Más libertad, tendente a la autoorganización, al autoaprendizaje. Los espacios de innovación o de aprendizaje han de facilitar al participante la iniciativa, actuar con refuerzos positivos y apoyar las energías puestas en común. La libertad individual ha de complementarse con la social, al menos de los que forman o pueden formar nuestros grupos de investigación-acción-aprendizaje.
Lo que se aprende libremente y a partir de necesidades e iniciativas propias, no tiene el mismo sentido que cuando te dicen que «tienes que» aprender tal o cual cosa. El papel del facilitador es fundamental tanto en sus formas como en sus contenidos. Las formas han de facilitar la comunicación e intercomunicación, hacer posible el trabajo con otros, evitación de excesivos emparejamientos y una práctica colectiva dónde no se imponga ninguna voluntad, sino el conocimiento aportado por todos.
Más libertad y más autonomía, más aprendizaje desde abajo, desde la necesidad de aprender, desde la necesidad de hacer, de comprobar, de investigar, de conocer.