Hace ya algunos años conté «mi sueño» a un amigo. Habíamos cenado frugalmente, en mi casa. Y me atreví a decir:
«sabes, tengo un sueño. Me gustaría que lo que he aprendido sirviese para algo, para algo social, comunitario. No sé, quizás construir una fundación que permitiese practicar estas metodologías de innovación en los planos de desarrollo educativo y personal, en un espacio local; y al mismo tiempo, poder aplicarlas a aquellos que dirigen las organizaciones, sean éstas públicas o privadas. No sé, me parece que no sabemos aprovechar aquello que realmente sabemos y que falta una buena dosis de «sentido común». Quizás si fuese capaz de forjar una semilla en el desarrollo territorial, algo que pudiera imitarse, y pudiese también crear una escuela -con mucha libertad, claro, no algo escolástico- de profesores-formadores y líderes que tomasen una ruta diferente, menos competitiva, más cooperativa, más a favor del ser humano, menos bruta, más vital …. Bueno, quizás sólo sea un sueño, porque difícilmente lo veré realizado. Pero es para mí un horizonte, un lugar donde sé que no llegaré, pero me gustaría llegar. Eso me motiva, motiva mi vida, le da sentido a mi vida y a lo que hago. En fin, no creo que nunca pueda ser posible, pero ….. sería bonito».
Más o menos es lo que pensaba. Hasta desde mucho antes he buscado el lugar donde realizarlo. Primero me pareció que el lugar era el sur de Galicia-Norte de Portugal. Busqué un lugar donde ubicarlo. Durante tiempo pensé que era posible. Todavía hoy lo pienso. Este año fuí a Brasil, con la intención de encontrar allí el lugar y la oportunidad. Sigo mirando donde situar mi sueño. Es un sueño para la libertad, pero quizás yo no sepa venderlo, ¿será que no tengo energía para ello o que todavía no he encontrado acompañantes y figurantes del mismo?.
Seguiré buscando en todos los atardeceres, un signo que me indique allí por donde va el sol, cual es la ruta que tengo que recorrer.