«La acción crea las condiciones para el aprendizaje y lo hace más efectivo y más gratificante».

Me parece imposible que hayamos sobrevivido a cuatro, cinco o seis horas diarias de pasividad en un aula, escuchando o tomando apuntes o respondiendo sencillamente a lo que se nos planteaba. Me parece imposible que todavía muchos alumnos sobrevivan a esa «prisión» y a esa pasividad. Hace mucho que sabemos que la acción es un antídoto, ¿por qué no la fomentamos? ¿Es que nos resulta más fácil tener «dominados»-domesticados en sus mesas a los alumnos o es que tememos su libertad y sus posibilidades?

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