El MINING tiene uno de sus pilares en el método científico, y sigue los ritmos y las etapas del mismo.

Se hace así por razones prácticas: sabemos que la ciencia es la mejor empresa, sin dudarlo, de los últimos quinientos años (más empleo, más financiación, más supervivencia, más innovación, más adelanto a las necesidades). Si la ciencia ha desarrollado su método y lo ha estudiado y aplicado de forma sistemática y da los resultados tan positivos que da, es que es un buen método, y si no lo seguimos, somos incoherentes y poco prácticos.

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El ciclo productivo que utilizamos en el MINING sigue paso a paso las etapas del método científico, y de esa forma, nos aseguramos de hacer las cosas bien, y de conseguir resultados satisfactorios. Es más cerramos los ciclos con un contraste que, en realidad, es el comienzo del ciclo siguiente: modelizamos lo que hemos aprendido, consolidamos.

De este modo:

• primero, nos informamos y documentamos, y empezamos a analizar la situación, nos damos una aproximación al objeto de trabajo. Ese análisis, con sus inventarios de hechos, sus tipologías, sus relaciones, nos permite a través del intercambio de experiencias y aplicaciones, dar prioridades a las cosas, y decidir que es esencial y que no lo es, por donde tenemos que empezar y por donde tenemos que seguir, en que tenemos que apoyarnos.

Dicho en lenguaje empresarial: puntos débiles y fuertes, amenazas y oportunidades. Es cierto que, en principio, no necesitamos un modelo interpretativo de la realidad, pero si lo tenemos, nuestras acciones serán más eficaces y mejor orientadas al objetivo.

• Y así llegamos a la segunda fase: si sabemos donde estamos, sabemos adonde podemos ir –se nos abren múltiples posibilidades y oportunidades, y algunas con mejor pinta que otras-. Por tanto, podemos establecer un proyecto que planifique nuestros objetivos estratégicos a partir de los recursos de los que disponemos. Y así tendremos un plan, que se complementará con un programa (recursos y programación, costes, previsiones, objetivos intermedios).

• Una vez que tengamos el plan y el programa, tendremos que “venderlo” a la organización para que se ejecute: venderlo facilitar la puesta en ejecución, jugárnosla en esa línea de trabajo. Las consecuencias de saber son las que transforman las cosas, las cambian, y esa es nuestra tercera fase.

• Así tendremos que ejecutar el programa, y para ello nada mejor que organizar un sistema de objetivos y responsabilizar a los que van a ponerlo en marcha.

• Ahora sólo nos queda tener un buen sistema de auditoría y comprobar que las cosas van como hemos previsto, o si no es así, rectificar el proceso de ejecución cuanto antes mejor, para evitar costes innecesarios.

• Una vez que lo hemos puesto en práctica y tenemos información sobre los resultados, sólo nos queda recorrer todo el camino que hemos hecho para comprender cómo hicimos las cosas, en qué nos hemos equivocado y cómo podemos evitar esos errores en el futuro: aprender sobre el cómo.

Estas son las cinco fases o etapas en que se desarrolla un programa. Normalmente, cada una se trabaja en una sesión diferente, y las de marketing y ejecución se hacen en la misma.

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