Lo primero es aumentar nuestra sensibilidad hacia “el otro”. El otro son muchos: los estudiantes, los otros profesores, la sociedad en general, “el otro es el que finalmente nos salva”. El otro es básico: escuchamos poco al otro, y demasiado a nosotros mismos o a la “academia” -a lo establecido-.
Inmediatamente, o al mismo tiempo, volcar nuestros esfuerzos en saber dónde estamos realmente, que es lo que sentimos haciendo las cosas como las hacemos, preguntar a los demás y a nosotros mismos: ¿por qué nos sentimos en este momento regular y este otro bien?. Diagnosticar el ¿dónde estoy? pero tirándose a la piscina del hacer. Porque en el fondo, sabemos lo que pasa, lo que nos pasa en particular, lo que pasa a otros en formas parecidas a las nuestras, …. y si no nos ponemos a hacer, es porque no queremos hacer, sencillamente. No tenemos que esperar a que nadie nos certifique que estamos en la línea adecuada. Hay que cambiar las cosas …. porque ya lo hemos pensado mucho tiempo, y no resolvemos nada con saberlo en la profundidad de nuestras cabezas, sino poniendo en marcha remedios para lo que hacemos. No a todos los problemas, sólo a aquellos que podemos enfrentar y que son importantes.