¿Por qué no innovamos?

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Primer responsable: el ejecutivo, el gobierno, los gobiernos y sistema social y capitalista

Primera razón: se quiere hacer cambio y de pronto ser los mejores. Falta practicidad en lo que plantean, son mensajes, en cierto modo, imposibles; y se plantean desde una posición grandiosa. No han aprendido que para avanzar hay que empezar por abajo, por una posición que llamaría Melanie Klein: posición depresiva. Frente a esto, que sería lo correcto, se fomenta la grandiosidad y lógicamente, no se llega a ningún sitio. Y sino miren uds. lo que es hoy en el mundo la famosa “marca España”: una mierda colgada de un palo.

Segunda razón: no se enfatiza en lo necesario, y las claves para llegar a tener un país que genera innovación él solito son: el sistema educativo que aquí como dice el representante de PISA es de hace veinte o treinta años atrás: ni es útil, ni es práctico, ni es bueno para saber, porque el conocimiento tiene que ver con su practicidad y no con su ampulosidad y grandeza. Las Claves son la educación, la sanidad, las PYMEs y lo local. Las dos primeras son bombardeadas sistemáticamente por el gobierno e instituciones, y aún por la sociedad, al menos la primera; las PYMEs son la gran asignatura pendiente, llena de oportunismo, pero sin soluciones básicas, allí donde realmente puede haber innovación (las grandes empresas no innovan, porque no saben innovar, sólo compran otras que están innovando) y lo local que está plenamente desasistido por las centralizaciones sucesivas del Estado y de las Comunidades Autónomas, y aislados, de tal forma que al final son sólo marcos donde se desenvuelve cualquier forma de corrupción, a partir de los recursos que disponen, que no son más que el uso especulativo de su tierra, en lo básico.

Tercera razón: No se enfatiza en el aprendizaje, sino como obligación, y no como algo maravilloso, donde cada paso que das, más te enreda en sus maravillosos brazos. Las instituciones no entienden -tal vez porque son muy ignorantes o quieren que los demás sigan siéndolo para evitar perder sus puestos-, y la sociedad permite, que podamos ser libres de aprender, iguales en los intercambios de conocimientos y experiencias y grupales en nuestra capacidad excepcional de cooperar y apoyarse en otros. No entiende que el aprendizaje es relación, interrelación, es amor, como decía Rof Carballo, no entiende que el aprendizaje no es obligación, sino devoción -que hay que querer aprender, que es preciso amar lo que se aprende, y es un milagro, como decía Einstein, que todavía haya tantas personas que quieran aprender, en un sistema que les pone todas las pegas para aprender, y sólo les reconoce que hagan los deberes como ellos quieren, como quiere el poder, por obligación-. Nadie se enamora de alguien por obligación, sino por algo que ha encontrado en el otro. Si te casas por acuerdo de tus padres, como ocurre en muchas culturas, es difícil tener realmente una relación de pareja. La libertad es básica para aprender, y la igualdad, y de ellas, ha de derivarse -y se deriva- una gran fraternidad, en la que lo que aprende el otro es reconocido y valorado, y no como ocurre en este sistema de enseñanza competitivo, en el que parece que queremos que el otro no llegue o al menos tenga menos nota que nosotros. ¡Estamos locos! o bien, que es lo correcto: queremos que la gente no se interese por el aprendizaje, queremos que sean ignorantes, tontos útiles, subordinados, dependientes de nuestro poder; sin respuestas, ni argumentos.

Cuarta razón: y consecuentemente con esa falta de interés por el aprendizaje, está el poco reconocimiento de los profesores, como ocurre en otras culturas -claro, más avanzadas que las nuestras-, sino más bien su denigración y los desequilibrios sociales evidentes. Pero es que esa falta de reconocimiento del profesor, convierte igualmente al profesor en un “mal investigador” potencial, una persona que no se interesa básicamente por buscar, por encontrar nuevas cosas, por construirlas o reconstruirlas él mismo, y por tanto, no investigamos de verdad, no estamos inquietos con lo que ocurre en nuestro entorno, no nos actualizamos, no se valora que hagamos algo, hasta publicar un libro es una odisea en el desierto, nada que tenga que ver con el conocimiento está facilitado en este país, más bien es una gran muralla de impedimentos. Y sin conocimiento, sin investigación previa al conocimiento, sin profesores que se actualicen y transformen el conocimiento en interés por conocer y por investigar, sin todo eso, el país sigue pensando como Unamuno: “que inventen ellos”, que mierda de país podemos llegar a forjar, lleno de turistas borrachos, y rojos por el sol implacable y todos nosotros de camareros, de albañiles y de algunos listos que asesoran este desastre de baja calidad.

Hasta mi abuela lo sabía mejor que los miembros del gobierno, hasta de los sucesivos gobiernos, y como -seguro- todas las abuelas y algunas madres, saben todavía que lo importante es aprender, que es el centro del universo humano, y que si no aprendes, aunque ganes dinero, eres un puto mierda o un puto amo corrupto o algo así, en fin, nada, nada como ser humano.

Segundo responsable: la sociedad en la que vivimos que no hace caso de las abuelas, no hace caso de la experiencia de la vida, no hace caso de aquellos que más teníamos que respetar y sin embargo, al menos en las grandes ciudades, los desterramos en centros ¿penitenciarios? llamados asilos o similares. Una sociedad embrutecida por el dinero y el poder, una sociedad urgida por el corto plazo y no percibiendo que es “pan para hoy y hambre para mañana” si no invertimos en lo importante, en aquello que nos puede dar de comer una buena parte, sino toda, la vida.

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Si es más fácil dejarse arrastrar por el león, tal vez ser una de las muchas pulgas o larvas o lo que sea que lleve en su cola florida y hermosa, siendo subordinado a lo que él quiera, aunque quejándonos continuamente de que “este león no nos lleva adónde queremos ir”, pero sin hacer nada para ir adónde realmente queramos ir. De esa forma, sustituimos esfuerzo y horizontes por subordinación, dependencia, enfado, frustración, protesta.

¡Tomemos de una vez las riendas de nuestro propio destino! ¿No decimos que somos tan buenos? Pues demostrémoslo de una vez. Los de este país sólo son buenos cuando se van fuera, porque allí no hacen lo que harían aquí, o hacen lo que hay que hacer para llegar: atreverse, trabajar, aprender, respetar, apoyarse en otros, etc.

Después los de dentro dicen: claro, ves como somos buenísimos; pero la realidad no es esa, sino que los que son buenísimos, es decir, trabajadores, con horizontes de aprendizaje, con vida en sí mismos, se quedan en sitios que en vez de envidiarlos, les reconocen sus méritos. Y al final, aquí nos quedamos los inútiles, los cabreados, los que protestamos sin hacer nada por remediar las cosas.

Ya está bien: pasemos de la indolencia a la búsqueda de aprendizaje, de oportunidades, de vida, y vivamos, como dice el anuncio de Gadis, como galegos, que por cierto, en su mayoría son de los que trabajan y buscan la vida.

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