«Sólo conviene la mediocridad. Esto lo ha establecido la pluralidad, y muerde a cualquiera que se escapa de ella por alguna parte» Blaise Pascal (1623-1662) Científico, filósofo y escritor francés.
Siglo XVII y ya ocurría lo mismo. O sea que nos movemos con algo muy viejo, tan viejo probablemente como la historia del ser humano. La banda de los mediocres se reconocen inmediatamente, y bien fortificados, se defienden con pautas automáticas preestablecidas. Uno de sus recursos es esconderse detrás de la pluralidad. En vez de decir lo que hay que decir, que a veces es duro y necesario hacerlo, «pelotean» a la pluralidad y la ponen de su parte, con halagos innecesarios y que evitan siempre el conflicto. De esa forma, siempre están del lado de la mayoría. No serán eficaces, ni tampoco lo que harán lo que debían, pero tienen a casi todos detrás. El mediocre va con la corriente, nunca intenta modificarla.
Las encuestas políticas han ampliado el porcentaje de mediocres en la política, esos que se rigen básicamente por lo que piden los ciudadanos. Si la mayoría pide ocio, pues hay que darles ocio; si la mayoría pide aprobar fácil, hay que hacer que sea fácil aprobar; si la mayoría pide ……. Como es normal, la mayoría lo quiere todo. Ya lo dije una vez en un artículo: lo quiere todo gratis, y bueno, bonito y barato. Si tienen eso, las mayorías no quieren más. Todo consiste pues en conseguir dar algo de lo que piden, y si puede ser gratis total, mejor. Y cuando te preguntan en una encuesta ¿qué vas a decir? pues a exagerar tus pensamientos, de tal forma, que a ver si los que la leen, cambian algo de lo que nos pasa. Resultado: los políticos se encuentran respaldados por los «imposibles» de las mayorías, y todos van detrás de esas encuestas. Toda encuesta o test es en sí mismo un instrumento de dominación para el mediocre, que sólo tiene que alinearse en lo que piensan los otros. Si los otros no quieren trabajar, el discurso ha de ser de no trabajar; si los otros quieren ……. en fin, me repito.
El que es él mismo, se ve en desventaja. Decir la verdad suele ser muy fuerte y poco aceptable para las personas que la oyen, sobre todo, si les afecta directamente. Decir que un grupo ha funcionado mal y explicar por qué, cabrea al grupo y también «a los hermanos» que temen que otro día se les digan cosas parecidas, que no quieren oir. Por tanto, la verdad o el razonamiento quedan excluidos, y siempre se alude a problemas formales, para descalificar lo que es más que razonable, pero molesto. El que aspira a no ser mediocre, lo tiene crudo, porque alguna vez pensará por su cuenta, dirá lo que considera oportuno o justo, y entonces, la pluralidad le marginará. Con lo cual, el mediocre puede actuar de líder para marginar.
No son las cosas así. La libertad demanda que uno luche porque el otro pueda decir su verdad y yo luche para que él la diga, aun cuando sea una verdad que no me conviene ideológica o políticamente. Pero esa postura no es comprensible por el mediocre, que se aprovecha de la coyuntura con un mensaje políticamente correcto. Cousas da vida.
Sigo con Michael Moore, sobre todo para animar a verla. Tomo el último capítulo que es cuando desesperado se lleva a varios damnificados del 11 de septiembre que no tienen ayuda ni asistencia médica para las enfermedades que han contraído rescatando víctimas del desastre, se los lleva a Guantánamo, donde al parecer los «supuestos terroristas» tienen un buen sistema de salud -según dicen las autoridades responsables de Washington-. Por supuesto, no pueden pasar a la base de Guantánamo, y entonces recurren al sistema sanitario cubano que, como se sabe, es uno de los mejores de toda latinoamérica. Es más que curioso.