Joseph E. Stiglitz dice:
«El mundo tiene que pensar en nuevas fuentes de crecimiento. Si se quiere basar el crecimiento económico en los avances científicos y tecnológicos, y no en la especulación inmobiliaria o financiera, habrá que reajustar los sistemas fiscales. ¿Por qué a quienes obtienen sus ingresos apostando en los casinos de Wall Street se les grava con un tipo impositivo más bajo que a quienes ganan su dinero de otras maneras? Las ganancias del capital deberían estar gravadas al menos con el mismo tipo impositivo que los ingresos ordinarios. (En cualquier caso, los rendimientos del capital gozan de un gran beneficio, pues no se gravan hasta que no se realiza la ganancia). Además, se debería aplicar un impuesto sobre beneficios extraordinarios a las compañías de gas y petróleo.
Dado que la desigualdad se ha incrementado enormemente en la mayoría de los países, parece indicado que aquellos a quienes les ha ido bien económicamente paguen más impuestos, con lo que no sólo se ayudaría a aquellos a quienes han desfavorecido la globalización y el cambio tecnológico, sino que también se paliarían las tensiones provocadas por el drástico aumento de los precios de los alimentos y de la energía. Aquellos países, como Estados Unidos, que cuentan con programas de subsidio para alimentos (ya sea en forma de cupones u otras) sin duda tendrán que incrementar las prestaciones a fin de que no se deterioren los niveles de nutrición. Y los países que todavía no los tienen tendrán que pensar en crearlos.
Dos factores desencadenaron la crisis actual: la guerra de Irak impulsó la escalada de los precios del petróleo, una escalada que, al aumentar la inestabilidad en Oriente Medio, terminó incluyendo a los proveedores a bajo precio; por otro lado, la aparición de los biocombustibles hace que los mercados agroalimentario y energético estén cada vez más imbricados. Debemos recibir con los brazos abiertos cualquier enfoque basado en fuentes de energía renovable, pero no así aquellas políticas que distorsionan la producción y distribución de alimentos. Y en Estados Unidos los subsidios al etanol extraído del maíz han contribuido más a engrosar las arcas de los productores que a reducir el calentamiento global.
Los inmensos subsidios que Estados Unidos y la Unión Europea han venido otorgando a sus agriculturas han debilitado a las de los países en vías de desarrollo, en los que sólo una parte muy pequeña de la ayuda internacional ha ido dirigida a mejorar su productividad agrícola.
La ayuda a la agricultura ha bajado del 17% del total de la ayuda al desarrollo, el máximo alcanzado, al 3% de hoy, e incluso algunos donantes internacionales exigen que se supriman los subsidios a los fertilizantes, lo que hace aún más difícil que el agricultor sin recursos pueda llegar a competir.
Los países ricos deben reducir, si no eliminar, las políticas agrícolas y energéticas que dan lugar a este tipo de distorsiones y ayudar a los países más pobres a mejorar su capacidad de producción de alimentos. Pero esto es sólo el principio: hemos tratado nuestros recursos más preciados -el agua y el aire- como si fueran inagotables.
Sólo modificando los patrones de consumo y de producción -con un nuevo modelo económico, en realidad- podremos hacer frente al problema prioritario de los recursos básicos».
(Innovación – Aldebaran Innovation)
Una buena lección del maestro Stiglitz, pero modificar los patrones de consumo es realmente algo fácil de decir, pero muy difícil de poner en marcha. Todo induce hacia un mayor consumo. Los que todavía les parece que consumen poco, por eso; y los que consumen ya mucho, porque no quieren quedarse atrás. Es una pena que así sea porque además, el consumismo no conduce a nada más que a consumir y punto. Pero es una mala costumbre que la mayoría de la población no quiere perder. El consumo de masas, la producción para el consumo de masas, y sus variantes, es lo que finalmente acaba produciendo un desafuero en estos términos. Todos podemos hacer algo, pero los que tienen que hacer más son los que promueven este estilo de vida.