¿Crisis? ¿Qué crisis?

No hay crisis económica y, como decía la canción, nunca la ha habido, ni nunca la habrá. O si usted quiere: siempre estamos en crisis económica. Ambas afirmaciones vienen a ser lo mismo.

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Hay crisis porque les interesa a los del capital, a los dominantes, de esa forma, nos tienen atemorizados …. siempre. Les encanta hacernos sufrir, es parte de su estrategia del miedo y de la normalidad del capitalismo y de la globalización. Si dijeran lo contrario, podría producirse una alegría de vivir, una alegría de conocer, de ser, de cooperar, …… que de ninguna forma desean. Porque si somos humanos, si estamos alegres, somos en cierto modo, incontrolados a sus intereses. Prefieren que nos untemos de crisis, que nos untemos de mierda, y que como mucho nos comportemos como exaltados, pero nunca como alegres. Hay muchas razones para reprimir a un exaltado, pero pocas para detener o excluir a alguien alegre. Por tanto, el capital que es triste en sí mismo, muy tristón y aburrido, precisa que todos estemos igualmente deprimidos como ellos mismos, que seamos incontenibles en nuestras ambiciones, siempre que las mismas contribuyan a su beneficio, y que, si puede ser, no salgamos de casa, o en todo caso, vayamos a un sitio cerrado, a un aula-prisión, a comer a un restaurante, o a beber a un bar o a bailar a una boite, es decir, siempre controladitos, en crisis, pero controlados y en el fondo, deprimidos en nuestras posibilidades de ser nosotros mismos, libres y espontáneos.

Pero no, no hay crisis económica, nada más que cuando aumenta la tasa media de beneficio del capitalismo dominante. Si es un negocio, hay crisis. Si no es un negocio, no, no hay crisis. Pero entonces la necesitan, aunque no haya negocio, sólo para tenernos dominados y subordinados como ovejas en un rebaño.

Por otro lado, es también cierto que hay crisis económica y social siempre. En todo instante, en cualquier circunstancia. ¿Por qué? Porque es muy bueno para los negocios, y dentro de ellos, para aquellos más aventureros y especulativos, y sobre todo, para los financieros, que se nutren de ella, y en su tristeza global, sienten que la crisis es el estado estructural de si mismos. La crisis es una medicina de control, una sertralina que nos deprime y que nos alerta y que en cierto modo, nos conforma con que las cosas no son mejores, no porque no lo queramos, sino porque siempre hay más problemas que posibilidades.

En cada problema, nuevo o viejo y reinventado, hay nuevas posibilidades de negocio y de especulación, porque hoy en día todo lo que da dinero es oportunista, especulativo y engañador. El marketing ha acompañado el proceso de transformación del sistema productivo capitalista hacia el sistema especulativo, exagerando y mintiendo sobre las ventajas de los productos y servicios, engañando sobre sus propiedades, generando «marcas» elitistas a las que todos deben aspirar, y ampliando las posibilidades de diferenciación y de desigualdades entre la gente.

La crisis es una buena coartada para seguir no sólo explotando más y más a los que producen por cuenta ajena y a los pequeños empresarios y autónomos, sino para generar más desigualdad y más privilegios, derivar en xenofobia y exclusión de lo extranjero o diferente. Ante la supuesta crisis, es preciso refugiarse en uno mismo, en lo inmediato, en el miedo y en la información manipulada que la televisión oferta. Y hasta la crisis renueva nuestras «esperanzas» religiosas, y nos regresa a las iglesias, sobre todo, a aquellas que exageran la discriminación entre fieles e infieles, y por otro lado, las que integran «debidamente» el negocio y los intereses de salvación, dado que la crisis además nos recuerda que «serán pocos los elegidos» (no todos ni siquiera siendo buenos, tenemos un puesto asegurado en la gloria divina).

La crisis, o la supuesta crisis, además, acentúa los conflictos y las guerras, y por tanto, el gran negocio de las armas y de las guardias-policías (seguridad, y si es privada, mucho mejor, más beneficio a cuenta de los pueblos que pagan los impuestos al Estado correspondiente). La crisis para el sistema es maravillosa, una fuente de buena salud económica y de represión social. La crisis también permite aceptar con más facilidad la mentira, la tergiversación y hasta la corrupción. Guerra y corrupción están íntimamente vinculadas (es fácil de comprender: en la guerra no importan los costes, se puede despilfarrar a fondo, y en ese despilfarro o gasto ilimitado, aparecen los grandes negocios, los precios desorbitados y los amigos que te conceden los privilegios de los servicios privados sustitutivos del Estado. Este, el Estado, y sus regidores, los políticos, no se pueden permitir que «muera nadie de los nuestros» y hacer funerales y cosas desagradables que no añaden nada al poder, sino que lo deterioran. Entonces, qué mejor que subcontrarlo todo …. y pagando más, que unos aventureros hagan el trabajo sucio, incluido, como viene ocurriendo en U.S.A., torturas, cárceles, acciones especiales y demás Guantánamos. La crisis es, como he afirmado antes, un descubrimiento para encubrir todas las corrupciones y todos los desmadres del poder estatal).

Es preciso enfrentar el mensaje estatal (de cualquier Estado) de la crisis. La necesitan para que bajemos la cabeza y trabajemos más por menos, y aún encima desperdiciemos todas las posibilidades de cooperación, de aprendizaje y de innovación (y hasta de pasarlo bien haciendo eso y otras cosas) que existen en nosotros, y acaban logrando que nos sometamos a los miedos …. que pueden ser de todo tipo (también incluyo los atentados terroristas en todo esto y los estados de excepción en países que supuestamente son democráticos y sin embargo, con mordazas o con fusiles, no permiten ni siquiera que podamos defender los mínimos derechos que había costado tanto alcanzar a nuestros abuelos y padres y a nosotros mismos).

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Un comentario en «¿Crisis? ¿Qué crisis?»

  1. Expansion, Crisis, Depresión y Recuperación son las cuatro fases del ciclo. En la primera todos ganamos, aunque los de siempre bastant más. En la Crisis o meseta, casi nadie gana de los que trabajan; se pierde empleo, los salarios se estancan, la demanda tiende a bajar, y los especodores se empiezan a poner las botas. Se refuerza el capital financiero frente al industrial y productivo. En la depresión, es el chollo para los especuladores dominantes, aquellos que acceden a información privilegiada. Por supuesto, la demanda y las rentas salariales se desploman y se cierran muchas empresas, algunas de las cuales son engullidas por unas normalmente más grandes, produciéndose una concentración y centralización del capital. Es la hora de la gran redistribución -robo masivo- de rentas hacia los grandes propietarios. La recuperación en el capitalismo es en sí misma una utopía, una idealización, solo posible con guerras, de todo tipo, pero mejor mundiales o con grandes descubrimientos, como pudo ser América para los españoles. Pero de esos ya no quedan, a no ser de invadamos facilmente Marte y se descubran materiales de gran valor. David Ricardo demostraba que el capitalismo tendía al estancamiento. Y el mismo Keynes afirmaba que el capitalino amo liberal necesitaba del déficit e inversión estatales para hacer posible la recuperación. Pero finalmente tuvo que ser la II Guerra Mundial la que sacó al capital de la gran Crisis del 29. Lo dicho, sin guerra no hay recuperación posible. Ahora malvivimos en una Crisis-Depresión perpetua ….. de donde por desgracia no saldremos si no es montando una III Guerra Mundial, tal vez definitiva.

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