«- …….
– «Non señor, non lle foi eisí coma está nise papel que léron, que os papeis teñen conta do que lle poñen enriba, anque non foi moito o que entendín»
Así empieza una de las novelas cumbres en lengua gallega, «A Esmorga», de Eduardo Blanco-Amor.
Me impresiona la fortaleza del acusado («no fué así ….») y con un tono propiamente gallego, añade: «aunque no fue mucho lo que entendí». Me impresiona también esa humildad. Humildad y fuerza, juntos. Así son las cosas, de la humildad a la fuerza, de la «depresión» kleiniana al conocimiento (algo provisional y relativo).
Y añade el personaje que: «los papeles aguantan todo lo que se les pone encima». Y ahí hay algo muy especial. Parece que cuando algo está escrito, es difícil rectificarlo, sobre todo, si sale de una impresora o de una máquina de escribir, no tanto si está manuscrito. Lo que ponen los papeles, lo que ponemos en los papeles, parece «que va a misa». Tal vez por ello siempre queremos publicar, y se dice que uno cumple cuando tiene un hijo, planta un árbol y escribe un libro. Escribir un libro, ponerlo en la imprenta, es como otra dimensión. La escritura hoy se ha democratizado, hay más gente que escribe y mucho, y poca que lee.
Para innovar hay que escribir, hay que saber hacer memoria, tener memoria, partir de lo que ya sabemos, proyectarnos desde lo sólido, lo que ya está, saber tomar la salida sin pensar que es el primer paso, pero haciéndolo con las dudas de un primer paso. Pero más que escribir hay que hacer. La acción ha de acompañarse de memoria, de reflexión, de escritura, de la consolidación de un paso más. Sin acción no hay experiencia, y sin experiencia no hay innovación. Pero hay que hacer como iban los españoles a conquistar: uno actuaba y colonizaba; otro escribía lo que había ocurrido, llevaba su cuaderno de bitácora para su rey, para relatar lo ocurrido. Si no había habido escriba, las conquistas no llegaban a ser, hasta que se escribían. De esos escribas nacieron las primeras críticas a lo que se hacía y cómo se hacía. La escritura acaba conduciendo a la crítica, pero la escritura es autoridad, y en esa medida, impone.