Ayer paseaba y pensaba. Podía pensar en muchas cosas porque el ritmo era adecuado, adecuado a mi energía y ciclos. Calculé que iba entre 100 y 120 pasos por minuto.
En un momento probé a acelerar hasta los 150 pasos, lo hice durante un kilómetro aproximadamente: casi no se me ocurrió nada en ese intervalo; iba demasiado rápido …. para mí. Días atrás paseaba, supongo que a un ritmo de 60 a 80 pasos o tal vez menos en algunos momentos, era un tiempo para hablar.
Otra cosa que he observado, para mí lo más difícil no es caminar, sino ponerme a caminar; siempre encuentro alguna razón para no hacerlo, en el fondo, es porque temo que sea demasiado largo, u otras cosas, y algunas veces, desisto de hacerlo. Lo más difícil no es tener la idea, sino ponerla en práctica. Una última observación, es no es igual al comienzo, en el primer kilómetro, que en el último, hay un ciclo.
Al principio, o estás en “coger el ritmo” o “atacas un ritmo demasiado rápido” -tal vez, para acabar antes porque te parece que el compromiso que has adquirido contigo mismo al ponerte a caminar …. puede ser excesivo? no sé, pero ….-. Una última cosa, el ciclo se parece a otros ciclos, como el del sol o el ecónomico. Sube, sube, llega a la crísis, a la cima, y luego, va decayendo, pero sin caer del todo. También recuerdo que en internet pasaba algo parecido, y con los grupos igualmente. Claro que no es igual un ciclo que otro, pero las formas, que es de lo que hablo ahora, sí se parecen.
¿A que me lleva todo esto? Pues a reflexionar sobre algo importantísimo, en mi experiencia, los ritmos, y en concreto los ritmos de aprendizaje, los ritmos y el ciclo de innovación. Intentemos sacar algunas reglas:
– si corres mucho, no piensas o piensas mal
– hay un ritmo para reflexionar y pensar, pero no es igual para todo el mundo
– si el ritmo es bajo, te relajas y acentúas tu relajación yendóte por los “cerros de Úbeda”, y tal vez protestando más de lo conveniente. ¿Sabíais que los que menos trabajan son los que más protestan? o será que protestan porque no trabajan o será que trabajan menos para poder protestar …. en fin, quién sabe.
– hay que mantener un ritmo ….. adecuado a tus capacidades y competencias. No todos tenemos el mismo ritmo. Esto quiere decir que no es que unos sean más aptos que otros, sino que tienen un punto de “calentamiento” y de “enfriamiento” diferente.
– lo que más cuesta es empezar; y si no cuesta empezar es que algo falla, es como tirarse a la piscina sin flotador y con los ojos cerrados: ¿un suicidio?. Pero tener una idea es fácil, ponerla en práctica difícil -y miren que sólo estamos hablando de una persona, figúrense si habláramos de un grupo-.
– cuando empezamos algo nos asalta la idea de que no llegaremos, de que tardaremos mucho, de que tendremos que acortar las cosas, …. inhibidores del ritmo.
– al principio, hay que estar frio, pero algo calentito, como hacen los futbolistas antes de salir al cesped ….. poco a poco te vas calentando …. al final, sudas ….
– en el fondo, saber terminar es muy difícil …. porque en realidad, un paseo no acaba con llegar a tu destino-origen, sino luego con ducharse, arreglarse, cuidarse, tal vez hacer algo de chi-kung, …. en términos de innovación, sería asentando el aprendizaje, haciendo posible que la experiencia no sólo sirva para nuestra vivencia, provecho e interés, sino que se proyecte en los demás, para que puedan imitarla, ….. No terminamos con terminar el camino. Ahí empiezan otros retos que es preciso completar, porque sino, ni siquiera nosotros mismos encotraremos más placer que el propio de la experiencia vivida en sí, una especie de carpe diem; mejor es llevarla un poco más lejos. Ese esfuerzo sirve para uno mismo y sirve para los que no han vivido las mismas cosas y las pueden repensar con nosotros. Y …. así daremos una vuelta más a la espiral de la innovación y de la vida: “devolver mejorado lo que nos han dado o hemos vivido”.
– ……
La Samba de Enredo, la del Carnaval de Rìo de Janeiro, tiene un buen ritmo, tal vez algo rápido …. no creo que se pensar mucho ….excepto en algunas cosas.
Cuando me han propuesto que imparta un curso en un fin de semana, cosa que es moneda corriente, casi siempre he dicho que no. Demasiada información concentrada es igual a casi nada. Esa es mi ecuación.
Meterle 12 ó 15 horas de curso a unos ejecutivos en fin de semana es un asesinato. No tanto porque no puedan ver a su familia, que ya están acostumbrados, sino porque es imposible aprovechar ese tiempo y concluirlo en procesos de aprendizaje. Esas reuniones están bien para hacer convenciones de ventas, en las que unos cuantos hablan y el resto se lo pasan bien. Pero ni los que hablan ni los otros aprenden nada …. o tal vez algunas cosas en plan privado.
Un ciclo razonable debe contener al menos tres reuniones separadas por un tiempo que permita asentar, digerir y poner en marcha alguna aplicación de lo aprendido, entre ellas. El ciclo mínimo son tres reuniones, con tres o cuatro semanas por medio entre cada una de ellas. El ciclo idóneo es de cuatro o cinco semanas, según los temas y proyectos, y con tres semanas entre cada una de las reuniones. Total, 9 ó 12 semanas de ciclo.
En esos ciclos es fundamental marcar adecuadamente los ritmos internos, porque si te excedes en el tiempo, las cosas se dispersan y acaban siendo menos eficaces que cuando te quedas un poco corto de tiempo. Siempre es mejor que queden cosas por decir o por compartir, que llenar excesivamente de información y teoría los espacios de acción-aprendizaje.
La documentación de refuerzo es básica, no sólo su elección, sino su lenguaje. El lenguaje ha de ser llamo, accesible, comprensible, casi como el que se utiliza hablando, porque la gente necesita reforzar su propio aprendizaje, con lenguajes parecidos a los que utiliza. Si el lenguaje es muy rebuscado, las posibilidades de lecturas se reducen.
Aún así, el facilitador tiene que contar que no todos van a hacer las tareas, ni las referidas al proyecto ni las referidas al refuerzo teórico de la experiencia vivida. Excepcionalmente, puede ser cierto, pero hay que estar preparado para esa eventualidad, que no es tal, sino una realidad repetida. Hay que saber reforzar al que ha participado, sin denostar al que no lo ha hecho, pero motivándole a hacerlo la vez siguiente.