No es anti-globalización la política que ya està siguiendo Trump.
– Es nacionalismo improprio;
– es proteccionismo descarado;
– es dumping sin posibilidad de control;
– es xenofobia y racismo;
– es prepotencia y abuso de poder;
– es inhumanidad;
– y otras muchas maldades sin duda sadicas y serà todavía muchas más.
Pero no se pueden esperar sorpresas agradables del personaje. Su prepotencia de empresario super-exitoso le hace un pelin más peligroso. Y desde luego, cumplirà lo que dijo, salvo algunas cositas.
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He oído o leído a mucha gente, sobre todo, periodistas, que se «empeñaban» en decir que Trump era anti-globalizador. Creo que se confunden y muy profundamente. Trump es en primer lugar, un tipo prepotente, casi se siente a sí mismo, omnipotente, un dios o el Dios. Habla como si los demás fueran gusanos. Y como toda prepotencia, viene desde sus «miedos» a que le descubran que en el fondo vale poco -y lo ha demostrado hablando de mujeres y de mexicanos, por ejemplo-; vale tan poco que sólo «huyendo hacia adelante» y sin dar tregua a los demás, puede esconder esa realidad. Y claro, en «huida constante». Además, su prepotencia es la de las cosas que le rodean o de las que se ha rodeado: oro y dorados, como decoración; Melanies y modelitos; hijos como si fueran «clones», todos rubitos, todos igualitos; una «panda» de matones en su gabinete, pero matones a su servicio, auténticos subordinados; y así. De anti-globalizador no tiene nada, más bien de blanquito rico de la américa profunda, que se quedó a principios del siglo XX cuando el maravilloso Thorstein Veblen escribió «La clase ociosa», que por cierto tendrán que leerla muchos para comprender lo que va a pasar de «ostentación» en lo que va a pasar.