumnos presentes en un tinglado que les permita empezar a conocer a sus compañeros e implicarlos en la investigación sobre lo que necesitarían o les gustaría encontrar en el aula universitaria. Tienen experiencia más que de sobra para hacerlo y son los protagonistas de la fiesta. Por otra parte, para el profesor es también una buena oportunidad de conocer lo que los alumnos piensan, sobre lo que les ha gustado en su experiencia, y lo que no les ha gustado tanto, y hasta sobre sus ideas para mejorar el espacio de aprendizaje.
Estoy nervioso y al tiempo contento de empezar esta semana por fin. El nerviosismo es como el de los actores de teatro o de cualquier profesional que sabiendo tiene incertidumbre sobre las respuestas y sobre su propio comportamiento en ese espacio que ahora se abre. Sé que la experiencia de cada año es siempre mejor, o tiene tendencia a ser de más calidad, pero siempre quedan flecos de incertidumbre, y uno tiene que ponerse en situación, es decir, pensar que es un nuevo reto y que tiene que empezarlo como tal, como se empiezan las cosas que nunca se han hecho, cuidando los detalles. Es eso que dicen tanto en el mundo del futbol: «hay que ir partido a partido». Cada partido es nuevo, cada partido hay que prepararlo puntualmente y estratégicamente, cada partido es un grano más de arena en esa montaña que queremos montar. Ir día a día, pero sabiendo adonde queremos ir y llegar. Y seguir.
Hoy me he levantado sin reloj, eso quiere decir que estoy, que estoy en el comienzo del curso. Que necesito retomar el setting adecuado, que tengo que repasar las cosas y cómo las tengo planeadas, que tengo que ponerme en posición, en el lugar debido y planificado, que no puedo olvidarme de …… y que en el fondo estoy muy contento de que las cosas empiecen. ¡Hay tantas cosas que hacer!
Ahora es el momento de materializar el aprendizaje. No es lo mismo diseñar o rediseñar un curso en un plan docente, que ponerlo en marcha y que se vayan abarcando todos los objetivos que se perseguían. Todos los aspectos del plan son importantes, y aunque hay posibilidades de rectificación, las cosas tienen que funcionar desde el primer momento, desde el primer momento.
Si hay planificación docente y tenemos claro lo que queremos, hacia donde queremos ir y cómo queremos ir ….. es más fácil que las cosas funcionen bien. Para eso yo he trabajado el final del curso del año pasado, lo he trabajado justo cuando terminó el curso, para analizar lo que había funcionado y algunos puntos débiles del curso ya terminado.
Posteriormente, y desde finales de agosto, he empezado a recomponerme de las vacaciones y con la información que tenía, empezar a recomponer, a rediseñar el espacio de aprendizaje.
He visto que me vendría bien, como todos los años, tener unas cuantas experiencias de formación de profesores, que me permitieran también a mi, recuperar el tono y la presencia real en los problemas del aula, y así monté un ciclo de innovación y dos seminarios-taller.
Además, empecé a escribir en este blog y en lunacreciente cosas sobre innovación educativa …..
Todo eso sirve para «hacerme con la situación nuevamente». Ahora sólo queda ponerla en marcha. Seguro que funcionará, pero es bueno que existan algunas incertidumbres, y algunas aventuras nuevas, porque yo también tengo que sentir que las cosas son mejores cada año.
Fue un acierto empezar el primer día por el análisis en grupo de las necesidades y gustos de los alumnos, por lo bien que funciona, por lo que me ayuda, por lo que les ayuda a conocerse y a recomponerse como personas en un aula de aprendizaje y por lo que supone metodológicamente.
Mi tesis es que hay que empezar por donde hay que empezar, por un punto de partida que es ineludible, por los protagonistas. Lo mismo que las organizaciones de todo tipo deberían empezar sabiendo lo que quieren sus clientes. Los alumnos tienen experiencia, mucha experiencia sobre lo que les ha funcionado y lo que no en el aula, ¿por qué no preguntarles directamente?. Ese para mí es el punto de partida del espacio de aprendizaje.
En ese primer día no sólo se hace eso, sino que se incorporan elementos metodológicos con los que vamos a trabajar todo el curso, como es el observador dentro del grupo, y la memoria de aprendizajes que conlleva su figura. También se les induce a una tarea, se les introduce en el trabajo cotidiano, que también van a vivir todo el curso. Desde el primer momento, se les lleva a «tirarse a la piscina». Cuantas menos consideraciones previas, mejor. Esas consideraciones son más efectivas cuando ya se han vivido, así se comprenden mejor. Primero la experiencia, después la confirmación de la experiencia en la teoría o la comprensión. Esto es propio de «aprender haciendo».
También se incorpora una cierta serenidad en el aula: sabemos que se aprende mejor en condiciones no conflictivas, en condiciones amables. Si se sonrie es más fácil aprender. La tensión no favorece el aprendizaje más que en situaciones de auténtico peligro hasta para la vida. El espacio de aprendizaje se ha de construir sobre la base del respeto del otro, y a sus aportaciones. Nadie se animará a participar, si sabe que puede salir mal parado. O sólo participarán los que piensan que pueden dejar mal parado al profesor.
Por último, hay que poner pasión, apasionarse, sentirse apasionado con lo que se está haciendo o lo que se pretende hacer. El ejemplo siempre es el mejor medio para la imitación al modo de cada uno. Que te vean apasionado con lo que haces es tan real como bueno para el espacio de aprendizaje. Es como un permiso para apasionarse con lo que ellos vayan haciendo, y por tanto, una especie de motor de sus avances.
Y …. ya sé que no es muy ortodoxo, pero como véis yo no empiezo diciendo como voy a hacer las cosas. Lo anuncio en esos dos primeros días para el primer día de la semana siguiente, de la segunda semana, porque de esa forma me permite convocar a todos los alumnos para que estén presentes, y no tenga que contárselo sólo a una parte del conjunto y tener que volver a repetirlo al finalizar cada clase a los despistados.
Además, los alumnos en los dos primeros días ya han vivido unas formas de hacer, y lo que les diga, les va a sonar como algo que ya se ha empezado a hacer, coherente con lo que se pretende. No son palabras que hay que comprobar, sino cosas que ya han empezado a ver en el aula en los dos primeros días.
Y de todo esto, y para yo mismo concienciarme del planteamiento, escribo, como estoy haciendo hoy lunes en este blog, con la intención de empaparme yo mismo de lo que voy a hacer. La escritura es no sólo terapéutica, sino que te reconstruye como profesional y como persona. Por eso la utilizo. Y al tiempo, espero que sea de utilidad a quién la lea.