Este texto es parte de la síntesis del estudio de directivos que publiqué en 1999 en mi libro: “Innovando en la Empresa”, en su capítulo quinto. Me pregunto cúal es la actualidad del mismo, y me respondo que por desgracia, sigue siendo muy vigente, aunque algo hemos aprendido por el camino. Los Directivos y los aspirantes a directivos saben adonde tienen que mirar para seguir ascendiendo. Y la mirada dominante está vinculada a la subordinación hacia el superior. No es que esto sea inadecuado globalmente, sólo es patología cuando se practica obsesiva, maniatica y únicamente.
Me ha parecido necesario volver a publicar esta entrada, porque sigue teniendo la misma actualidad que tenía cuando se escribió hace diez años -aquí la mostramos en versión comprimida-. La cultura directiva más bien se ha acentuado y ha seguido ampliando las posibilidades de «mirar hacia arriba» del que se hablaba en el libro citado. El descaro prepotente de los directivos y su autoasignación de sueldos desproporcionados en relación con el valor de su trabajo y de sus aportaciones, es una de las razones que ha llevado al sistema y a todos a estar ahora en una depresión «de camello».
Cuando se mira al panorama de los directivos nos damos cuenta de la cantidad de falsedad y la falta de profesionalidad que se respira en esos ambientes, donde no es tanto saber, como parecer que se sabe, ni aportar como siempre estar a disposición de y saber leer el pensamiento del jefe, si puede ser anticipadamente, y por supuesto, nunca ir contracorriente. Todos esos temas tuvimos ocasión de estudiarlos de verdad, desde adentro, y creo que por una sola vez con libertad, en un ámbito profesional directivo en nuestro «Estudio de Directivos» de finales de los ochenta. Los resultados, no todos, pero muchos de los más significativos, y sobre todo, aquellos que podían ser expresados mejor desde una perspectiva teórica, están contenidos en el capítulo quinto del citado libro, que ahora cumple diez años. Es una buena oportunidad para reivindicarlo. Ahí va un extracto del trabajo.
La mirada hacia arriba ……
Lo primero que destaca en este caso es la dependencia de la alta dirección. El directivo estaba preocupado especial y casi centralmente, estructuralmente, por lo que hiciera o dijera el que estaba más arriba. Su actitud es la de mirar hacia arriba antes que en otra dirección (Téngase en cuenta que esto es muy importante, porque el directivo puede mirar al cliente, o puede mirar por su gente, o puede mirar al horizonte, en que entrelaza cliente, accionista, su equipo, y sus jefes. Evidentemente, la forma integrada que busca y actúa en función de búsqueda de rentabilidad para el accionista, de satisfacción para su equipo, y de mejor calidad-precio-coste para los clientes es el horizonte estratégico a conseguir. Aquí lo primero que mira el directivo es a su jefe inmediato o a su director general o a su presidente, y los atiende antes que nada), está pendiente de lo que se diga en las altas esferas.
Está -estaba- preocupado por lo que lo que “necesitaba” el superior (Y tendía a pensar en términos de subordinación interesada, por lo que en la base de esta actitud no está la disciplina o la fidelidad, sino un interés encubierto que busca oportunidades prontas de promoción). De esta forma, “se ponía al lado” del superior -que no tenía que ser inmediato, sino que podía ser directamente el Presidente- y buscaba así espacios de promoción personal y de mejora de su posición en la “pajarera” organizacional, o también buscaba “seguridad”. Esta subordinación interesada centraba una gran parte de las preocupaciones del directivo.
Sin embargo, y por contraste, estaba poco preocupado por su equipo y por su empresa, lo que reforzaría su visión individualista. El equipo tenía que ser un “equipo de fieles”, de “gente de confianza”, que también era “obligado” a mirar hacia arriba constantemente. Es decir, este problema nacía de un estilo de dirección marcado inconscientemente y en la práctica desde las altas instancias, desde la Alta Dirección de la empresa. Equipos de fieles, de hombres de confianza, de directivos que se preocupan por lo que yo -que estoy arriba- necesito.
Por otra parte, y reforzando esta actitud individualista, la preocupación no es la empresa, sino yo mismo a través de mis superiores. Esto produce un mundo de culpas más que de responsabilidades, ya que la responsabilidad primera y última de una empresa y de sus directivos es atender al cliente; sin embargo, el comportamiento se mueve en un plano subjetivo de intereses no profesionales, sino afectivos, donde si no se adopta el rol que se demanda, uno es cesado y apartado del reino de “dios”, y si, por el contrario, juega las reglas implícitas del juego, es promocionado hasta la “diestra” del presidente. La prepotencia y el narcisismo es, en última instancia, la razón de este tipo de comportamiento, y como tal, desarrolla a lo largo de toda la organización, prepotencia -todo el mundo ha de mirar hacia arriba- y narcisismo -nos miramos el ombligo y no miramos adonde necesitamos mirar que es hacia el cliente y sus necesidades-.
Este comportamiento produce una falta de continuidad en las acciones empresariales que están movidas por el “capricho” más que por procesos profesionalizados, y una de sus consecuencias es la sensación de “inestabilidad” que produce entre los equipos de colaboradores y los mismos directivos, que ven peligrar su situación en función de que no se cumpla con lo que se espera que se haga. Esto es paradógico en una situación empresarial de “absoluta estabilidad de empleo”. A pesar de ello, los mensajes del presidente desde casi el comienzo de su mandato eran claros: “en Telefónica, sobra la tercera parte de la plantilla”, con lo que todo el mundo se puede sentir tercera parte, es decir, se ha situado al colectivo en una posición regresiva, de dependencia del superior, porque “su empleo pende de un hilo”.
La forma de reforzar nuestra estabilidad emocional es buscando la protección y la satisfacción del que está arriba, de cualquiera que está arriba, y que puede protegernos, pero al mismo tiempo, puede liquidarnos. Un mundo de culpas, un mundo regresivo, un mundo emocionalmente constreñido, un mundo que depende de la alta dirección. Como se ve, un mundo así no produce empresa, ni tampoco grupo. Esta claro que producir empresa es producir grupo, y viceversa. Pero aquí la faceta profesional no es importante. Es un mundo politizado, en el peor de los sentidos de la palabra, en un sentido maquiavélico o leninista.
Miradas interesadas ….. como estas …..
Estimado profesor Roberto Carballo,
Soy Cristina Perales de Sus. Me dirijo a usted de nuevo con motivo de la tutoría.
He estado en su despacho de 12.30 a 14.00h. Sus compañeros me han dicho que usted había estado antes, así que he decidido quedarme hasta el final. Una pena que no hayamos podido coincidir.
Le ruego que, si fuera posible, amplíe la revisión de la misma. Y, si usted accediera, me dijera el día y la hora exactos.
Gracias por su interés, y disculpe que sea tan pesada.
Reciba un cordidal saludo,
Cristina Perales de Sus.
pd.: también le he dejado una nota en su despacho; es que me agobia un poco el tema de la incidencia y de no haber podido solventarlo.
por favor, cuando quieras comunicarte conmigo escríbeme a mi correo: robertocarballo@cps.ucm.es Gracias y un abrazo, Roberto Carballo
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