¿Hay alguien que dude que lo que más me gusta son los crepúsculos? Pues no sé si lo más, pero casi. El crepúsculo me llena, me llena de vida, de futuro, de pasión. He llegado a salir directamente del avión, corriendo, coger un taxi y en vez de ir al hotel, decir: vamos a Samil antes de que se ponga el sol. Ver un crepúsculo desde Bouzas hasta Caminha es algo especial, pero no es preciso ir hasta Vigo para sentir la pasión del poniente, también se pueden ver esas puestas de sol desde la ciudad universitaria de Madrid, allá donde el sol «se pierde» en las montañas, y deja ese resol maravilloso, rojo, rojísimo, mezclado con grises oscuros.
Para mí el crepúsculo es como una continuidad. Me gustaría poder «seguir al sol» en su recorrido a «nuestro alrededor». Bueno, ya saben que lo decimos así, aunque en realidad sea la Tierra la que da más vueltas que un molinillo. La Tierra gira hacia el Este, y el Sol le responde en su elíptica corriendo a esconderse …. en tierra o en mar. Me impresiona más en el mar, aunque tiene menos colorido, normalmente. Pero la razón que hay detrás de esas pasiones, es muy razonable. Para mí, la vida que imparte el sol es como una linterna o un faro que nos alumbra el camino hacia la innovación. Seguir su estela es como montarse en el progreso. Mirar al oeste tiene mucho significado. Lo decía una amable comunicante en un comentario a una entrada anterior. El Oeste representa la transformación, el cambio:
«Este punto cardinal representa la alquimia que se produce cuando se desecha lo viejo y se abraza lo nuevo. Simboliza la transformación de los cánones y las costumbres antiguas. Es purificación y renovación. Es energía pura, luz y transmutación. Representa el poder del espíritu. Se asocia con el elemento Fuego»
Tal vez yo que soy signo de fuego, puedo sentirlo más profundamente. Tengo varios amigos, sin embargo, que sienten la pérdida, el ocaso, y me dicen que les deprime una puesta de sol. No, a mi me hace querer seguir, querer continuar, querer acercarme a la línea del horizonte.
Por eso me encantó desde que la leí la primera vez, la frase de Cortázar: y sin duda, yo tampoco soy cineasta, pero si me gusta la fotografía y seguro, seguro que he fotografiado más de cien crepúsculos, en todas las partes donde voy. A veces, me pasó más de una hora toma tras toma. Y nunca fotografío del todo lo que ven mis ojos, y lo que siente mi corazón y lo que piensa mi cabeza ……. sólo queda una instantanea en algo que, tiene razón Cortazar, hay que hacer cine y aún así nunca llegaría a la plenitud que se vive viéndolos.
Y me dirán: ¿qué tiene que ver esto con la innovación «de marras»? Y yo les digo: todo, todo.
No hay una palabra que defina con propiedad no lineal los crepúsculos. Y casi siempre le hace a uno pensar en algo triste o decadente, bien al contrario de lo que representa.