Una de las patologías más comunes en una organización o empresa, sobre todo si es grande, pero también siendo mediana o pequeña, es la «autocomplacencia», lo que comúnmente se dice: «mirarse el ombligo». Los ejemplos son constantes, y casi siempre se producen después de algún éxito. Con lo que podíamos decir que el ombligo está en función del éxito. Sin duda, hay ombligos y ombligos. Hay a quienes se les ha echo un ombligo bien feo, y otros que sin embargo, son más o menos aceptables, y otros hasta pueden presumir de que el ombligo prácticamente no se nota. Casi siempre los éxitos son malos compañeros del ombligo. «Mirar el ombligo» es como mirar el centro de gravedad de una persona, aproximadamente representa el 60% de su altura, un poco más. Pero nadie se dedica a mirar el ombligo desde afuera, sino que se mira la cara o los ojos o el cuerpo en general o en algun aspecto particular, pero el ombligo únicamente si se lleva un pearcing se mira directamente. No es algo precisamente atractivo. Y sin embargo, las organizaciones padecen un exceso de mirarse el ombligo. Les pasa lo mismo a todos los que tienen algún poder, o lo parece. Es decir, miran hacia adentro, hacia abajo: ¿cómo van a avanzar mirando hacia abajo? Mi madre siempre me dijo que desconfiara de las personas que no miraban a la cara y miraban al suelo; ¿cómo van a avanzar mirando hacia adentro? Mi padre me decía que siempre había que mirar con perspectiva, a lo lejos, para saber por donde puedo ir, hacia donde puedo y/o quiero ir. O sea que mi familia explícitamente estaba en contra de los que se miran el ombligo, y yo también, como buen hijo que siempre he sido.

La autocomplacencia es muy peligrosa, porque uno pierde el sentido de la realidad, el sentido de lo que es, y lo sustituye por lo que ha idealizado, a uno mismo, como si fuera realmente ideal, pero no lo es. No es difícil para alguien que mira desde afuera ver que esa organización es autocomplaciente, porque lo expresa hasta en los anuncios que promueve. Los otros lo ven clarísimamente, pero los de adentro no lo ven -y si hay alguno que lo vislumbra, ya se puede preparar porque será el primero en ser despedido-. Por eso, «siempre les pilla el toro», y el adverbio aquí es muy importante, siempre.

Con la crisis muchas organizaciones y por supuesto, políticos han seguido su mala costumbre de no querer saber nada de lo que pasa, y mirarse el ombligo y lo bien que lo hacemos, y cómo somos los mejores y los otros se equivocan, «si ya lo decía yo …», etc. Todos los días lo vemos en los periódicos y en internet, gente que no acepta que la realidad es muy otra a la que ellos quieren ver. Pero en este país pocas personas -y pobre de ellas- son las que realmente contemplan lo que es, lo que pasa, lo que significa lo que vivimos; y muchas las que viven «como si», se idealizan o se miran el ombligo o cargan la culpa en otros, porque ellos ya lo habían advertido y nadie les hizo caso.

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8 comentarios en «Ombligo»

  1. Es difícil no dejarse arrullar por la autocomplacencia cuando se culmina un largo camino de trabajo con el éxito, aunque se por un breve espacio de tiempo. Sin embargo, no es menos cierto que todo se arruga, hasta la manzana más bonita termina teniendo un puntillo marrón.
    Eso sí, tengo que discrepar sobre el atractivo del ombligo. Estratégicamente colocado, tiene un innegable erotismo del que difícilmente soy capaz de abstraerme. Incluso sin piercing 😉

  2. Han hablado tanto de la selección de baloncesto que ayer y hoy me puse a ver sus partidos en el Eurobasket. Horribles, peor imposible. Iban para el oro, y resulta que no daban una: no metían ni los tiros libres. Contra una jovencísima Serbia perdían por goleada, y con una Gran Bretaña de tercera división, sudaban tinta para ganar ….. este es un típico ejemplo de «mirarse el ombligo». Decían los locutores que no se podía creer, y pienso que sí, que es muy fácil de creer, es una cuestión de soberbia y de ombligos. Le pasó lo mismo a la selección de futbol en el mundialito de Sudáfrica este verano. Se lo creen antes de tiempo, y el resultado de mirarse el ombligo es que se pierde el sentido de lo que es …. y la vida va hacia adelante, no hacia el interior de uno mismo a través de su ombligo.

  3. Tenemos poca confianza en lo bueno, y creemos que cuando ya lo hemos hecho bien, lo vamos a hacer siempre bien. Lo primero se explica porque no sabemos aprender, no sabemos aprender a aprender, o no nos enseñan. Esta en niveles mínimos en nuestra cultura. Y lo segundo se explica por sí solo, nos embebemos de nosotros mismos, y acabamos mal, totalmente defraudados y como decía uno de los comentaristas: si perdemos hoy, me agarro una depresión de caballo. Pues eso, subimos tan alto y nos quedamos tan altos, que después la caida es espectacular. Y ya se sabe todo lo que sube, baja.

  4. Tal vez el mayor defecto de una organización o de un equipo sea la prepotencia, que está muy vinculada a la autocomplacencia. La gente se mete dentro de la organización y se hace aseos de popularidad no contrastada, solo dicha en el interior. Esos baños de popularidad injustificados … acaban demostrando que ni siquiera en los mejores tiempos, ni aún cuando ganamos, hicimos del todo las cosas bien, porque no supimos acabarlas. Hacer las cosas bien es pensar que han salido bien hoy, pero que pudieron no salir tan bien como han salido, y que hay factores que nos han ayudado, que otras veces no van a ayudarnos. Pero si pensamos, como pensamos, que somos los mejores …. empezamos a no serlo.

  5. Hemos visto en ese mismo mundo del basket, como los NBA-USA han caído en los campeonatos mundiales y en las olimpiadas con países de menor entidad, como Yugoslavia, como Rusia, como Argentina y hasta como España. Se creen los mejores, pero precisamente por eso, por creerselo, no lo son. En un juego donde es tan importante el equipo, juegan individualmente. Lo mismo de lo que se ha contagiado España. Individualidades sumadas son siempre menos que grupos organizados.

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