¿Cuántas cuentas de la lechera hemos hecho en nuestra vida? Pienso que muchas. Tiene algo especial «prometérselas» felices y hasta anticiparnos un futuro seguro y ilusionante, pero la realidad casi siempre ataja nuestras aventuradas propuestas, pero es tan duro volver a la realidad, tan duro. Más de una vez no vale la pena. Pero resulta que si hay algo que puede cambiar el mundo, es conocer, analizar y conocer la realidad en la que vivimos. Las cuentas de la lechera son regresivas y son las que se hacen todas esas personas que esperan que les toque la lotería. Mientras tanto, su vida no vale un pimiento. Y me pregunto yo: ¿y si les tocara, valdría más que un pimiento? Me temo que no es cuestión de suertes, sino cuestión de proponérnoslo, de quererlo, de necesitarlo, de encontrar en nuestro quehacer el placer de buscar algo más de lo que nos parece posible.
Me encanta la respuesta que reconduce la conversación a hacer del 100%, un 133,33%, y todo por una cuestión de quebrados. Quebrados estamos cuando dejamos que sea la posible o imposible suerte, la que tengamos que «esperar sentados». No me digan que no es maravilloso sentir que has ejercido tu libertad, confías en ti mismo y no tienes que mirar los décimos y desesperarte porque «otra vez será». Se me asemeja a los que votan con o sin convencimiento, y hasta se ilusionan con los candidatos, y poco después se sienten defraudados por lo de siempre. Nunca pensé que mi voto valiese nada, pero vale mucho más si decido libremente no ejercerlo. También decido libremente no jugar a la lotería, y confiar más en mi mismo y en lo que hago.
Otra cuestión que resulta sospechosa es que es Hacienda, la señorial hacienda pública, la que promueve la suerte entre los españoles. Por una parte, nos pide sentido de la realidad, y nos tortura con sus impuestos, especialmente el de la renta, y por otra, nos dice: «olvídate de la realidad, y vente con nosotros a un mundo feliz», en el que nosotros HP nos ponemos las botas quedándonos con casi la mitad de lo que aportas. Entiendo que el juego esté en manos de mafiosos o cuasi, pero entonces, ¿que papel juega la Administración de Loterías de nuestro afamado Ministerio de Economía y Hacienda? …. Como mínimo, sospechoso.
También una organización benéfica, la ONCE, la organización de los ciegos, se financia con otros juegos de azar. El dinero del juego, de un vicio que ya expresó tan sublimente Dostoiewski en «El jugador», sirve para reparar las insuficiencias de un colectivo social, que tendría que estar incluido en todo caso en los presupuestos generales del estado, y constituir uno de los pilares del estado del bienestar. Pero no tenemos dinero ni presupuesto para esos menesteres, y la ONCE se ha convertido en una gran organización financiada por el dinero del juego. No sé que pensarán Uds., porque todos lo vemos como algo tan natural, pero si lo piensan, igual llegan a conclusiones parecidas a las mías ….. lamentable, sí, lamentable.
Y una buenísima parte del país haciéndose «pajas mentales» y pensando en resolver sus múltiples agujeros con un «pellizco» en la peor de las loterías de todas, porque es la que reparte menos premios. Claro, como todos la compran, está tan demandada, que se puede hacer mucho más negocio del normal. Los demás sortes, por lo que parece, hay que incentivarlos; el de navidad, se incentiva sólo.
Me dirán que esto también ocurre en otros países. No puedo hablar con conocimiento de causa, es un tema que me preocupa poco, y nunca lo he indagado, aunque cuando ponen alguna película norteamericana o anglosajona en general, el juego tiene mucho que ver con el engaño y con mafias. En cualquier caso, me importa poco que la gente utilice una salida de «cuentas de la lechera» a través del juego en todos los sitios, pues en todos los sitios estamos mal, mal, mal, si es así como yo lo veo y vivo en el mio.
Sin duda, el juego no es la única forma de evitar la realidad. También tenemos las ideologías, los dogmas, las religiones, los discursos y tantas otras …… pero luego todos aceptamos que cuando se juega hay un toque de culpabilidad en nuestra conducta, como si pretendiéramos lograr algo para lo cual no hemos hecho nada, más que hacer cuentas y cuentas de la lechera. Mala cosa que los países no piensen en su propia realidad.
¿Cuántas cuentas de la lechera hemos hecho en nuestra vida? Pienso que muchas. Tiene algo especial «prometérselas» felices y hasta anticiparnos un futuro seguro y ilusionante, pero la realidad casi siempre ataja nuestras aventuradas propuestas, pero es tan duro volver a la realidad, tan duro. Más de una vez no vale la pena. Pero resulta que si hay algo que puede cambiar el mundo, es conocer, analizar y conocer la realidad en la que vivimos. Las cuentas de la lechera son regresivas y son las que se hacen todas esas personas que esperan que les toque la lotería. Mientras tanto, su vida no vale un pimiento. Y me pregunto yo: ¿y si les tocara, valdría más que un pimiento? Me temo que no es cuestión de suertes, sino cuestión de proponérnoslo, de quererlo, de necesitarlo, de encontrar en nuestro quehacer el placer de buscar algo más de lo que nos parece posible.
Me encanta la respuesta que reconduce la conversación a hacer del 100%, un 133,33%, y todo por una cuestión de quebrados. Quebrados estamos cuando dejamos que sea la posible o imposible suerte, la que tengamos que «esperar sentados». No me digan que no es maravilloso sentir que has ejercido tu libertad, confías en ti mismo y no tienes que mirar los décimos y desesperarte porque «otra vez será». Se me asemeja a los que votan con o sin convencimiento, y hasta se ilusionan con los candidatos, y poco después se sienten defraudados por lo de siempre. Nunca pensé que mi voto valiese nada, pero vale mucho más si decido libremente no ejercerlo. También decido libremente no jugar a la lotería, y confiar más en mi mismo y en lo que hago.
Otra cuestión que resulta sospechosa es que es Hacienda, la señorial hacienda pública, la que promueve la suerte entre los españoles. Por una parte, nos pide sentido de la realidad, y nos tortura con sus impuestos, especialmente el de la renta, y por otra, nos dice: «olvídate de la realidad, y vente con nosotros a un mundo feliz», en el que nosotros HP nos ponemos las botas quedándonos con casi la mitad de lo que aportas. Entiendo que el juego esté en manos de mafiosos o cuasi, pero entonces, ¿que papel juega la Administración de Loterías de nuestro afamado Ministerio de Economía y Hacienda? …. Como mínimo, sospechoso.
También una organización benéfica, la ONCE, la organización de los ciegos, se financia con otros juegos de azar. El dinero del juego, de un vicio que ya expresó tan sublimente Dostoiewski en «El jugador», sirve para reparar las insuficiencias de un colectivo social, que tendría que estar incluido en todo caso en los presupuestos generales del estado, y constituir uno de los pilares del estado del bienestar. Pero no tenemos dinero ni presupuesto para esos menesteres, y la ONCE se ha convertido en una gran organización financiada por el dinero del juego. No sé que pensarán Uds., porque todos lo vemos como algo tan natural, pero si lo piensan, igual llegan a conclusiones parecidas a las mías ….. lamentable, sí, lamentable.
Y una buenísima parte del país haciéndose «pajas mentales» y pensando en resolver sus múltiples agujeros con un «pellizco» en la peor de las loterías de todas, porque es la que reparte menos premios. Claro, como todos la compran, está tan demandada, que se puede hacer mucho más negocio del normal. Los demás sortes, por lo que parece, hay que incentivarlos; el de navidad, se incentiva sólo.
Me dirán que esto también ocurre en otros países. No puedo hablar con conocimiento de causa, es un tema que me preocupa poco, y nunca lo he indagado, aunque cuando ponen alguna película norteamericana o anglosajona en general, el juego tiene mucho que ver con el engaño y con mafias. En cualquier caso, me importa poco que la gente utilice una salida de «cuentas de la lechera» a través del juego en todos los sitios, pues en todos los sitios estamos mal, mal, mal, si es así como yo lo veo y vivo en el mio.
Sin duda, el juego no es la única forma de evitar la realidad. También tenemos las ideologías, los dogmas, las religiones, los discursos y tantas otras …… pero luego todos aceptamos que cuando se juega hay un toque de culpabilidad en nuestra conducta, como si pretendiéramos lograr algo para lo cual no hemos hecho nada, más que hacer cuentas y cuentas de la lechera. Mala cosa que los países no piensen en su propia realidad.