Llevo mucho tiempo sintiendo que cada día se acrecientan los problemas a medida que se materializan y amplían las desigualdades y consecuentemente, los miedos y paranoias que siempre llevan aparejados estos procesos de desigualdad.
La desigualdad económica sólo es el soporte sobre el que se organiza la desigualdad social en sus diversas facetas. Los impresentables de la Thatcher y del serie B Ronald Reagan, fueron, como buenos burros, ignorantes, que eran y fueron, los que han cambiado totalmente el ciclo y sentaron las condiciones para que los Estados de Bienestar hacia los que tendíamos, fueran «arrasados» sin piedad y también sus soportes (léase, instituciones, sindicatos, ……). Rompieron con todo lo maravilloso que el ser humano, igualmente impresionado por la brutalidad de una gran guerra con decenas de millones de muertos, había permitido, que nos humanizáramos un poquito.
La postguerra fue un período en que al menos en Europa, y también en otras partes, vivimos -y parecía que para siempre- de una época donde los salarios subían, al menos al ritmo de la productividad y los precios; el empleo era accesible y casi, con excepciones como la española, alcanzábamos el pleno empleo; las desigualdades económicas se reducían a niveles razonables; el papel del Estado era cada día más redistributivo y las políticas fiscales progresivas, así como su contrapartida el gasto era más social; los derechos humanos y sociales se reconocían, aunque no plenamente; las jornadas bajaban en la medida en que la productividad crecía; había recursos para investigar y la educación avanzaba y se generalizaba; …. etc.
Todo ello era un horizonte para otras latitudes que podían de esa forma sentir que íbamos a mejor o al menos, podíamos pensarlo. Hasta la mujer empezaba a cobrar un papel más en consonancia con la igualdad y afloraba la necesidad de reconocer, no sólo su papel reproductor, sino sus aportaciones en todas las esferas de la vida. Eso suponía, igual que ya había ocurrido en algunas sociedades agrícolas -consideradas en esa época menos avanzadas, un error de concepto, como diría Manquinha-, donde el papel activo y participativo de la mujer, le acercaba a situaciones de igualdad, excepto cuando aparecían los «pueblos bárbaros» que volvían a denigrarla y denigrarnos con sus violaciones, estupros y demás monstruosidades.
Bien, la contrarrevolución de los neoliberales, los Thatcher y los Reagan y sus seguidores, desde los años ochenta-noventa del pasado siglo, se acentúa y se disfraza con la paranoia USA derivada de la vulnerabilidad de las Torres Gemelas. La nueva invasión -inaceptable, bajo cualquier prisma, como lo fue la primera de Bush-padre- de Irak, su guerra indiscriminada contra las inexistentes «armas de destrucción masiva» y Sadat Houssein, con objetivos evidentemente neocolonizadores y destructivos, y al tiempo, para muchos, «liberadora» de las tensiones paranoicas y las ansias expansionistas de la América profunda y cada día más dominante.
Y todo esto no era más que el comienzo. La renovación del Estado autoritario y sin control, justificado en la inseguridad y el temor de un terror bárbaro y más propio de la edad media más oscura que no del siglo XXI. Lo cierto es que como contrapartida, las sociedades han crecido. Lo han hecho en conocimiento, lo han hecho en crítica, lo han hecho en aspiraciones democráticas y participativas, y todos estos son resortes que paralelamente han ampliado el gap entre lo dominante y lo emergente. Lo dominante, más dominante y descontrolado; lo emergente, más crítico y anti-poder. Los dos polos se han acrecentado, pero no cabe duda que el dominante lo es hoy más que lo era; y lo emergente es urgentemente «amordazado» en sus manifestaciones y protestas. Pareciera una coalición entre autoritarios y dictadores de uno y otro bando contra la humanidad, lo razonable y lo posible y democrático. La humanidad se ha quedado entre dos fuegos, entre dos contendientes, que se refuerzan atacando al otro, y destruyendo al tiempo las libertades que tanto tiempo ha costado conseguir.
Si, tenemos problemas …. muchos problemas. Sobre todo, los que pensábamos que la discusión estaba en otras cuestiones: la democratización de la democracia (Buenaventura de Sousa) o la ampliación de libertades, la revisión hacia una mayor justicia social o una recuperación-construcción de nuestro ser-humano, de lo que hay de más humano y menos irracional en nosotros. Ahora, lo inmediato es la lucha, lo inmediato es el miedo; lo inmediato es un mensaje de «cállate y no te metas»; lo inmediato es la desigualdad neoliberal; lo inmediato es lo injusto y la destrucción. Ya sé que las palabras pueden resultar fuertes -a mí también me lo parecen-, pero cuando ya habíamos caminado tanto …. ¿cómo es posible que «nos hagan regresar» de esta forma?
Aunque parezca una simplificación, pienso que todo esto es consecuencia de la desigualdad, y de la perspectiva de más desigualdad. La desigualdad no sólo es que unos sean más ricos y una mayoría sea más y más pobre, sino que se manifiesta en todas las esferas de la vida social, en la educación, en la sanidad, en el acceso a servicios, …. en lo que se siente ….. La desigualdad es también la xenofobia, nunca perdida, pero renovada en su presencia; la desigualdad es también el miedo al que «no es de los míos»; la desigualdad es también la discriminación de género o por religión; y así ….. todo esto afecta al estado de las cosas. Muchos rumanos o marroquíes se sienten mal en un país como España; o un argelino o sus descendientes, en otro como Francia; o un turco en Alemania; y de esa forma, tienden a forjar grupos cerrados, que finalmente se «aislan» -los aislamos- en guetos cada vez más guetos …. ¿Son ellos los que se aislan o somos nosotros los que finalmente los aislamos? La mayoría son españoles o franceses o alemanes o ingleses …. de segunda. Y ya no digamos su descendencia, que como a todos nos ha pasado idealizamos lo que no hemos vivido o sólo cuando íbamos de vacaciones; y vemos que nuestros padres o abuelos están sometidos a sistemas de explotación y de desempleo lamentables que también padecen sin duda los nacionales, pero menos, un poco menos.
Si, seguro, la desigualdad la estamos pagando en miedos, en locuras, en esclavitudes, en discriminaciones, …. ¿Puede conducir una mujer en Arabia? ¿dónde están las mujeres en las calles de los países árabes del petróleo? ¿Quién financia o ha financiado a Al-Qaeda o al llamado ISIS? ¡Qué curioso! ¿Quiénes neo-esclavizan personas para construir doce estadios de futbol para ese negocio del Mundial de Futbol del desierto? ¿Doce estadios, uno al lado del otro, con mano de obra cuasi-esclava y sin embargo, viendo unos edificios y unas construcciones ¿modernísimas? y un continuo flujo de lujo, despilfarro y arbitrariedad, ¿alguien soportaría eso sin rebelarse? Y, ¿se puede soportar que en Bangladesh o en muchos lugares de India o de China o del sudeste asiático, y ya no digamos en África, nos hagan la ropa más barata que hace cuarenta años, con sueldos y condiciones laborales de miseria y a veces, de muerte? ¿Qué pensarán esas, en su mayoría mujeres, que tienen que trabajar por casi nada y en condiciones de explotación mayores que las que cuenta Marx en el primer tomo de El Capital, en la Inglaterra del XIX? ¿Y qué pensarán sus hombres o sus hijos o sus abuelos? ¿Es posible que tales desigualdades no acaben dando pié a aquello de «no tenemos nada que perder»? ¿Cómo es posible que seamos tan insensibles al dolor humano? ¿No nos damos cuenta de que esos sueldos de miseria tienden a generalizarse, y esas condiciones de miseria también? ¿o es que no lo vemos en nuestras propias carnes, acostumbrados como seguimos estando a vivir como «clase media» y cada día nos muerden un poco y empeoramos en las condiciones de los empleos, los que los tienen? Si hasta los científicos dicen que el aleteo de una mariposa puede acabar derivando en un huracán, ¿cómo es posible que no liguemos o relacionemos todas estas -y muchas más- situaciones de desigualdad -todos los días aumentadas- con la situación de desesperación, de radicalización, de hacer sencillamente «mal al enemigo» que se vive uno y otro día, aquí o en todo el mundo?
La miseria, la extrema necesidad, es lo que llevó a los pueblos que llamamos “bárbaros” a invadir al imperio romano y a dominar esos territorios hasta hoy. La miseria, la extrema necesidad o hasta la amenaza o el chantaje es lo que pobló lo que hoy llamamos USA o Australia o …… Y también la ambición …. relacionada alguna vez con la miseria. Y detrás de todo ello, algún caudillo, algún guerrero-líder, y mucha muerte, mucha destrucción, y mucha miseria moral y social. La miseria lleva a la miseria. La miseria se extiende como una de las cuatro plagas.
Mesopotamia retrocedió todo y nunca volvió a ser ni un asomo de lo que era …. y aún menos ahora asolada por los ataques indiscriminados e injustos de los Bush. Egipto nunca pudo levantar la cabeza desde que fue humillada y derrotada por el imperio romano. Los celtas tuvieron que refugiarse en los Finisterre europeos para evitar ser arrasados por la miseria masiva que venía de Asia Central. Los nubios están “ahogados” por la presa de Asuan. Y cuantos ejemplos más.
Parece que “nacimos” en África y sin embargo, ha sido primero colonizada y explotada, y luego, invadida por mercancías que destruían sus artesanía, sus incipientes industrias, todo ….. Ahora vemos a unos hombres de más de uno ochenta, bien formados, elegantes, teniendo que correr delante de la policía municipal o nacional porque venden bolsos en las calles o porque no tienen papeles ….. ¿No os parece injusto? ¿Haríamos esto también con nuestros abuelos o con nuestros padres? Los hemos liquidado, hemos ampliado sus desigualdades hasta extremos de miseria, les hemos quitado sus medios de vida, y ahora corren para no ser re-enviados a sus países, donde por desgracia, todo ha sido desertizado. ¿Cómo no va a haber gente extrema que sienta que es injusto lo que hacemos con ellos?
Si, tenemos muchos problemas ….. la mayoría derivados de las desigualdades que hemos acentuado y de la falta de oportunidades que se derivan de esas profundas desigualdades.
Con desigualdad no puede haber libertad, ni siquiera para los poderosos. Con desigualdad no hay ni solidaridad ni “fraternité”. La igualdad está en la esencia de los equilibrios. Desequilibrarla todavía más, no hace más que sentar las bases para que perdamos la poca libertad de la que disfrutamos, nos recojamos en nosotros mismos y en nuestros entornos y luchemos por la supervivencia. Sin igualdad, no hay libertad ni fraternidad posible. No es la libertad la llave, ni tampoco la fraternidad, sino la igualdad. Hemos llegado a unos máximos de desigualdad ….. ese es el problema y todo los esfuerzos hay que canalizarlos para compensar a medio-largo plazo esta fuente de vida y de felicidad que es una sociedad menos injusta y menos desigual.