Siempre estamos volviendo al principio, y es básico saber por dónde empezar. Cada vez que tengo que empezar algo, retomo el punto de partida: para empezar a hacer algo hay que conocerse y reconocer lo que ya sabemos y compartirlo. Es simple, pero no siempre funciona de forma que en poco tiempo tengamos un espacio complejo e interrelacionado que nos permita dar los pasos correspondientes y necesarios.

¿Cómo vamos a trabajar si no nos conocemos? ¿Cómo vamos a trabajar sin saber lo que se ha hecho, buscándolo nosotros mismos? Casi sería exacto afirmar que siempre estamos en un punto de partida, aunque llevemos mucho tiempo haciendo algo y creyendo que sabemos ya hacerlo. Los puntos de partida nos renuevan en el conocimiento, nos renuevan en las relaciones con otros, nos llenan de optimismo y de esperanza para llegar a algún sitio.

Empezar a innovar es algo así como taparse los ojos y tirarse a una piscina ….. casi podríamos decir que «las cosas nos encuentran» y nosotros si sabemos responder, acertamos en la acción sobre las mismas.

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