Placer y …….

He querido recuperar aquí el final del capítulo primero del libro «Innovando en la empresa», porque es una especie de ensayo corto sobre un tema que sigue estando presente y tal vez lo esté más en un futuro. No he querido modificarlo, aunque he tenido más de una tentación.

«Nadie duda que el «ser social» tiene defensas, aunque limitadas, para enfrentarse o al menos ir contrarrestar esta tendencia básica hacia el placer en la que nos movemos en los últimos tiempos[1].

Porque, en realidad, este supuesto placer de nuestras sociedades desarrolladas, no es tal en términos de economía mundial, ya que cada vez menos tienen más y los que tienen poco, tienen menos que hace veinte años y hasta muchos de los que tenían algo lo han perdido. Si hubiera una medida de «placer» mundial, es probable que comprobáramos como ha disminuido en términos globales, si bien es cierto que está peor distribuido y los que vivimos en la sociedad de consumo tenemos la impresión, al menos la mayoría, que estamos en el mejor de los mundos posibles[2].

Pero esta última afirmación es tan incierta como aquella otra de que estamos muy satisfechos con ese placer consumista que ha de renovarse diariamente para reducir la ansiedad de nuestros deseos incontenidos e innecesarios la mayoría de las veces.

El consumo no conduce realmente al placer, sino que es la creación, la innovación, el esfuerzo, el trabajo, lo que realmente produce placer y sobre todo, inquietud no satisfecha, deseo de mejorar, sensación placentera de aprender y de enseñar, valoración de lo que se tiene y de lo que no se tiene, de lo necesario y de lo innecesario, etc.

Es el mundo de la innovación, como decimos ahora, el mundo del progreso, lo que nos produce placer a largo plazo y nos hace felices, aunque solo sea durante un minuto pleno, seguido de otros muchos de frustración, de esfuerzo no recompensado, de limitaciones que a veces no comprendemos, de esfuerzos que posteriormente se demuestran inútiles, porque nos hemos equivocado de camino….. Pero el placer se consigue haciendo el camino al andar[3], como decía el poeta.

El placer y la vida tienen que ver con lo empedrado del camino, con los descansos a la sombra de una encina o de un pino, con la charla con otro caminante, con compartir su comida y hasta su jergón y sobre todo su experiencia y sus historias, con el sentimiento de respirar y dejar que los demás lo hagan, …. con todo esto y con mucho más.

Pero muy poco tiene que ver con el consumo y con nuestra vida actual, llena de prisas, de atascos, de discusión y de lucha, de aislamiento, de falta de comunicación y de interacción, de droga necesaria para sobrevivir, de incomprensión y soledad, de fobias y de manías diversas, ….. No, ese no es un camino, ese es un lecho más que un camino y no precisamente un lecho de rosas.

Dicen que el mejor camino para llegar a un punto no tiene porque ser la línea recta. Es más casi nunca lo es. Ni tampoco es cierto que el camino más directo al placer produce placer. El camino de la vida está lleno de incidentes que lo hacen rico por heterogéneo y variado y que amplían el campo de nuestra experiencia y de nuestra teoría. No podemos vivir aislados del mundo y pensar que somos el centro del universo. Ya hace mucho que murió Ptolomeo».

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[1] Esta idea en lo fundamental la debo a J.A. Rodríguez Piedrabuena. La sociedad en que vivimos, llamada también de consumo, tiene la vana pretensión de conseguir el placer, en función de una madre inmensa, casi felliniana, de la que podemos «chupar» eternamente. Esta psicología se produce con bastante nitidez en los funcionarios de la Administración Pública, que parecen considerarla como un gran pozo sin fondo, donde se puede beber incansablemente. Los resultados ya los vemos: una Administración arruinada y que ha de pedir limosnas europeas para seguir manteniendo «su ritmo de vida» y el de los suyos. Este mundo de placer es evidente en nuestro país. No puede dejar de asombrarme que si alguna vez salgo por la noche, y ahora que nadie parece que tiene un duro porque -no lo olvidemos- estamos en crisis o peor en depresión, pues resulta que los sitios están llenos a las tantas de la madrugada. Nuestros hijos, que no tienen trabajo, sin embargo, no parece que tengan crisis, ni depresiones. Algo pasa cuando estas cosas ocurren, y mientras tanto, la productividad española es de las más bajas de Europa.

[2] Mejor de los mundos, pero con un nivel de paro superior al 24%; cerca de los cuatro millones de parados y algunos de esos directivos mercenarios diciendo que es preciso llegar a los seis o seis y medio, a fin de que ellos puedan «imponer» sus condiciones de inflexibilidad, de inhumanidad, de falta de interés y de respeto por los otros, a los que tachan cada veinte palabras de «hijos de …». Vamos, un mundo infeliz, pero que aparece como contemplando su propia felicidad con desprecio de los que no se comportan como ellos.

[3] Claro que el camino machadiano me dí cuenta el otro día que los políticos del poder lo usaban de forma interesada y comprendí nuevamente que las cosas tienen el significado que cada uno sabemos asignarle. El Presidente de una Comunidad Autónoma daba una interpretación de hacer el camino al andar, como equivalente a «tirarse a la piscina y luego aprender a nadar». Supongo que a Machado no le hubiera gustado mucho que algo que abría horizontes y se hacía para explorar, para investigar, para vivir, para ver, acabase siendo utilizado para que un «tonto inútil» se ahogase en una piscina. Yo creo que si Machado hubiera querido decir eso, lo habría dicho y mucho mejor.

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