(Acabé la licenciatura en junio de 1966. Hasta final de agosto hice el segundo campamento de milicias, y dos días después de terminar, ya era «asesor económico» del periódico 3E, sustituyendo a mi compañero Stuick. Cuento aquí algunas impresiones de lo que fue ese periodo en que yo cursaba mis cursos de doctorado y al tiempo trabajaba en 3E. En julio del 67 me casé y dos días después se cerró 3E. Estaba haciendo las prácticas de milicias en Alcalá de Henares, en un CIR, donde por cierto me pasé el último mes y medio en «banderas» (chirona de oficiales) por enseñar a los de reemplazo cosas que no se podían enseñar, como en qué país vivíamos y la poca libertad que teníamos. Estuvimos más de doce en «banderas». Fue duro, muy duro. Chirona, por antifranquista, en el paro y recién casado, todo junto. Menos mal que a finales de septiembre terminaron mis prácticas y pude buscar un nuevo trabajo ……..)

3E era un periódico económico que visto desde adentro, como tuve la oportunidad de contemplar, era como una miniatura periodística. Me incorporé en una especie de segunda época, un año después de su aparición pública, y estuve casi un año, hasta que en julio de 1966 desapareció en lo que podíamos llamar su tercera etapa. Cuando llegué el director era Mario Rodriguez Aragón que había sido subdirector -creo- de «Pueblo» y había salido por diferencias insalvables con su director, el franquista Emilio Romero. Mi trabajo era realmente relajado. Tenía jornada de 12 de la mañana a 4 de la tarde, cuatro horas todos los días hábiles, y al principio me sentí muy desorientado y por supuesto, bastante callado. Poco a poco fuí atreviéndome sobre todo por la buena relación con «Borobó» y con Mario -también con su mujer, documentalista del periódico y que no me acuerdo como se llamaba, pero me ayudó mucho-. Tenía que corregir las galeradas -la imprenta estaba en los bajos del edificio- y aportar información en forma de artículos económico-financieros de todo tipo. Es claro que en esa época, la información económica era realmente escasa, y el país no estaba demasiado abierto, por decir algo. Lo cierto es que muchas cosas las copíabamos, otras las traducíamos y otras las «creábamos», siempre dentro de muchos límites, propios del mundo de los comienzos de la ley de prensa de Fraga, pero con grandes restricciones a nuestras opiniones. Hasta hablar del tercer mundo podía ser discutido, y no digamos hablar de lo que pasaba en el mundo de finales de los sesenta. La crísis y devaluación de la peseta de alguna forma «acabó» con el periódico …..
El periódico se fue abriendo con la dirección de Mario, pero en pocos meses fue fulminado y sustituido por uno que trabajaba en el centro de la ideología franquista, el Instituto de Estudios Políticos, que dirigía el «famoso» Fueyo, que pensaba dentro de sus lìmites, pero bebía más que pensaba. No me acuerdo del nombre del nuevo director, pero desde el principio fue más un censor que un director. Todo su problema era que «no se publicara» nada que «no se pudiera publicar». Lo leía todo. Yo había montado con compañeros de la cátedra de Sampedro, un grupo EDAE, y dónde a título personal publicábamos pequeños ensayos con nuestro nombre, claro, sobre temas que algunos de ellos estábamos trabajando o investigando. La censura del nuevo director fue implacable y se acabaron los espacios para los miembros de EDAE. Lo retomaríamos publicando en Cuadernos y en el vespertino Madrid, pero más tarde. Lo cierto es que los últimos meses de 3E fueron un tormento de límites y censuras y al comienzo del verano era «evidente» que aquello se iba a cerrar y justo a mediados de julio se cerró.

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El diario 3E había tenido una «vida» de unos dos años, y yo había trabajado de asesor económico durante uno de ellos y lo cierto es que aprendí mucho, pero mucho, mucho, y se desarrolló en mí una cierta simpatía por escribir, por divulgar, por contar cosas para ser divulgadas.

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