Núcleos y procesos: Introduciéndonos a partir del esfuerzo

El primer núcleo pedagógico que hay que saber construir, conservar y desarrollar hábitos y métodos es en mis prioridades el esfuerzo, el trabajo, de nosotros mismos y de los que nos acompañan en el aula o fuera de ella.

El trabajo y el esfuerzo te hacen positivo y respetuoso con los otros, aún con los que se esfuerzan menos. Además, el esfuerzo está vinculado a la necesidad social.

Si hay muchas necesidades -de las auténticas, no de las producidas por el deseo y la publicidad- sociales sin cubrir, y muchas que da auténtica pena que se produzcan sin que uno pueda hacer mucho por remediarlas, dada su bestial extensión, como puede ser el hambre u otras; si, si hay muchas necesidades por resolver, esforzarse en enfrentarlas, en buscar nuevas rutas para abordarlas y resolverlas o convertirlas en más aceptables, menos extremas y radicales, esforzarse, trabajar para ello y por ello vincula trabajo-esfuerzo y necesidad social.

En último extremo, el trabajo nace de la necesidad social, y no nos esforzamos como una penitencia impuesta por algún dios, sino porque necesitamos vivir algo mejor, y disfrutamos haciendo esfuerzos que lograr paliar parte de nuestras necesidades.

Todo esto está mucho más oscuro cuando miramos nuestra realidad capitalista, dado que el trabajo se convierte en una obligación, en un deber, en una subordinación a los que han llegado, en parte por su esfuerzo, pero en parte por su privilegio y tal vez sus trampas. Aún el trabajo alienado, alineado y alienante que es propio del sistema capitalista, puede encontrar justificaciones y positividad, tanto para el individuo como para el grupo, debido a que el hecho mismo de abordar un trabajo, y de ir haciéndolo más y mejor cada día, aunque sea excesivamente repetitivo, contiene elementos de sublimación personal y social que reducen la intensidad de la alienación real en la que nos movemos. Aún siendo explotados, encontramos en la materializacioón del trabajo razones para sentirnos en más de un momento a gusto y sintiendo que aprendemos y por tanto, «crecemos» individual y socialmente.

Ni aún el comportamiento competencial y guerrero que implantan los capataces-propietarios, para que sigamos divididos y aislados de los demás y enfrentados por la «productividad», ni aún eso consigue restar interés profundo a lo que hacemos, e igual que decimos que nos pueden someter, pero no pueden hacer que nuestros pensamientos se sometan a ellos, podríamos decir, que nos pueden explotar y subordinar en tareas que no hemos elegido, pero estamos obligados a hacer, y aún así pervivimos en ciertas esperanzas, en ciertos aprendizajes, en ciertos elementos que compensan (sic) el esfuerzo.

Y todo eso en gran medida nace con nosotros -está en nosotros, y se activa en cuanto nos ponemos en contacto con otros, o a veces, hasta sin ese contacto-, aunque es preciso cumplir alguna condición de partida, y tal vez la principal sea que hagamos las cosas que necesitemos, que queramos, que nos atraigan, por nuestra propia voluntad.

Un niño jugando, a lo que sea, disfruta de su esfuerzo en componer, en distribuir, en tirar, y se enrolla hasta casi el infinito. La mamá o el papá han de llamarlo para comer, para ir con ellos a algún sitio, para ……. porque él seguiría casi sin necesidades biológicas con su «juguete». Y cuanto más lo usa, más le gusta, y cuanto mejor lo conoce, más le gusta. Eso le da autonomía, cierta libertad, y aprende, y muy aceleradamente.

Sorprende lo que aprenden los niños con cualquier cosa. En mi etapa infantil jugábamos con pelotas de trapo que nos hacíamos nosotros mismos, o jugábamos con perros que convertíamos en nuestros amigos, o haciendo excursiones improvisadas a «cualquier sitio». No necesitábamos cosas muy caras para entretenernos. Las chapas de los refrescos -en aquella época, sólo gaseosas»- nos servían para convertirlas en «coches de carreras» por caminos que habíamos pintado en el suelo con tizas de teja, con su color teja característico, y las carreras que montábamos eran apasionantes. O nos íbamos a «robar» unas peras o unas manzanas en el huerto del «Michu», que era un pobre agricultor que se enfadaba mucho -lógicamente- con nuestras andanzas, no necesitábamos mucho para aprender haciendo en grupo. Sabíamos hacerlo.

Y eso es parte de mi hipótesis de partida: lo sabíamos hacer, tal vez hasta mejor, que cuando se empeñaron en que hiciéramos otras cosas y compitiéramos con el compañero por sacar más nota y por tanto, ser más que él y aprender supuestamente más que él.

Nuestros esfuerzos -trabajos- estaban -están- fuertemente vinculados a necesidades sociales -que a través de nosotros mismos, sobre todo, cuando «enlazábamos» con otros chicos, se hacían patentes y de forma casi inconsciente las abordábamos y las convertíamos en nuestras-, y esas necesidades se podrían llamar también necesidades de aprendizaje social, de aprendizaje individual que haciéndolo sólo o en grupo se hace social.

Entradas relacionadas

7 comentarios en «Núcleos y procesos: Introduciéndonos a partir del esfuerzo»

  1. Se declara conscientemente que lo importante es el esfuerzo, el trabajo, la inquietud siempre insatisfecha, pero que es placentera cuando «se echa la vista atrás».

    Se es como se es, es decir, si eres trabajador y esforzado no tienes que hacer ningún esfuerzo y sencillamente ser como eres; normalmente estas personas saben que no han llegado, que sólo van haciendo etapas, por lo que evitan la prepotencia de ser o saber o pensar que son el centro del universo. ¡Tengo presente: sé como eres, pero muestra explícitamente en tus actos, la importancia del esfuerzo, del trabajo, sus bondades para tí mismo y para los otros!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *