Un matiz importante de lo que estamos viviendo es lo que podíamos llamar «la soledad del profesor» que no sólo aparece intensamente en sus comienzos, sino que perdura como un elemento estructural de la función profesoral.

La realidad es que es difícil arroparse en los demás compañeros. Se supone que uno si está ahí es porque sabe, y hasta representa un papel más acentuado de lo que realmente él sabe que sabe. Y esto es más acentuado, si cabe, en los hombres, por circunstancias sociales, y por su dificultad para apoyarse en otros, salvo que los problemas ya les hayan rebasado ampliamente.

Además, el profesor estructuralmente está siempre «entre», siempre en la encrucijada, entre la institución y el alumno, entre lo que representa y lo que se le pide, y sus pruebas o contrastes son pocos o por signos externos, más que como una reflexión que le convenza de que está haciendo lo debido.

Tiene, por tanto, que desarrollar un espíritu fuerte, convencido, eso que llamamos personalidad fuerte -y como todas las personalidades fuertes, en realidad son muy débiles, sólo intentan representar el papel de fuertes-, cuando en el fondo esta dubitativo con toda la sucesión de decisiones que tiene que tomar constantemente. Decisiones que casi siempre se mueven en situaciones subjetivas o subjetivables, y pocas veces, claras, sino que como decimos los gallegos, depende de lo que sea.

Esa soledad es uno de los problemas que queremos resolver con nuestros Encuentros, que dé un paso adelante para contar lo que le pasa, que tenga una oportunidad para compartir lo que hace y como lo hace, que pueda sentirse arropado por otros colegas en cosas que esta haciendo y pueden ser una buena experiencia para ser utilizada en otra situación. Todo eso, creemos, le puede hacer confiar en sí mismo, y a la vez establecer redes de relación con otros profesores, si puede ser de campos diferentes al área de conocimiento donde se mueve, porque en ese mundo es difícil que no haya rivalidad y enfrentamientos, por estar tan cerca, pero si habla un biólogo con un psicólogo, parece que podemos contar muchas más cosas y sin otro riesgo. Estan tan lejos unos de otros que es posible la «confianza» terapeutica.

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En todo caso, la transversalización de los conocimientos es como un paso hacia una síntesis más completa de las cosas que hemos fragmentado en especialidades y áreas de conocimiento, por lo que de esos encuentros, se hará más posible una nueva integración, una síntesis que perciba los intereses y perspectivas de las diferentes especializaciones que hemos ido consolidando en la academia. En fin, buscamos también reducir la soledad del profesor, fortalecer su identidad, consolidar y ampliar sus relaciones y al tiempo, transversalizar sus conocimientos, y que esto permita compartir más intensamente sobre un tronco común.

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