Es fácil despilfarrar. Sin duda, vivimos en una sociedad que ha sido catalogada las más de las veces de “despilfarradora” , entre otras muchas razones porque no atiende tanto las necesidades sociales, sino que crea necesidades –mediante el marketing y confluencias- vinculadas a productos, a la que la misma tensión ambiental y cultural, en que vivimos, acaba transformando (sic) en “deseo” y después en “necesidad”.

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