Parece ser -me lo creo, aunque no he podido confirmarlo exactamente- que el 1% de los más ricos de USA acumulaba el 9% de la renta nacional estadounidense en los años ochenta. Ahora acumula el 25%.
Por su parte, los consejeros de las corporaciones han pasado de ganar 40 veces el sueldo de un trabajador medio en los años setenta hasta las 350 veces que ganan ahora. Lo mismo o casi en mayor proporción ocurre con los gestores y directores, y sobre todo, si son del ramo financiero. En definitiva, la distribución de la renta, que ya estaba mal, se ha descalabrado plenamente, y el rico o en buena posición ha reforzado substancialmente su situación, en tanto el trabajador normal se ha empeñecido, con el problema añadido de la competencia global intersalarial, que conduce sus salarios medios reales hacia abajo, y en muchos casos, por debajo del nivel de subsisencia.
Hay que decir también que USA vivía prácticamente en el mundo del «pleno empleo», con un 3-4% de paro, en tanto ahora ese nivel medio ha aumentado hasta casi el 10%, y eso que las técnicas estadísticas para medirlo son cada día más subjetivas o valorativas, o restrictivas, lo cual nos permite decir que tal vez el nivel de paro real en la economía norteamericana roce el 13-15%, siendo un 10% de paro estructural -la equivalencia a pleno empleo en otras épocas-. Los dos factores están sin duda muy relacionados. Una tan fuerte acumulación, concentración y centralización del capital en pocos, detrae rentas de muchos que han de subsistir porque no pueden consumir ni siquiera lo necesario, esto lleva a que el sistema tenga más dificultades para remontar la sobreproducción latente en el sistema, y al no consumirse lo producido y acentuarse el gap con la producción, hacer más difícil la remontada del ciclo y por tanto, la recuperación económica.
Por otra parte, tiene una consecuencias sociales impresionantes y muy negativas, con muchos efectos, el más importante tal vez la subordinación del colectivo de trabajadores a los propietarios y dirigentes de los medios de producción y otras múltiples vinculadas directa o indirectamente a la explotación y subordinación del trabajador, o lo que es lo mismo, a la acentuación del proceso alienador y la pérdida real de libertades por el mismo.
Esta situación viene acentuándose, como un proceso casi estructural, desde hace unos treinta años, y el sistema se ha ido acomodando …. tal parece que estuviéramos metidos en la novela de Huxley («Un mundo feliz»), al menos para los que ya estábamos, es decir, para los trabajadores del primer mundo.
En tanto, los que viven en el denostado tercer mundo, o en una parte, los emergentes parece que remontan …. pero no es del todo cierto. Las condiciones en las que lo hacen, sin duda son buenas oportunidades para ellos, dado que las condiciones son al menos posibles, unas condiciones nuevas en las que se pueden desenvolver y parecer que pueden adquirir cosas que no tenían, pero realmente el fundamento de su éxito está en la sobreexplotación en la que están organizados. Nunca el sistema capitalista ha sido globalmente más explotador.
Es como si viéramos el primer tomo de El Capital de Marx proyectado a toda la humanidad, o a una buenísima parte. Todos esos actos de explotación y de sobreexplotación se realizan hoy con el beneplácito de regímenes que curiosamente todavía mantienen banderas que nacieron de las primeras internacionales, o de sistemas democráticos regidos por dirigentes de izquierda radical, como es el caso de Brasil. Las condiciones de vida de una parte de la población mejoran, pero eso es a costa de que los más ricos de esos países tengan privilegios extraordinarios, como ocurre en el mismo Brasil con la indexación de la deuda interna, u otros, de tipo financiero o fiscal que sorprenden …. aunque cada vez menos.
Lo cierto es que el posicionamiento de los grandes capitales en cada nación y en el mundo se ha fortalecido de manera espectacular en los últimos años. Y así la distribución de la renta no sólo empeora, sino que la única forma de que mejore es que los que no son ellos, se vayan igualando en torno a la subsistencia o hasta por debajo de dicho nivel medio, y sus expectativas sociales se reduzcan con productos de menor calidad, pero formalmente más modernos, glamourosos o llamativos, aunque no duren más que un suspiro.
Lo cierto es también que la distribución de la renta en un país es un dato muy estructural, muy permanente, es difícil modificarlo mínimamente y menos a favor de una mejor distribución. Si acaso los avances sociales en este campo se producen en etapas de mucha expansión y donde los que salen del hoyo, obtienen rentas muy superiores a las anteriores y se puede producir el espejismo de la mejora de la distribución, pero ninguno de los mecanismos, y desde luego evidentemente el fiscal, no son mecanismos ya que ni siquiera pretendan lo que se pretendía hace cuarenta o cincuenta años de redistribuir la riqueza. Ahora la riqueza la distribuye el mercado y sus mecanismos, que están perfectamente engrasados para que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres … y, como se dice en Madrid, y punto.
En Marx a esto se le llama depauperación de las clases trabajadoras ,,,, ley que se explica en función de la tasa de explotación y la concentración y centralización del capital. Si, depauperación de los niveles sociales necesarios para reproducir la fuerza de trabajo, y por tanto, de lo necesario para pagar dignamente un salario.