Escribir (5ª buena práctica para innovar)

Hemos hablado hasta ahora de cuatro «buenas prácticas», todas ellas entrelazadas como un todo, con sus papeles diferentes en la forja de un espíritu realmente innovador (y social).

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Hemos visto que «innovar no es esperar que se encienda la lucecita y de forma inesperada “encontraar una gran solución”, sino perdurar en el esfuerzo y en la medida de lo posible dedicar un mismo tiempo diario a ese tiempo de esfuerzo y de trabajo (https://www.robertocarballo.com/2016/06/02/innovar-no-es-la-famosa-bombillita-que-se-enciende/ );

Seguimos hablando de la buena práctica de saber-aprender a sintetizar, a pararse de vez en cuando, y hacer síntesis ( https://www.robertocarballo.com/2016/06/05/practicas-para-innovar-2-sintetizar-y-devolver/ ) y devolver las cosas mejoradas;

Hemos también analizado que todo eso ha de hacerse a partir de la experiencia vivida, nada de supuestos o cosas que no hemos experimentado: nuestra vida es el mejor punto de partida para llegar a saber, ni siquiera los tan extendidos modelos del grupo dominante -léase, casos- sirven para sustituir nuestra experiencia; nada de hablar https://www.robertocarballo.com/2016/06/05/practicas-para-innovar-2-sintetizar-y-devolver/

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La importancia de escribir (como buena práctica innovadora)

«5. Escribir lo que se piensa es una práctica estupenda, que además es terapeutica, porque nos evita muchos problemas que
nos parecen grandes mientras no los sacamos, pero cuando los vemos escritos en un papel, son como todos, normalitos y
abordables. Eso nos lleva a que escribáis en vuestro blog. Es para vosotros, no es para los demás, pero los demás se sentirán
bien y harán más cosas, si os ven que vosotros les aportáis cosas» (https://www.robertocarballo.com/2016/06/02/buenas-practicas-para-innovar/ )

Ha sido maravilloso lo que nos han aportado las redes internet. Mucha gente, muchísima, que casi nunca escribía, ahora lo hace, unos en mayores dosis y otros en menores, unos con un lenguaje, otros con otro, pero escriben. Escribir, ya lo he apuntado muchas veces, es en primer término, terapéutico, ayuda a formalizar el pensamiento y en cierto modo, a desarrollarlo y hasta tal vez a crearlo. Según uno va escribiendo, sin trabas, siente que surgen más y más cosas (interrelaciones) que no había contemplado si se hubiese quedado no ya callado, sino si no hubiese escrito.

Nuestro cerebro no puede relacionar las cosas a partir de un cierto grado de complejidad, y si no tenemos algo dónde ir componiendo (un papel) esos pensamiento, brotando la escritura y forjando poco a poco las cosas, sintetizando y volviendo a empezar, no avanzaremos. Es la mejor forma de avanzar, y además, nos quita las penas. Una pena es grandísima antes de escribir sobre ella, un problema es muchísimo más grande si no escribimos sobre él, una barrera es casi infinita hasta que descubrimos escribiendo que no era para tanto. Además, nos re-equilibra, nos re-compone, y nos hace acercanos un paso o dos a verdades provisionales, a analisis más profundos, a conocimientos más amplios. Al tiempo, escribir -como no lo sabemos todo- nos obliga a buscar cosas que se nos ocurren, y complementar nuestro conocimiento, investigando sobre lo que escribimos, o al menos, ver más de una posición en lo que decimos.

La escritura nos democratiza. La ignorancia no escribe, dicta -es decir, hace como mucho escribir a otros en su nombre-. No escribe no porque no sepa escribir, que es lo de menos a la hora de escribir, sino porque si escribe tiene miedo a pensar y eso le llevará a investigar y buscar cosas que cuando las vea tal vez no sean coherentes con las ideologías que «posee» desde siempre, y no quiere cambiar sus creencias. O, en otras palabras, no escribe para no conocer, para no saber que hay otras cosas posibles y diferentes a lo que él piensa. Los dictadores no escriben -escriben sobre ellos, les escriben hasta las biografías, pero ni una letra–, sólo firman decretos y dicen -con la palabra y sin testigos- que se cumplan. Por eso, siempre están encerrados en sí mismos, aislados del mundo, y hasta de sí mismos. Escribir, por el contrario, te hace demócrata en algún modo., te acompaña en el respeto al otro, en ver al otro, en ponerte en el lugar del otro. Escribir no es ser literato o periodista, es una práctica necesaria para cada persona, y todos podemos abordarla como queramos, y siempre tendrá buenos resultados para uno mismo y tremendamente humanos, positivamente humanos.

Cuando uno escribe, no está del todo seguro, y no sabe bien como le miraran otros si lo comparte. Es un riesgo, pero es una apuesta no sólo por uno mismo, sino por los demás. De lo que se escribe se aprende, y cuando algo es leído, sea por el autor o por los demás, encontramos muchísimos matices que no estaban en el artículo original, y nos llena de satisfacción. Item más, cuando releemos lo que hemos escrito, nos volvemos a encontrar a nosotros mismos, y confirmamos nuestras mejores y aquello que ha ido dando solidez relativa a nuestra vida. Hay que escribir: es una buena práctica, una magnífica práctica para desarrollar nuestras capacidades innovadoras. No son las ideas el punto de partida, sino la experiencia (https://www.robertocarballo.com/2016/06/06/4453/ ); y

Hemos visto también como aprender algo, y no compartirlo es un grave error, es un error cutre, es un error social y humano, y la buena práctica para llegar a innovar no es «meter las cosas en el cajón», sino compartir (https://www.robertocarballo.com/2016/06/11/compartir-4-buenas-practicas-para-innovar/ ).

Todas estas «buenas prácticas» son un conjunto en sí mismas, y si se les añade un poco de sal, que es su quinta «buena práctica», mucho mejor. Todo lo que aprendemos tenemos que escribirlo, no todo claro, sino aquello que es relevante y nos permite sentar nuevas plataformas para avanzar.

Si todo se queda en palabras y en opiniones vertidas al mundo y a otros, y no se escriben, «por un lado me entran y por otro me salen». Las palabras se las lleva el viento …. y sin embargo, la escritura no sólo queda ahí y es buena en el hoy inmediato, sino que al redescubrirse, se llena de consideraciones, que pueden permitir desarrollarla y darle quizás mucha más entidad de la que tenía al principio. A mis alumnos, les incito a escribir. No a escribir para examinarse, y ponerles una nota -cosa que no hago-, sino para que se encuentren con el papel en blanco, piensen a partir de sí mismos y se expresen -siempre lo hacen maravillosamente bien, si tienen libertad para hacerlo y están motivados para hacerlo- y no se queden en la superficialidad de la palabra, sino que sigan profundizando con su escritura, sobre cualquier cosa. Por eso, para mí fue maravilloso que se descubrieran los blogs, porque el blog es un cuaderno de bitácora, un diario, que nos permite escribir y que quede ahí, y podamos retomarlo una y otra vez, y al tiempo que lo hacemos, crezcamos.

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