Una empresa casi siempre tiene al menos dos puntos débiles:
a) el primero es que: como existe y eso quiere decir que ha tenido un poco o un mucho de éxito –otros han quedado por el camino-, se acaba confiando –hasta a veces, mágicamente- en que son unos grandes emprendedores y eso les puede llevar a perder lo que les hizo subir.
b) Y otra, es muy débil cuando analiza lo que pasa, porque saber lo que pasa en el mismo presente y el futuro inmediato es muy difícil, y porque está más acostumbrada a tomar decisiones y ponerlas en marcha, que a pensar en profundidad sobre su situación.
Algo parecido le pasa al mundo de la política y los partidos.
El primer aspecto implica también una cierta tendencia al endiosamiento y a a cierto conservadurismo respecto a sus posiciones.
Lo segundo igualmente requiere una renovación al menos cada ocho-diez años.