No conocí realmente a Baltasar hasta que tenía trece o catorce años. Era de mi calle, él era algo más jóven que yo. uno o dos años, y yo siempre iba con chicos mayores que yo. La primera coincidencia que recuerde fue que los dos estábamos románticamente enamorados de Sarita. Él vivía uno o dos portales más arriba en la calle vizcaya, vivía en el primero. Nunca estuve en su casa, pero recuerdo que a su puerta se ponía una señora que vendía chucherías para niños o verduras o algo así. Es más, hasta es probable que fuese su madre, pero creo que no. Era un chico bajito, y para que lo diga yo, se puede creer. Era más bajito que yo, y hablaba siempre o casi siempre gallego. Al principio, nunca coincidíamos en nada, pero hubo un año en que yo ya tenía unos dieciseis años que siempre nos reuníamos cuatro del barrio, y uno de ellos, era él. Por supuesto, era simpatiquísimo, y contaba muy bien los chistes, y era original, a veces, hasta asombroso. Su madre o su padre eran de Mera y una vez nos fuimos a bañar a Mera. En aquél tiempo ir a Mera, que está enfrente de La Coruña, era una gran excursión, porque estaba como a diez o doce kilometros, es decir, muchísimo. Recuerdo que nos bañamos en una playa que el agua estaba como un témpano, y que volvimos ya al atardecer, en una «cucaracha» y en la baca del autobús, volvimos cantando y con otros, e intimamos con otros grupos que iban por su cuenta. Fue un viaje inolvidable.
Baltasar se hizo aprendiz de pastelero, y lo emplearon en la pastelería de la calle vizcaya, que hacían unos piononos cojonudos, y él también aprendió a hacerlos. Resulta que fue el primero que ganaba dinero, aunque el dinero de su empleo se lo daba a su madre, pero siempre tenía propinas o cuando lo mandaban a entregar pasteles a alguna casa, lo cierto es que enseguida se hizo el «rico» de la pandilla. Durante tres años convivimos como amigos. Luego, al irme yo a Madrid, poco a poco le perdí la pista. Recuerdo que llegaba de vacaciones y lo primero que hacía era buscar a los amigos, pero los amigos ya tenían su vida, y ya no iban a la calle, por lo que casi nunca pude volver a verlos. Baltasar era maravilloso, y muchas veces, en mis charlas al aire, o con mis amigos, lo he recordado. Podría decir muchas cosas de él, pero si espero que su vida haya sido tan buena como merecía, era un gran chaval, un gran amigo.
Salud, Baltasar, ojalã pudieras leerme.
Un bonito fragmento de vida. Seguro que Baltasar en algún momento también los habrá recordado… los buenos momentos nunca se olvidan 🙂
Gracias Paula, la distancia nos hace mejores, eso es muchas veces lo que pasa. Un abrazo, Roberto