«Oigo y olvido. Veo y recuerdo. Hago y entiendo»
Casi no importa de quién procede la frase. Normalmente se atribuye hacia oriente, y más concretamente, a Confucio, pero en el fondo que más da. Es una frase que es plenamente científica, se corresponde y contrasta con la realidad.
«Oigo y olvido». «Me entra por un oido y me sale por el otro». Hay personas, sin embargo, que tienen la rara cualidad de oir y recordar, tienen un recuerdo fácil oyendo. Como no es mi caso, me adhiero a la frase original. Y más cuando uno está en la edad avanzada que ya estoy, dónde lo inmediato es objeto continuo de olvido, en tanto, uno recuerda el pasado, con «sus batallitas, del abuelito», y si no recuerdas, las reconstruyes y te creen, por eso que se dice. En mi caso, así es: oigo y olvido. No me gusta, pero me ocurre. Siempre me ha costado recordar lo que se me decía, pero ahora mucho más.
«Veo y recuerdo» Es cierto, las imágenes sirven muchas veces de recordatorios de nuestra memoria. De mis viajes, los paisajes se han quedado, sobre todo, si eran humanos, es decir, con personas, ¡me han quedado tantos recuerdos de paisajes y de personas! que me resulta fácil a partir de ellos, rememorar palabras, hechos, circunstancias o anécdotas, y en todo caso, es un fondo de mis recuerdos, un fondo que me permite «ver» o «re-ver», lo ya vivido.
Pero ni el «oigo», ni el «veo» me han servido mucho para aprender, sino sólo para olvidar o recordar, igual que dice Confucio.
Ahora bien, el último tramo es definitivo: «hago y entiendo»: hago y aprendo, hago y conozco, hago y sé. Hablamos tantas veces de cosas idealizadas o teorizadas, de cosas que no nos han pasado y las damos como ciertas. Cuando tenemos la oportunidad de vivirlas, aunque sea sucintamente, nos damos cuenta de lo cabezones que éramos cuando postulábamos la verdad de lo pensábamos y no habíamos hecho. Aún así, nuestra verdad no se construye sólo con el hacer, con la acción, porque la acción aislada, o personal o hasta colectiva, es insuficiente para generar conocimiento. Muchas acciones empiezan a sustentar el conocimiento, siempre que sepamos reflexionar sobre ellas y sus significados, y para ello es cierto que algunas cosas escuchadas, y otras vistas nos ayudan a configurar lo que puede ser un atisbo de verdad, siempre con minúsculas, siempre desde la humildad de quién sabe que no sabe nada, y que muchas cosas que piensa que sabe no son tan seguras como muchas veces las pronuncia.
Y si es importante la acción es porque la mayoría de las veces, nuestra acción es fallida, es errónea, lo cual nos permite acercarnos a lo que no es, y por tanto, aprender de aquellas rutas que no parecen, al menos en este momento, las más adecuadas para llegar a algún sitio que nos hayamos propuesto. La acción extrañamente se convierte en acierto, no se sabe porque función del azar o del caos en que estamos inmersos.
De todas formas, esa acción que casi siempre acaba en error o en desacierto, siempre tiene algunos elementos que nos confirman algo de lo que hacemos o pensamos: nunca el acierto es 100%, pero hay aciertos parciales, y es maravilloso que así sea, porque de esa forma:
a) seguiremos buscando, no pensando que ya hemos llegado;
b) podremos analizar lo que no ha funcionado y tal vez postular nuevas hipótesis y rutas alternativas;
c) no tendremos la oportunidad de «subirnos a la parra», con el riesgo para nosotros y para otros de hacerlo;
d) podremos seguir aprendiendo, porque hay tantas cosas por hacer, y tantas por acercarnos a conocer …….
En fin, una suerte que nos centremos en hacer y que aprendamos lo más posible, reflexionando -de ahí, el action-research- y luego consolidando nuevas plataformas y propuestas de partida que nos permitirán seguir disfrutando de la incertidumbre de la vida.