«La democracia lleva el más bello nombre que existe: igualdad.» Heródoto de Halicarnaso.
Una bella frase, prolongada por la famosa de la revolución francesa: «libertad, igualdad, fraternidad» (el orden es decisivo en esta frase) y materializada por un mercado y un sistema capitalista que no nos hace libres, más que si tenemos dinero para comprar lo que se nos ofrece o tenemos crédito, y luego ya pagaremos nuestra supuesta libertad, que es lo único que realmente se puede obtener en pequeñas dosis: libertad para comprar. La igualdad que viene a continuación y que para Heródoto es la que equivale a la democracia, no se siente ni como argumento. El sistema genera desigualdad, genera mala distribución de la renta y de la riqueza, genera acumulación en pocas manos, genera desigualdad real, porque no se trata de poder votar todos una vez cada dos o cuatro años, sino de desarrollar una sociedad más humana y más justa, cosa que no es muy factible con declaraciones formales que no se corresponden con reales derechos. De la fraternidad mejor ni hablamos, porque es la parte más perjudicada, y más en nuestra coyuntura. El famoso estado de bienestar ha entrado en quiebra de manera significativa, y no tenemos forma de «fraternizar», salvo en las muchas fiestas en las que participamos. Pero es otro tipo de fraternización a la de la revolución francesa. Como mucho hoy se produce en el espacio patriótico, bien sea local, provinciano o estatal.
Pero a lo que íbamos: ¿igualdad, qué igualdad? Y si no hay igualdad, sino desigualdad, ¿dónde está la democracia?. Nuestra democracia es formal, es un «como si» fuera democrática, pero no lo es realmente. La democracia de base, la democracia como participación, como participativa, es excepcional. Y la igualdad es también excepcional y puntual. O mejor, casi ni existe, por no decir, que no sólo no existe, sino que es «negativa», con tendencias a menos ……..
En muchas de nuestras leyes y normas está la igualdad ante la ley y la justicia, pero la práctica es muchas veces perversa, tal vez más veces perversa que adecuada a sus búsquedas.
La frase de Heródoto es preciosa y debía de fundirse en bronce y disponer de ella para cuando uno sale de casa … en el frontal de su puerta.
Pero la igualdad es lo menos parecido a la democracia ….. porque solo hay instantes en que realmente parecemos ser iguales.