Me había bautizado en la calle con coche en Barcelona. Dos años y pico de andar por sus calles, de atender a los semáforos, entre otras cosas, no pasarlos en ambar -amarillo para aquí-, ir por la izquierda cuando iba a torcer a la izquierda y al revés cuando iba hacia la derecha …. en fin, educación vial …. aprendí a manejar, como dicen los latinoamericanos, con muy buenos modos.

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Venía a Madrid, pero de paso, al final del verano, a ver a los suegros, y no me daba cuenta para saber como era aquí el «tráfico», es decir, lo que realmente tendríamos que llamar tráfico. Notaba algunas diferencias, pero nunca me parecieron excesivas …. pero llegó el día en que volví y llegué a la jungla del tráfico en Madrid. Uno de los primeros días, circulaba por Gran Vía en dirección hacia Plaza de España, y justo antes de la intersección con San Bernardo el semáforo se puso en amarillo y yo me paré ….. el golpe que recibí del que venía detrás fue monumental y por supuesto, se cargó mi pobre 850, pero es que además, tuve que sufrir el cabreo del que me había dado ….. porque había parado en amarillo ….. le parecía imposible. Y lo comprendí de una vez por todas. En Madrid no se paraba en amarillo, y algunas veces tampoco en rojo, ….. porque era un gran peligro … porque ninguno podía aceptar que la señal amarilla significaba que había que parar el coche … y esperar a que cambiase nuevamente el semáforo a verde. No ….. tuve que aprender …. que eso era como era y que si no lo atendía, corría el grave riesgo de volver a estropear mi pobre seat.

Poco después descubrí la doble fila, la triple fila, las paradas allí donde a uno le de la real gana, la falta de aviso cuando se cambia de carril, y el sucesivo y permanente cambio de carril …., la izquierda para todos, la derecha para casi ninguno, porque nadie quiere que le pasen …., y así sucesivamente. Esto era una jungla comparada con lo que era Barcelona, y … tengo que decir, que sigue siéndolo. Aquí todo el mundo parece sentirse el amo, el rey, el que no tiene que atender las normas, y se trata de la ley de la jungla, del más fuerte o del más osado. En Barcelona era, que ya no sé si es así, una forma de compartir el espacio escaso que todos teníamos para circular. Ah, por supuesto, la circulación en Barcelona, a pesar del poco espacio -menor sin duda que en Madrid, y con una ciudad de menos espacio urbano- era muy fluida. Aquí siempre estamos de atascos. No es que haya más coches en Madrid, es que la gente atasca la circulación, cambiando de carril constantemente, aparcando donde quiere y da lo mismo si molesta y siendo lentísimos al salir en verde en los semáforos ….. Aquí siempre se tarda mucho en salir, y yo estimo que se debe a que la gente no quiere que le pasen, y para eso, lo mejor es salir tarde, de esa forma es más difícil que le pasen antes del siguiente semáforo. Por supuesto, también se «pita» más que en otros muchos lugares.

Los de provincias vienen a Madrid y se acomodan rápidamente a la falta de legalidad de la circulación, y entonces, los fines de semana, Madrid se convierte en una jungla salvaje. O sea que ya no nos sirve ni siquiera Darwin para explicar la reproducción de la jungla madrileña, sino que hay que recurrir a algún autor más determinista.

También está claro que las multas siguen siendo una asignatura pendiente, sobre todo para el ayuntamiento que se ve y se las desea para cobrarlas. Hay muchas multas, pero muchos impagados. En Barcelona era raro que te pusieran multas, porque la gente era mucho más disciplinada e integrada en su ciudad. Pero las que te ponían, las pagabas, seguro que las pagabas …. te perseguían hasta que las pagabas. Y eso no es por el «arquetipo» de catalán, sino porque eran serios y el que cometía faltas, tenía que pagar por su falta y punto. Aquí todos son el rey, y nadie quiere pagar ni paga sus multas. Con eso, el ayuntamiento tiene también que hacer trampas y así nos va a todos, porque cada uno va a lo suyo, el ayuntamiento a lo suyo, a construir y construir cosas y cosas, y los ciudadanos a cometer faltas continuas y a no pagar …. así están las finanzas de Madrid, horribles.

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4 comentarios en «Madrid y el tránsito»

  1. He estado recientemente en Barcelona y me ha vuelto a sorprender: he visto muchas bicicletas, he visto las muchas motos que siempre han existido, he visto relativamente pocos coches … -se les ha hecho difícil ir al centro de la ciudad-, he visto mucha gente en bicis, he visto mucho turismo en bici, he visto mucha gente disfrutando de un aire menos denso ….. ….. hoy en pocos meses, volvería a aprender lo que es importante ….. en poco tiempo ….

    Al volver me he encontrado sólo con coches …. unas poquísimas motos …. siempre molestas …. sólo algún «suicida» que va o pretende ir en bicicleta ….. ni un carril bici …. o deben estar en la periferia …. porque en el centro, ni de broma.

  2. Es verdad que en Madrid parece que hay menos atascos, pero yo creo que básicamente se debe a la crisis y a las dificultades para llevar el coche, que aproximadamente cuesta el triple o cuádruple de lo que cuesta el servicio público. Llega un punto en que no tiene sentido llevar el coche propio ….. mejor tomar el cercanías o el metro o el autobús. Pero aún así …. hay muchísimos coches …. ayer por la noche … en la zona adonde iba … no había más que sitios con aparcados en segunda fila, con coches aparcados en las esquinas o en los pasos de peatones, encima de las aceras …. etc. imposible …. sí, imposible.

  3. ¿Cuándo tomaremos conciencia como ciudadanos de Madrid que hay que dejar los coches en casa? Cuando no haya más remedio y nos obliguen a muerte, pero a muerte. El coche, sabemos, expresa muy bien la identidad de lo que se es ….. y sería horrible tener que dejar la identidad en nuestra casa. Si lo hemos comprado, y es para molar, cómo es que lo vamos a dejar en casa …. no tiene sentido.

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