Una de las cosas que más me sorprendió las primeras veces que visitaba un país latinoamericano, y ya visité algunos, es que en los shopping -también al principio me sorprendía lo de los shoppings, luego aquí se generalizaron y aplastaron al pequeño comercio- la mayoría de los productos expuestos mostraban dos precios, uno muy llamativo, que era muy bajo y otro en «letra pequeña» que eran «las condiciones de la venta», en muchos casos con una x de multiplicador, donde se indicaba que el precio bajo había que multiplicarlo por diez o por doce o por unos cuantos plazos. Me recordaba lo de las letras que firmábamos aquí para comprar un coche o un piso o un electrodoméstico. Me sorprendía que un zapato pudiera costar 10 unidades de la moneda correspondiente, multiplicadas (x) por diez o doce o lo que fuera. Tal vez existiese aquí, pero yo no lo había incorporado a mi memoria y me sorprendía, me sorprendía siempre.
Eviodentemente, era la forma de que el deseo por el producto se acentuase y hasta pareciese que era más barato de lo que era. Esto, parece que quiere incorporarlo, como ya nos ha incorporado plenamente al sistema capitalista más neoliberal, el amigo (sic) Rajoy y sus ministros. Darnos mucho crédito al consumo, para que compremos sin aumentar -sino reducir- o no recibir rentas. De esa forma, los muchos deseos -y en gran medida, innecesarios- que nos provoca el sistema, por estas fiestas, que mejor que facilitar la compra, aunque luego por unos zapatos estemos pagando todo el resto del año equis euros ….. resolvemos -bueno, no es muy claro el verbo- la ansiedad y el deseo, y luego ya vendrá «el tío Paco con los plazos». Un buen sistema para parecer que funcionamos, acentuar el crédito, aumentarlo, ampliarlo, hacerlo posible, endeudarnos más, someternos más, dependizarnos más, y mientras tanto, que parezca que estamos mejor ….. lo que padeceremos todo el resto del año o tal vez los años siguientes, máxime teniendo en cuenta la precariedad de nuestros empleos, su volatibilidad, su escasez …. y los miedos que se derivan de todo eso. Consuencia más evidente y positiva para la conservación -y nunca mejor dicho- del sistema, domesticar, someter y dependizar a aquellos -que serán muchos- que caigan en la trampa del crédito. Porque los créditos después hay que pagarlos y con intereses, esos que eran tan injustos en el catolicismo de la edad media, pero que ahora son el privilegio monopolista del capital financiero.
La cuestión es que el sistema no tiene otra salida. Cada vez genera menos rentas, y sin embargo, cada vez ha de vender más. No es posible si no nos endeucamos para comprar con lo que no tenemos, es decir, con crédito. En Japón se llegó a hipotecar las casas hasta por cien años …. tres generaciones sometidas y normalmente, una casa que acabará siendo deshauciada, casi con seguridad. ¡Quién va a aguantar pagar capital e intereses durante cien años! Imposible, ni siquiera la gran mayoría de las empresas pasan de la segunda o tercera generación vivas.