Decía Nietzsche aquello de que es maravilloso tener mala memoria, porque así podemos volver a vivir las cosas buenas ya vividas como si fueran nuevas -bueno, la frase es parecida, pero no igual, y sinceramente no tengo ganas de ir a repasarla, seguro que si ponen Nietzsche, frases o aforismos en google, inmediatamente saldrá la frase apetecida-.

Nunca se alcanza esa plenitud, pero es posible olvidar más de lo que uno quisiera, y conformarse al estilo Nietzsche, cuando al menos no te acuerdas más que del principio. Eso suele pasar con las novelas y cuentos que uno ha leído. No se acuerda, cree que no las he leído, empieza a hacerlo y de pronto, se da cuenta, de que las cosas «le suenan», y sigue leyendo, creyendo que es una imaginación, que no, que no había leído esto, seguro, como voy a ser tan tonto que he vuelto a comprar el mismo libro, y sigue y cada vez la historia le resuena más en las interrelaciones neuronales, y poco a poco, por fin, acepta que si, que ya lo ha leído. Pero entonces viene la gran decisión: si lo he leído, la leo otra vez o sencillamente hago como un repaso, como si fuera un libro científico, y así voy rememorando sus contenidos. Pero pasa, como cuando uno relee un libro que ha subrayado, si sigue los subrayados, muchos no le parecen acertados; si lee lo que no ha subrayado, esos textos cobran una dimensión nueva y más interesante que la primera vez. Cuando subrayaba los libros -ya hace tiempo que no lo hago-, me atacaban los nervios volver a leerlos, cuando me parecían necesarios, porque no podía leer lo que quería, sino lo que «me obligaba la selección de subrayados de la primera vez». Ahí es donde me dí cuenta de que era un error subrayar los libros, mejor tomar notas, o como mucho ponerlas al margen. A lo que iba, pues si decides leer otra vez la novela, hay momentos en que «te saltas» algo porque te parece que ya «has cumplido» y tienes poco tiempo para releer; y si decides darle un repaso es horrible, porque no te enteras de nada. Total, que a veces es una pena tener memoria, y acordarse de lo que uno ha leido, y de acuerdo con Nietzsche ojalá no tuviéramos nada de memoria cuando nos vuelven a pasar cosas que hemos vivido con «tesão» como dicen los brasileños.

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En la práctica es mejor olvidarse de las cosas buenas de la vida, luego nos amplían la sonrisa cuando las reencontramos, pero tampoco es bueno perder demasiado la memoria de lo bueno, porque sino al final solo quedaría aquello que no nos interesa recordar. Lo mejor es recordar, pero hacer como que no, cuando las cosas son buenas, para sentirnos sorprendidos; y hacer como que si, cuando son peores, así las cortamos antes de que vuelvan a suceder. Es mejor ir prevenidos. Bueno, me dirán, esas son cosas de «gallegos» y tendrían razón. No nos importa ver los problemas antes de que sucedan y enfrentarnos a ellos; nos fastidia vernos sorprendidos en nuestra propia ignorancia y falta de previsión, cuando algo viene y no lo hemos analizado y anunciado. Somos de la botella medio vacia: si al final está medio vacia, pues nada, tan tranquilos, porque ya lo habíamos anunciado; pero si está medio llena es magnífico, es una buena sorpresa, es maravilloso. Estar prevenidos para poder alegrarse. Vaya consejos que se me ocurren. A veces, sería necesario ser menos agoreros, pero …. no se puede elegir como ser, se es.

Me pregunto porqué habré pensado en un zorro y además, polar. Pobres, con el deshielo lo van a pasar mal, aunque puede ser que cambien de color de piel en unas generaciones y se hagan como los «golpes»-raposos de mi tierra.

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4 comentarios en «Olvidar o hacerse el olvidadizo»

  1. Creo que volver a leer el mismo libro y darse cuenta de eso solo al final sea algo casi magico…aprendes mejor porque aportas tu mismo algo nuevo a lo que lees, lo interpretas con nuevas herramientas continuamente

  2. ¿»Hacer como que algo está previsto» no es saber desde el principio que uno se está engañando y, por tanto, mentirse a sí mismos para hacernos creer a nosotros mismos que «ya estaba previsto» y que no nos sorprende algo malo cuando, en realidad, nos «parte en dos»? Por si no me explico, iré a una situación extrema: la muerte. No nos cansamos de decir que no somos inmortales, pero vivimos como si lo fuéramos…¿por qué? ¿Acaso es malo saber a ciencia cierta determinadas cosas y actuar (pensar-vivir-sentir) de forma coherente a ellas, en lugar de «obligarnos a olvidar»? O, en el caso del pesimismo, ¿no se puede caer en una depresión imaginada (o cuando menos en una falsa percepción de la realidad), a fuerza de convencerse de que lo que vendrá será (casi) siempre malo?

  3. Olvidar o hacerse el olvidadizo… Casi que prefiero hacerme la olvidadiza, sí. Tanto para lo bueno como para lo malo es mejor así. Porque yo también suelo ver el vaso medio vacío, y es que, en el peor de los casos, ya tenías claro que las cosas igual no saldrían bien, y en el mejor, siempre apuesto por que salgan bien, pese a ser a veces un poco negativa, asi que si algo sale bien, pues doble satisfacción. Es como si el buen resultado te hubiera llegado por sorpresa, disfrutándolo más. Y cuando llega lo malo, pues te suena, e intentas evitarlo, ya estas prevenido con eso del vaso medio vacío, asi que las derrotas acabas afrontándolas con mejor cara, incluso aprendiendo siempre algo de ellas.
    Porque hacerse el olvidadizo te permite vivir dos veces,y en muchas ocasiones, de manera distinta, de ahí también que cada experiencia, aunque repetida, pueda ser una nueva forma de percebir la realidad, y una grata manera de ampliar nuestro conocimiento.

    Hasta pronto.

  4. Yo, como ya he dicho en otro comentario, me siento como tú, muy en línea con lo que comentas. Espero, pero no espero demasiado, de esa forma no puedo «desmoralizarme» por el «posible fracaso». No llego al perfeccionismo, que consistiría en estar siempre amargado por no llegar, y «exigir» a uno mismo y a los demás, constantemente y de forma patológica, que lleguen, que «hagan lo que es debido», «que lo hagan perfecto». El perfeccionismo es contrario al conocimiento, llena de obsesión el conocimiento, le hace perder la gracia de «pasarlo bien» conociendo. Todo acaba convirtiéndose en obligación, y aunque «nos rindamos a la obligación», no deja de serlo. Y por tanto, no es un buen combustible para conseguir metas más altas. Estas se consiguen con libertad, y el perfeccionista, que por cierto se parece en alguna medida al tímido, y al «super-crítico», «no se permite a sí mismo ser libre, ni tampoco a los demás». Es una cuestión de identidad y de autoestima. Pero sería muy largo profundizar ahora más. Seguro que quienes lo leais, también podéis aportar otras cosas, ¿por qué ser exhaustivo, aunque sea necesario aproximarse? Es un mejor recurso no decir la última palabra, porque en el fondo, nunca existe, no hay «últimas palabras», y si alguien las pone, casi siempre tenemos «dogma», que alguien también aprovechará y nos restará libertad. Dejo aquí el comentario, ya habrá oportunidad de seguir.

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