«Que ninguno por ser joven vacile en filosofar, ni por llegar a la vejez se canse de filosofar. Pues no hay nadie demasiado prematuro ni demasiado retrasado en lo que concierne a la salud del alma. El que dice que el tiempo de filosofar no le ha llegado o le ha pasado ya, es semejante al que dice que todavía no ha llegado o que ya ha pasado el tiempo para la felicidad. Así que deben filosofar tanto el joven como el viejo; éste para que, en su vejez, rejuvenezca en los bienes por la alegría de lo vivido; aquél para que sea joven y viejo al mismo tiempo por su intrepidez frente al futuro. Es, pues, preciso que nos ejercitemos en aquello que produce la felicidad, si es cierto que, cuando la poseemos, lo tenemos todo y, cuando nos falta, lo hacemos todo por tenerla. Practica y ejercita todos los principios que continuamente te he recomendado, teniendo en cuenta que son los elementos de la vida feliz» Epicuro «Carta a Meneceo». Hay que recordar siempre a los maestros.

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En 1999 conocí a Francisco Martín Frías y a su inseparable Paco Sosa. Denotaban energía y positividad, parecían dirigentes de una ONG, aunque lideraban una empresa de transporte urgente que le había ganado la batalla a las grandes multinacionales del sector. Lo habían hecho a partir de una doble vertiente: desde el cliente y la sociedad; y hacia las personas, en una dimensión humana de la empresa, que permitía establecer un marco de participación altamente innovador. MRW era el Este en mi modelo, es decir, el mundo del Cliente, el mundo de la madre, el mundo de las raíces, de lo que nace y se proyecta desde ahí. En el libro «En la Espiral de la Innovación» ocupaba el Este -es una forma de hablar-, además, se situaba geográficamente en el Este, en el mundo catalán, aunque su proyección estratégica era hacia el Oeste, porque su proyecto era y es un gran proyecto.

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