Desde ayer me «encuentro» con CONFUCIO y quisiera reproduciros una máxima o aforismo que me sigue emocionándola, aunque es más que probable que la haya leído veinte o más veces. Se titula: «Placeres beneficioss y perjudiciales» y dice así:
«Dijo Confucio: «Hay tres placres beneficiosos y tres clases de placeres perjudiciales. Es beneficioso disfrutar con los rituales y la música bien compuestos (¿recordáis la sesión inicial de los JJ.OO. de Beijing?, por ejemplo), hablar de las virtudes de otros y tener abundancia de amigos que sean hombres excelentes. Es perjudicial el lujo extravagante, la ociosidad disipada y la juerga constante»
¿A que es una maravilla?
Los placeres perjudiciales hablan por sí mismos, y por desgracia, nuestra sociedad es un ¿buen ejemplo? de los tres. No es que no haya gente normal, pero hay demasiados seguidistas de marcas, podíamos llamarles marquistas; también hay que reconocer que no somos demasiado dados a trabajar, aun cuándo estemos horas y horas en nuestros trabajos, siendo poco efectivos-productivos -ya sé que esto me traerá críticas, pero no me importa-, y por último, cada vez más andamos cerca de una «juerga constante» que parece que no lo es más porque tenemos que hacer algo, trabajar, ver a la familia, etc.
“El que quiera perfeccionar su trabajo debe primero afilar sus herramientas” afirma Confucio y casi es seguido por el séptimo paso de Covey (afilar la sierra). Afilar las herramientas es ponerlas a punto, saber lo que vas a hacer, ensayarlo, trabajar sobre ello nuevamente, saber que sabes algo, pero que te queda mucho por saber …… y que nunca llegarás, pero tienes voluntad de intentarlo, una y otra vez …. no es posible la desesperanza más que descansar y reflexionar de vez en cuando, pero nunca desesperar. Como dice bien Coelho, si lo buscas con ahínco, el destino te acompaña y hasta te apoya. Cuando nos quedamos parados, cuando nos afecta demasiado los muchos o pocos problemas que tenemos, finalmente no es posible “tener suerte” o que “la suerte te acompañe”, Si que sería raro que sin intentarlo, te “cayera oro del cielo”. Imposible, o tan poco probable, que si no lo intentamos y somos constantes, nunca llegaremos a nada.
Perfeccionar lo que se hace es lo mejor que uno puede hacer: aprender a hacer las cosas mejor. Eso sólo se consigue con paciencia, persistencia y esfuerzo. El resultado no es seguro, pero mucho más probable que si nos “tiramos a la bártola” o nos cansamos enseguida. Perfeccionar nuestro trabajo es perfeccionarnos a nosotros mismos, no dejarnos llevar por la laxitud, por la desgana o por todas esas cosas de las que nos habla Lucas Mallada en Los Males de la Patria: de la desidia, en definitiva. Perfeccionar lo que hacemos y cómo lo hacemos, nos hace, nos da identidad, nos refuerza, nos permite reconocernos y no caer en las culpas a las que son tan propensos muchos de nuestros compatriotas.
Nosotros tenemos que arreglar las cosas. No tenemos que esperar nada de los Gobiernos que sólo ayudan a los que están a su alrededor. Ahora bien, si buscamos dinero rápido, se les hace la pelota a los Gobiernos y a lo mejor nos cae alguna subvención o algo así. No, nosotros somos los que tenemos que “coger la sartén por el mango y el mango también”. Si nosotros decaemos y no nos perfeccionamos, lo normal es que nos vaya mal. No hay nada seguro de que si queremos caminar en un sentido vayamos a llegar, pero al menos, lo intentamos y en un buen porcentaje, lo conseguiremos.
La pobreza en un país europeo tenía que avergonzarnos tanto que no pudiéramos casi vivir sin abordarla e intentar resolverla. Según Confucio éste país en el que vivimos es UN PAÍS MAL GOBERNADO, porque ni nos avergonzamos de la pobreza, ni desdechamos la riqueza que buscamos/busca todo el mundo. MUY MAL GOBERNADOS, HORRIBLEMENTE MAL GOBERNADOS.