Ya desde finales de los ochenta había colaborado con Santiago Guillén en su Instituto. Pero la aventura surgió a partir de mediados de los noventa, cuando Santiago montó la Asociación para la Innovación, volcada en el mundo internet, y específicamente en dar un poco de forma a lo que estaba surgiendo, por un lado, una explosión de start-ups muy descontroladas, con mucha energía y ganas, pero con poca organización; y por otro, mucho interés del capital inversor en ese sector emergente. Eso coincidía con mayor intensidad en una ciudad como Barcelona, y Santiago me llamó para introducirme en su proyecto. Me dijo si quería presidir la asociación, y participar en ella, aportando mis conocimientos en grupos y en innovación, y yo casi sin pensarlo, le dije que sí.
Era una aventura. No teníamos ni idea de lo que podría surgir, pero poco a poco fuímos construyendo la aventura, y fue tomando forma. Hicimos de todo, pero sobre todo, intentar introducir un poco de racionalidad en un sector desaforado, por nuevo y emergente, por un lado, pero por demandado por otro. Seleccionamos start-ups, las formamos y orientamos a la hora de construir proyectos de empresa que pudieran ser atractivos y a la vez profundizasen en la viabilidad de los mismos. Montamos un gran tinglado para determinar el valor de las empresas emergentes, en donde nos acompañaron muchos agentes interesados, especialmente financieros, hasta acercarnos a un modelo de evaluación de proyectos. Pusimos en contacto a start-ups con business angels -esta era una figura nueva, de la que nunca me gustó su nombre, pero se llamaba así en los USA-, es decir, forjamos espacios donde se encontraban y se contaban sus proyectos, algunos de ellos fantasiosos, pero otros muy viables. Total, que fue una gran experiencia, que no sé cuanto duró, pero creo que unos cinco años aproximadamente.
La crisis de internet en comienzo del milenio, se cargó la aventura. Yo participé metodológicamente, aportando mis conocimientos a un área nueva, pero que tenía ciertas similitudes con otras ya más conocidas. Aporté metodología para generar espacios de conocimiento, espacios de intercambio, de innovación; también para desarrollar las competencias de cooperación dentro de las start-ups; y por supuesto, liderando el programa de investigación sobre la evaluación de los proyectos. Una experiencia más de esta época que yo he llamado soñada, porque tuve una gran intensidad de experiencias innovadoras.
Santiago Guillén ha hecho una labor en su tierra y en la tierra de su tierra que debía ser recompensada de alguna forma, al menos en forma de reconocimiento. Es un emprendedor como la copa de un pino, y sin embargo, no ha tenido el eco que se merece, sin lugar a ninguna duda. Ya he hablado de él en otra ocasión.