Una fábula cortita, que me ha hecho pensar en muchas cosas. Lo cierto es que no se puede tener todo, si tienes mucho, quizás tengas poca calidad, y lo complicado es conseguir mucho y de calidad, casi nunca es posible, al menos en la naturaleza. Ahí va la fábula atribuida a Loqman.
«Una liebre se encontró a una leona y le dijo:
– ¡Yo, cada año, doy a luz a muchos hijos, y tú sólo puedes dar a uno!
– Es verdad -le contestó la leona- Yo sólo doy a luz a uno, pero es león»
Esta fábula, como otras muchas y cuentos, está en un libro que creía perdido, de un personaje tan especial como Jean-Claude Carrière, que en su tiempo colaboró con Luis Buñuel. Sufrí mucho cuando perdí el libro, porque se me produjo una especie de amnesia en torno a él, y no era capaz de recordar ni el nombre del libro, ni el del autor, por lo que me veía impedido a volver a comprarlo. Hace más de dos años que no sabía de él, lo había buscado por todos los sitios, pero como yo digo, «las cosas se ponen allí donde es imposible encontrarlas» -¿tal vez porque tengan la vida que no les atribuimos?-. Después de muchos intentos, de remover librerías y librerías, resulta que estaba en el fondo de mi mesilla de noche, una que tengo -bueno las dos están igual- llena de libros. Me llevé una gran alegría, porque este año me hubiera ayudado a montar alguna «píldora» para mis alumnos, sobre todo en la fase final, en que se me fueron acabando las cosas originales, o se me acabó «el carbón» de la búsqueda y encuentro. En fin, espero no perderlo para el próximo curso. Por cierto, para quién quiera comprarlo, el libro se titula: «El círculo de los mentirosos» y está en Lumen.
Bueno, pienso que en realidad es posible mucho y bueno, pero no es tan fácil de conseguir, pero como todo, es cuestión de esfuerzo. La calidad es una exponencial, en cuanto se empieza, lo difícil es terminar la espiral abierta. Nos enviciamos, como con otras cosas. De alguna manera, podríamos decir que hay rutas sin vuelta atrás, y una de ellas es la calidad. Aunque como casi todo, lo bueno es frágil, pero no nos pongamos místicos, aunque sea frágil también tiene una fortaleza que podíamos llamar virtual, que es la que le confiere su fuerza. Por otra parte, cuando acostumbramos a los clientes a hacer las cosas bien, se convierten en niveles mínimos de exigencia, por lo que si cabe la marcha atrás es todavía más penosa, y si se produce, ya se sabe, siempre hay otro que puede hacerlo mejor, con más calidad y a menores costes: cosas de lo que aprendemos unos de otros.
¿Para qué mucho si no es bueno?
Esa fabula está muy bien, porque si hacemos una cosa bien, aunque sea una, vale más que hacer mil que no tengan calidad. Se me ocurre que lo de las exigencias minimas es para ayudarnos a mejorar constantemente. Lo bueno, y riesgoso, ir mejorando, es que no podemos dar marcha atrás… según pienso. Gracias por esta reflexión.