Pienso que vale la pena guardar en el blog para perpetuidad el artículo de Escolar, sobre todo por lo que significa de ejemplo lamentable de un personaje que por desgracia para todos no es único, sino que está demasiado repetido en nuestros lares.
Rodrigo Rato, hijo de papá que se ha proyectado socialmente como «con talento» y lo que tiene es una cara que no se la pisa. Como muchos más.
La ¿idea? del talento nos ha llevado a proteger y encumbrar a personajes lamentables que no han demostrado nada en la vida, excepto ser hijos de papá y haber ido a ¿estudiar? lejos, gracias a sus papás, tener ya dinero o muchas influencias, y que su «talento» (sic) sea aclamado por las empresas de los amigos de sus padres o públicas en manos de ellos, como promesas de la «nueva españa imperial» -perdón que lo escriba con minúsculas, pero me parece mucho más correcto hasta gramaticalmente en este caso-. Talento para proteger la incompetencia -aunque las mamás digan: mi hijo es que vale mucho, es maravilloso-, para proteger sus capitales -la mayoría robados en generaciones anteriores-, para ampliarlos con corrupción, con ignominia y sobre todo, con prepotencia y soberbia.
Una palabra encubridora de muchas corrupciones: talento, ¿talento? ¿de verdad? ¿para qué? para comprar como lo que es o aspira a ser: un señorito con esos cuellos que caminan del este al oeste, sin tener nunca un zenit o esas corbatas que alumbran las noches por si no hay estrellas, y que pensaba que sólo alguno las utilizaba en las bodas o para las bodas, un señoritingo y sobre todo, un malísimo talento, un mal gestor, un mal político, sin responsabilidades nunca, …. dentro de un mundo de mediocridades … dónde «saber vestir a lo PP ejecutivo» tiene un valor casi absoluto. Leer antes que a mi a Escolar. Es corto y bueno.