Hemos hablado hasta ahora de cuatro «buenas prácticas», todas ellas entrelazadas como un todo, con sus papeles diferentes en la forja de un espíritu realmente innovador (y social): esfuerzo-constancia, síntesis-devolver mejorado, vivir nuestra experiencia y compartir lo aprendido. Ahora nos toca incorporar una quinta buena práctica: escribir.