Compartir (4. Buenas prácticas para innovar)

He desarrollado, por supuesto nada más que parcialmente, las tres primeras recomendaciones de buenas práctica para caminar hacia la innovación social: esfuerzo continuado, la necesidad de avanzar comprendiendo, sintetizando, analizando dónde estamos, y también, hemos hablado sobre que la fuente de nuestro autodesarrollo sea la experiencia vivida, la vida en sí misma, y no las ideas más o menos estrafalarias o soñadas. Como vemos todo está interrelacionado.

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Lo mismo le pasa a la cuarta buena práctica, la de compartir lo que se sabe, lo que se ha recibido o lo que vamos conociendo. Nada de cajones cerrados o archivos archivados en lugares inacesibles, sino todo en abierto, disfrutando de compartir, y no pensando en «quedarnos» con toda la pasta que podamos y con todo, hasta que nos lo paguen. La hemos expresado así:

4. Es una buena práctica compartir lo que se sabe o se ha aprendido, porque al compartirlo nos sentimos bien internamente, y eso nos hace profundizar más en lo que hemos aprendido.

Veamos primero lo que significa «no compartir», comportarnos como un ser cutre ….. Es un egoismo que no se corresponde con la vida que vivimos, sólo explicable porque el sistema capitalista que nos domina y rodea, vive de las oportunidades derivadas de una cultura avara, egoista, individualista y poco dada a compartir, excepto si no tiene una buena contrapartida, y si puede ser en dinero, mejor.

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No nos enseñan a compartir, sino a competir. Desde pequeños, en la calle, en la escuela, en la casa, nos incitan a ser los primeros, a no ser los últimos, a destacar, a ganarle a lo que sea a otro o a los otros. Si acaso, la iglesia nos lleva a la caridad, que es una forma de superioridad y de desprecio al que no tiene, de sometimiento. Pero en realidad se está pensando que dando algo -poco, muy poco- de lo que tenemos, nos vamos asegurando un lugar a la derecha del dios, por ser «tan buenos» (sic) como nos hemos comportado. Hay mucho miedo y mucho interés en la limosna y la correspondiente caridad, aunque sin duda hay excepciones notables.

Pero no, no nos enseñan a compartir. En la escuela, cada uno tiene que hacer su trabajo, y cuando tiene deberes, los únicos que participan son los padres -que así repiten la enseñanza del hijo/ja-, y es raro que se trabaje con otros y se respete a los otros, como mucho nos deprime que sean mejores, o nos gustaría tener la fortuna de ser nosotros los de los laureles. Humanamente es horrible no compartir, no saber del bien que nos hace ayudar y compartir con otros. En realidad, una sociedad que compite y no comparte está muy enferma.

Haber conocido algo que nos ha ido bien y no contarlo es aislarse del desarrollo social. Éste se canaliza y fortalece a partir de esos hechos contrastados (intersubjetivos) que nos ayudan a avanzar sobre terrenos mínimamente sólidos. Esta claro que cuando encontramos algo que queremos hacer o que se realiza por alguien o por una empresa o institución, ahora preguntamos en la red y siempre encontramos comentarios. Algunos pueden ser muy subjetivos, pero la suma de subjetivos forja la intersubjetividad que tal vez es el escalón más elevado de conocimiento, de eso que antes se llamaba objetividad (bueno, cuanto más a la derecha política y social está un «investigador» más habla de objetividad y menos muestra su humildad, un ejemplo de ello es la supuesta «objetividad del mercado», propio de los más extremosos en el mundo social y económico, la famosa escuela de Chicago y sus descendientes, los neoliberales. Para ellos «todo lo que dicen es objetivo e irrefutable». Parece que pensasen en sus ancestros vieneses y sus refutaciones incumplidas. Al final, en Austria encontró la extrema derecha al sargento Hitler, nada menos y nada más).

Conseguimos avanzar compartiendo, intercambiando, interrelacionando. Si conocemos algo, lo relacionamos con otras cosas ya conocidas por nosotros mismos, los contrastamos con experiencias de otros, y damos por supuesto que podemos operar con la nueva hipótesis, tal vez tesis. Compartir es ser sociedad, es ser humano. Nos aleja de xenofobias varias, de discriminaciones, de graves desigualdades, y nos acerca a una sociedad en la que lo importante es el ser humano, los seres humanos, cooperando y compartiendo, y por supuesto, experimentando y comprendiendo lo que hacen y por qué lo hacen.

Aprender a compartir es relativamente difícil, pero posible. La esencia de compartir está en la metodología grupal. Y claro, es cierto que no es sólo cuestión de saberse unas cosas sobre grupos, sino de haberlos experimentado, vivido y comprendido-sentido. Avanzar en el respeto al otro -esencia, tal vez, de la democracia-, o positividad, o en la responsabilidad individual y social, o en apreciar los límites de lo que hacemos, …. en fin, lo que se puede sintetizar de saber trabajar con otros. En el fondo, aprendemos conociendo, y conocemos compartiendo.

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