El paro estructural en España siempre ha sido muy elevado, pero nunca había crecido al ritmo que lo ha hecho en 2008 y se puede pronosticar que al menos durante 2009 seguirán las tasas. El paro estructural está relacionado sobre todo con la potencialidad del sistema productivo para generar puestos de trabajo y de qué calidad. Y el sistema empresarial español, en términos medios, no genera empleo a no ser que se le estimule mucho o que las condiciones del mercado sean excelentes. El empleo que genera, aún en buena coyuntura económica -etapa alcista del ciclo económico-, es relativamente poco y precario. Tenemos el nivel de empleo precario de los más elevados de la Unión Europea. Y el acceso al primer empleo es sumamente difícil, y cada vez dilatando más los «períodos de prueba», que ya han acabado siendo casi «para siempre».

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Si nos fijamos en el cuadro, vemos como del franquismo se sale con una tasa de paro aparentemente baja, en torno al cinco por ciento. El sistema productivo en el franquismo era tan insuficiente para crear empleo, que expulsaba en forma de emigración una buena parte del «desempleo interno». En esos años, la tasa de paro estructural real se movía en torno al 18-20%, una buena parte del mismo trabajaba en Europa y América como emigrantes. Y además, la tasa de actividad era muy baja, es decir, muchas personas, sobre todo mujeres, estaban fuera de la población activa y de la intención de trabajar. Esto ampliaba nuestro desempleo potencial por encima del 30%, por decir una cifra baja, que expresado en otros términos sería: el sistema generaba menos de un 70% de la demanda de empleo existente, a todas luces, insuficiente. El sistema era y es cutre a la hora de crear empleos. Y los que crea son en términos medios de calidad inferior a la media necesaria.

Vemos como el desempleo se fue acelerando durante los años de la transición, no sólo por la crisis llamada del petroleo, sino y sobre todo, por el retorno de mucha gente desde la emigración exterior, y por el retraimiento del sistema productivo cuando hay crisis-depresión -decrecimiento que es muy acelerado, más que las pérdidas de mercado-. Llegamos a un máximo a mediados de los ochenta de más del 21%, salvándonos el nuevo ciclo, en el que el gobierno de Felipe González «se subió» al tren de las nuevas tecnologías, que iniciaron el ciclo a medio plazo. Aún así, con Olimpiadas y Expo de por medio, no se bajó del 16% de paro a principios de los noventa. En este periodo la tasa de actividad estaba aumentando, aunque seguía y sigue por debajo de la media de la UE. Después de los eventos del 92, otra vez en crisis-depresión, y el paro se va a un máximo de casi un 25% en 1995, uno de cada cuatro españoles estaban en paro, y la tasa de actividad seguía todavía baja relativamente.

Las agresivas reformas del mercado laboral desde mediados de los noventa, bajaron el desempleo, llenando el empleo de precariedad, hasta un 11% a principios de milenio. Aproximadamente desde finales de los noventa, se demanda nuevo empleo de bajo nivel de cualificación que en buena medida es cubierto por inmigrantes, produciéndose el fenómeno de la inmigración de más de 5 millones de personas, que elevan substancialmente la población activa, y el empleo precario. Así llegamos a 2007 con una tasa del 8% de desempleo, habiendo absorbido una buena cantidad de inmigrantes. Este último ciclo a medio plazo se fundamentó en un ciclo expansivo del sistema capitalista en su conjunto, que llamamos globalización, e internamente en una expansión desaforada de la obra pública y de la construcción.

En 2008 se ha desinflado el modelo basado en la construcción, además, el sistema capitalista global también se ha desplomado, y el paro se ha acelerado desde el 8 al 14% en que acabamos el año. Más de tres millones de parados, con estimaciones de casi cuatro para finales de 2009, calculan que nuevamente en cotas del 18-20%. Es decir, regresamos a lo que siempre hemos sido, a lo que yo llamo paro estructural, permanente, indisoluble, sólo solventado por buenas coyunturas, por emigraciones a Europa o a América, por inserción en la Unión Europea con todo lo que significó de subvención y apoyo financiero a nuestras actividades de modernización, etc. Tenemos un sistema que aunque ha cambiado en lo externo, sus «taras» estructurales siguen vigentes.

En 1976 escribí un artículo que se tituló «Salarios», donde se demostraba que desde 1954 a 1975 la distribución de la renta había empeorado. Esto ha sido mucho más evidente desde finales de los noventa hasta hoy. Este es un modelo dependiente. La única diferencia es que ahora somos «cola de león», y antes éramos un país perdido entre el océano atlántico y el mediterraneo. La cola al león se la «pillamos» a mediados de los ochenta, cuando el rollo de las nuevas tecnologías; la seguimos pillando con la entrada en Europa a finales de los ochenta y todo lo que eso significó de modernización, y ahora, es cierto que somos un país ya industrializado, pero también es cierto que tenemos una industrialización débil estructuralmente, porque produce poco empleo, y la mayoría de nuestro empleo se «genera» (sic) en servicios o sector público (¿sabían que hemos multiplicado por cuatro el número de funcionarios públicos o que trabajan para el estado desde mediados de los setenta?). La generación de empleo público puede no ser más que una carga, si no es productivo en los servicios que presta; y la generación de empleo en servicios está muy vinculada, más que proporcionalmente, a las variaciones del ciclo. El modelo de los dos mil se ha basado sobre todo en construcción y obra pública, generando empleo muy precario, que se ha extendido por todo el sistema productivo.

La solución de otras veces ha sido la devaluación. Siempre hemos estado devaluando para seguir compitiendo -es un decir-. Ahora, en el euro, no podemos. No me extraña que ya se empiecen a escuchar voces de que fuera del euro, podríamos hacer lo que siempre hemos hecho e intentar «tirar palante», en plan «huída hacia adelante», como hemos hecho históricamente. Tal vez valga la pena resistir, a ver si de una vez por todas, esto empieza a cambiar, aunque me temo que no va a ser así. Siento ser tan pesimista, pero no, soy realista.

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Un comentario en «Paro»

  1. La tasa de actividad en España es de un 60%. La media europea de quince miembros es un 70%, diez puntos porcentuales por arriba. Países como Islandia, Suiza y los países nórdicos superan o rondan el 80%. Se nota el desarrollo y el acceso de la mujer al mercado de trabajo. La tasa española ha subido bastante en los últimos veinte años, porque nos movíamos por debajo del 50%.

    Potencialmente eso ahora significa que «tenemos» un paro de diez puntos más de lo que dicen las estadísticas, sin contar con los muchos emigrantes que se han quedado en los países de recepción, que podemos estimar en cerca de un millón de personas. Total, que nuestro nivel de paro es quince puntos aproximadamente mayor que el que realmente está en nuestras estadísticas. En este momento, rondaría el 30% y a final de año, el 35%. Para preocuparse, ¿no?. Ya lo creo. Lo que yo digo en la entrada-artículo, el sistema productivo es cutre a la hora de crear empleo en relación con la demanda real y potencial de empleo, y eso que nos pasamos casi veinte años con tasas de fecundidad que no reponían la población (ahora han venido los emigrantes y las cosas han mejorado).

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