Innovación: artefactos (vivencias urbanas 6)

(Innovación – Aldebaran Innovation)

Hoy me he tenido que enfrentar a un gran artefacto, algo que yo creía que era algo «de cine», pero que no, que no, es verdad: un aparato de RM, es decir, de Resonancia Magnética.

Mi oftalmólogo quiere encontrar la causa de mis acúfenos y se le ha ocurrido que tenía que hacerme una resonancia magnética. Fuí confiado, pensando que sería algo como hacerse un análisis de sangre o de orina. ¡Qué ingénuo!. Cuando entré en el hospital, ví ya demasiados cables y conexiones, y algo que decía sobre «nuclear» que no me convenció mucho. Hasta le hice un comentario al que estaba en recepción que, por supuesto, no mereció ni siquiera una sonrisa por parte del chico. Inmediatamente, después de rellenar un formulario sin gran sentido, pero en el que había que firmar, y cuando miraba por qué estaba firmando, me llaman y un joven de buena pinta, se acerca y me dice, como en el Niágara del Guerra: «tranquilo, Bobby, tranquilo».

Me mete en una cabina, y me dice, desnúdese todito, menos calzones y calcetines y póngase una bata y espere. Después de un rato, me llamó, y no me dio tiempo ni a protestar, pero de pronto apareció ante mi el artefacto, ¡qué artefacto! inmediatamente pensé en una película de Woodie Allen, una especie de gran tubo por donde parece que me iban a meter, no se sabe con que «malsanas intenciones». El joven volvió a decirme, túmbese aquí, y póngase estos tapones, porque el aparato hace muchos ruidos. No se preocupe, no pasa nada, pero hace ruidos. Va a estar unos veinte minutos haciéndose esta prueba. Cierre los ojos, no se mueva, y tranquilo, Bobby, tranquilo. Me puso una especie de escafandra, como unas gafas de bucear, me tapo los oidos con algo, además de los tapones, algo que me oprimía, y me vi -sin ver- poco a poco adentrándome en el artefacto.

No fueron veinte minutos, sino probablemente treinta o treinta y cinco, en dos sesiones. La primera, que se me hizo larguísima, los ruidos fueron aumentando, hasta que al final, me decía: pues para curarme un ruidito de nada, me ponen dentro de una resonancia acústica, como si estuviera en una sala de fiestas con 150 de potencia. El aparato hacía todo tipo de ruidos, supongo que más o menos programados, pero no paraba, pasaba de unos golpes, como si el fantasma quisiera advertirme, hasta unos sonidos reiterados e insistentes que dificultaban hasta que mantuviese los ojos cerrados. En tres o cuatro ocasiones mi impresión acústica me llevó a abrir mis ojos, y con qué me encontré, en un tubo iluminado, cuyos neones «me miraban» con insistencia -¿serían ojos del artefacto?-. Sinceramente, estaba impresionado y sudaba, sudaba psicológicamente, pues me parece que no hacía calor en la sala, sudaba de lo que pensaba, de lo que pasaba por mi cabeza, y ¿si este artefacto se rebela como en una novela de ciencia ficción?, o se le cae uno de sus anclajes y me impide salir de aquí …. en fin, por otra parte pensaba que estaba exagerando, y que no iba a pasar nada ….. no se sabe lo que se piensa cuando uno está aprisionado en un lugar así, y siendo invadido continuamente por unos sonidos de futuro, o de pasado, pero insistentes y fantasmagóricos.

Poco a poco fuí perdiendo un poco el sentido hasta de pensar, y entonces me dije: y si esta máquina sirviera para anular mi conocimiento, o para cambiarlo, o hasta para cambiarme mi forma de pensar o de ser ….. ¿no se utilizará para esto? Ya saben, los progres siempre alerta. Al final, oigo una voz en lontananza que me llama, Roberto ….. y me doy cuenta de que me sacan del embudo. Y añade el joven, ahora le pondré un constraste y no se mueva. Eso quería decir que me iba a pinchar, meterme algo en el cuerpo y volverme a meter en la cueva del artefacto. Me preguntó que tal, y le dije, mal, muy mal, esto es horripilante. Y me volvió a meter en el agujero. Me dijo cinco minutos más, pero a mi me parecieron diez o doce ….. hasta en un momento me dediqué a seguir el ritmo -rápido- de los sonidos, para contar los segundos que pasaban, seguía sudando, al fin aquello acabó al oir nuevamente en la lejanía mi nombre en boca de mi joven especialista.

Salí bastante mareado, me di cuenta de que había perdido un poco el sentido del equilibrio. Por fin, me fuí reponiendo, según volvía a la camilla y allí exploté, me pregunté que coño hacía yo allí, porque sinceramente, las resonancias habían alterado todo mi cuerpo, ¿es posible que eso pueda ser bueno? Imposible, seguro que imposible. Yo, cuando hago un diagnóstico social u organizativo, no monto estos números, sino que pregunto, hago como Sócrates y es difícil que alguien se sienta mal, y desde luego, no que una persona que nunca había sentido claustrofobía, salga del lugar sintiéndola y enfadado al máximo con todos los que me han hecho pasar por la tortura del artefacto RM. Menudo trago. No se lo recomiendo a nadie, y me pregunto cómo es posible que se hagan esas cosas, cuando mi homeópata no me molesta nada cuando sabe lo que me pasa, lo diagnostica y trabaja mis problemas a partir de ese punto de partida, más bien en su camilla puedo quedarme poco a poco dormidito, como un bendito. En fin, artefactos, artefactos, cacharros molestos y que no, no pueden ser buenos. Vivencias, vivencias urbanas. Me han dicho que en los pueblos no hay estos artefactos, ¿por qué será que siempre me ha parecido que en los pueblos saben vivir?.

Es evidente que es una prueba para la que hay que estar preparado o seguirla de manera continua. Creo que la preparación fué sorpresiva, porque nadie me explicó que iba a encontrarme. Tienen el artefacto, pero no explican lo que es, si lo explicaran, si te acompañaran con su voz, diciendo lo que va a ocurrir, seguro que la soledad «contra el aparato» que yo sentí y creo que otras personas también, sería más aceptable. Aún así, el aparato hace unos ruidos extremos, parece ser, por lo que ahora me he informado, producidos por los campos magnéticos. Además, algunas cosas debían decirlas. Por ejemplo, por qué se le llama Resonancia Magnética Nuclear, y eso de Nuclear que significa, porque lo nuclear siempre nos suena algo a Hiroshima, ¿no creen?. En fin, aparatos sin alma, y a los que no se les añade al menos el acompañamiento. Y por otra parte, ¿por qué los ruidos en vez de ser tan extraterrestres no son unos hits de moda?. Creo que casi todo se puede arreglar cuando uno se siente acompañado, y no solitario en medio de una máquina infernal que emite sonidos y tambores por doquier.

Entradas relacionadas

2 comentarios en «Innovación: artefactos (vivencias urbanas 6)»

  1. El humor siempre es el mejor compañero y quizás antídoto. El otro día pasé una experiencia hospitalaria también de olvidar. Resulta que me realzaron (con similar inhumanidad) unas ecografías…tras horas de espera (con la vejiga llena para más inri) con una señora aparcada en una camilla en el pasillo, un joven aquejado del estomago amarrándose de dolor y un montón de gente que llegaba y llegaba sin parar… para colmo la «enfermera» (creo que se llaman así porque algunas te enferman nada más verlas) entraba y salía de una puerta en la que ponía NO LLAME ESPERE QUE LE ATIENDAN: ¿Pero cómo me van a atender si no saben que estoy aquí? Tras un rato sale y se digna a decirme que tengo que ir a urgencias a que sellen el volante (cómo que a urgencias si esta cita es de hace un mes???) bueno voy y tras un rato (yo pensando que me llamarían) veo que la enfermadora sale y recoge papelitos, en un arrojo se lo doy y me dice «te llamaremos»…total que tras una hora y mucho me fui con mis resultados dejando tras de mi un escenario dantesco de personas «en espera». Ah, y un dato, no era la sanidad pública. Lo que me pregunto que si la privada está así de saturada…qué están haciendo en la pública para que haya tanta gente pasándose a la privada…¿así es como se desmonta el Estado de Bienestar, mediante el abandono progresivo de los servicios básicos? en fin, humor, porque trato humano ninguno.
    Suerte Roberto, con estos días de Marte y Júpiter…aunque a los acuario no se como nos afecta ¿? un abrazo y ánimo

  2. Gracias, Christian, sigo vuestro blog que crece y es serio y sólido, me gusta. En cuanto a los servicios, estamos mal, y en salud, tal vez peor, porque se añade algo que aunque el servicio sea bueno, actúa sin piedad sobre el «paciente» y es el «misterio» de la medicina. Nunca sabes si saben o si no saben; si haces bien protestando o no; si sería mejor irse o quedarse; misteriosa rama hipocrática. Días atrás puse un video que creo que refleja bastante bien todo eso: el de Juan Luis Guerra del Niágara, ¿no se si lo habrás visto, pero a mi me gusta, bueno, en realidad, me gusta el ritmo del Guerra?. Un abrazo y sigo esperando tus siempre interesantes comentarios.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *